El Oviedo sale de su minibache con pólvora: victoria ante el Burgos y regreso al playoff (3-1)
Luengo, a balón parado, Paraschiv, de cabeza, y Chaira, tras gran jugada de Moyano, remontan el gol visitante y devuelven la sonrisa a los de Calleja

EN IMÁGENES: La victoria del Oviedo ante el Burgos (3-1) / Irma Collín
El Oviedo alargó su minicrisis -ya saben incomparecencia en Cádiz y bochorno en la Copa- durante 40 minutos más. Un trecho, esos 40 minutos, en los que hubo bastante tembleque en general. Pero vino el balón parado a rescatar al equipo y, a partir de ahí, el escenario se aclaró. Mejoró el Oviedo, volvió a la esencia, la de un equipo con un sinfín de virtudes en ataque, y fue mucho mejor que el Burgos a partir de ese acierto de Luengo en una falta lateral. El bache queda ahí, como un mal recuerdo, y eso, con un Oviedo que ha acumulado tantos méritos, parece justo. El 3-1 sirve para espantar fantasmas y regresar a la buena senda, la que anuncia el Carlos Tartiere como territorio inexpugnable: cinco victorias consecutivas.
Y eso que el Oviedo salió con más dudas que el Burgos, como si las dos derrotas pesaran más que la incertidumbre del cambio de técnico. Ramis optó por un guion parecido al de Bolo, sin revoluciones ni decisiones drásticas, y el Burgos pareció de primeras un equipo resultón, que logró mandar a un Oviedo timorato, con Borja Sánchez, de regreso, acampado en la izquierda pero con imán para participar en cada avanzada.
Llegó Miguel al minuto para avisar de las intenciones castellanas. Borja Sánchez fue el siguiente con un latigazo desde la distancia. Aarón intervino para detener en dos tiempos un balón que brincaba por el área.
Entre medias, otra lesión. Atienza entró a ras de suelo, hacia el balón, pero arrasando con todo lo que pillaba a su paso, la pierna de Lemos incluida. El del Burgos atrapó al azul que cayó al suelo con gestos de dolor. Fue suplido a los 13 minutos por Jaime Vázquez, que ha adelantado en la lista de prioridades a un Lucas con un papel ya residual.
El golpe llegó cuando los mejores minutos del Burgos ya se habían ido pero tampoco habían llegado los del Oviedo, con un ritmo monótono y previsible en el que ni Del Moral ni Colombatto lograron darle vida. Volvemos a lo de los últimos partidos: cuánto echa de menos este equipo a Seoane.
Fue a los 26, decíamos, el derechazo del Burgos. Sancrís se movió con agilidad ante la pasiva defensa azul, que cubría entre bostezos. Tocó en su banda y cruzó a la contraria, donde recibió ya en el área. Centró y Fer Niño, que no tiene precisamente el don de agilidad, pudo controlar, girar y clavarla arriba. Nadie le tosió.
Así que el 0-1 puso al público de uñas, y al Oviedo le pesó el escenario una tonelada, porque en esos minutos de amago de silbidos, el cabreo incluía lo de Cádiz y Avila en ese tres por uno.
El panorama era más que feo cuando al Oviedo se le apareció un atajo, una falta lateral forzada por un descarrilamiento de Alemao.: Desempolvó el Oviedo el viejo manual de las jugadas de estrategia para acudir al capítulo uno: envío al centro neurálgico del área, donde se acumulaban los rematadores. Sacar oro del barullo. Centró Cazorla, lo que siempre es una garantía, y aunque la jugada se embarulló con un rechace, Luengo atrapó el balón libre que reclamaba algún pie amigo para volear a la red. La celebración fue acompañada de un suspiro de alivio: el equipo se había librado de una pitada al descanso.
Volvió el partido con más ritmo tras el descanso, como si el empate no llenara a ninguno de los dos. Y el nuevo escenario pareció beneficiar más a un Oviedo que no tardó en encontrar a sus atacantes. El mejor síntoma para este equipo.
Rahim la puso con mimo y Cazorla no llegó por medio metro a embocar. Hassan, de cabeza, sí encontró puerta a centro de Chaira, pero Cantero atrapó seguro. Y tras una contra guiada por el venenoso Sancris que Calvo despejó con apuros, Alemao se perdió en un sinfín de recortes en una acción clarísima.
Movió entonces las piezas Calleja, para dar entrada a Paraschiv y Sibo, en busca de más dinamismo y nuevos enfoques en ataque. La pizca del nuevo ingrediente hizo que la receta triunfara. Ya con el Burgos muy atrás, demasiado conformista, Cazorla recibió en la posición de teórico extremo izquierdo, ningún problema, y centró con la zurda, una de sus dos piernas buenas. Paraschiv, que tiene cuentas pendientes desde su fichaje, llegó con más fe que nadie para cabecear a la red.
El choque se puso definitivamente del lado carbayón, con el añadido de que el Oviedo supo jugar los últimos minutos (Cazorla puso las reglas), sin atecharse demasiado, aunque trató de apretar el Burgos (Calvo volvió emerger en el área), y protegiendo el balón con bien preciado. Incluso llegó el tercero, gran acción de Moyano que Chaira definió de forma canónica, para demostrar que este equipo sabe moverse más allá de los resultados cortos.
Triunfo convincente, con barrera superada de inicio, y con la sensación ya vista en anteriores experiencias de que todo le resulta más fácil a este Oviedo cuando sus atacantes tiene su espacio para brillar. El que los uele facilitar el Santi Cazorla, claro.
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