Poca renta para tanto mérito: empate de un buen Oviedo en Albacete (2-2)
Alemão adelantó dos veces a los azules, pero los errores atrás les condenó al empate

Pegó y pegó el Oviedo, subido a lomos de Alemão, convertido en una jauría. Y noqueó al Albacete, al que tuvo sobre la lona en un par de ocasiones. Pero en vez de terminar con la resistencia le ofreció una mano amiga para volver a meterle en el partido. Todo lo hizo el Oviedo, lo bueno y lo malo, y de la combinación de las dos versiones salió un empate (2-2) con un sabor algo más agrio que de costumbre. Está bien sumar fuera de casa en una competición que exprime, pero la sensación es que los de Javi Calleja habían regalado dos puntos que eran suyos.
Entró el Oviedo en el choque dispuesto, por lo menos, a dejar su sello. Fue Santi Cazorla el encargado de dejar la tarjeta de visita, el mejor preludio posible a un partido del Oviedo, y pronto las posturas quedaron marcadas. Los de Calleja crecerían en torno a la pelota y el Albacete se reservaría para ataques vertiginosos. Lucha de estilos en cuanto a la forma de atacar, pero comunes en que ambos buscaban la meta rival. Albacete y Oviedo, dos equipos sinceros. Una bendición en la pragmática Segunda.
Colombatto anunció que los azules también querían picar con una falta cercana al poste, pero Quiles respondió a la manera manchega: balón rápido a la banda, centro y un killer que todo lo remata. Atrapó seguro Aarón.
Aunque las propuestas eran animadas se echaron de menos en la primera media hora más escenas de acción. Pero el Alba supo cerrar con eficacia cada vía que Cazorla quería abrir en las largas posesiones carbayonas y Calvo y Jaime, juvenil, conviene recordar, anularon los intentos locales por vía directa.

EN IMÁGENES: El partido del Real Oviedo en Albacete / Área 11
El choque cambió a la media hora, tras una primera magnífica jugada de Alemão luciendo cilindrada que se chafó en el área. Pero el ataque azul persistió, esta vez con un envío desde la izquierda, un rechace y un control y volea imparable del brasileño. El asistente levantó el banderín como un resorte y el VAR tardó más de tres minutos en advertir al colegiado que convenía que repasara la acción: el hombre adelantado no había intervenido en la acción a analizar. Muresan Muresan decidió desdecirse y dar el gol. Por el camino se perdieron unos tres minutos de juego en la discusión. Las cosas de los colegiados.
Y se vio un buen Oviedo a partir de entonces. El Alba apretó, lógico al jugar en su estadio e ir por detrás, pero parecía el equipo de Calleja maduro para, al menos, encontrar el receso con ventaja.
Transitaba el partido por un sendero bastante cómodo, pero una acción aislada en la recta final del primer acto echó por tierra la ventaja conquistada. Fue un doble error de Rahim, tierno, tierno, que en el desplazamiento de Lizoain a su espalda perdió de vista la pelota –primer mandamiento de un defensa: nunca pierdas el balón de tu campo de visión– y que, para tratar de anular su fallo, arrolló a Rueda ya en el área.
Quiles aprovechó el regalo para batir, no sin sufrimiento, a Aarón desde los once metros. La sensación al descanso es que el gol del Oviedo había llegado tras una suma de acciones meritorias hasta que se encontró el tesoro y que el del Albacete había sido por invitación de los azules. Pero en este juego, los errores pesan una tonelada.
Así que al Oviedo le tocó en el segundo acto reforzar la identidad de lo que ya se había visto, bastantes cosas positivas, y potenciar la atención atrás porque el Albacete, siempre animado, acumula jugadores en posiciones de ataque y siempre está dispuesto a meterte en un lío. Una internada inicial de Morcillo se lo recordó a la zaga carbayona.
Una contra que aceleró Alemão y Cazorla cruzó de zurda puso la réplica, para advertir al Alba de que la libreta de Calleja tenía más registros que el de llegar con posesiones elaboradas. El segundo golpe azul llegó tras un par de amagos de Hassan, que había elegido bien, pero ejecutó peor. El tanto fue en una mala salida del Albacete exagerada por un Oviedo muy bien plantado. Alemão, en posición franca, optó esta vez por abrir a su derecha (en su cabeza, quizás, la ocasión marrada la semana pasada con Hassan solo) a la llegada de Cazorla, que chutó de primeras. Lizoain despejó, pero el brasileño olió la presa y, cerquita de toda la acción, remató a la red.
Trataba el Oviedo de activar su plan de defensa cuando descubrió que la ventaja duraría incluso menos esta vez. Porque a los 63 minutos (cinco minutos después) Rueda, otra vez, encontró una autopista en la izquierda, pisó área y batió con calidad a Aarón.
Tampoco ahí se diluyó Oviedo, que quiso seguir mandando. Mérito azul: el plan de juego fue valiente. Déficit azul: exigía poco al Albacete para dañarle. ¿Hacia dónde se inclinaría la balanza?
Al intercambio de golpes parecían colaborar los entrenadores, que dieron paso a más pólvora: Paraschis e Higinio, nueves de profesión, entraron al verde.
Y siguió agitado el choque, aunque algo menos. En todo caso sí pareció más cerca del gol el Oviedo, que lo intentó con un centro peligroso de Paraschiv y dos disparos con poca chicha de Chaira y Moyano. Pero la cosa es que el partido, abocado al empate, murió en terreno del Albacete (aunque con un susto local a última hora en un balón que botó sin dueño), haciendo crecer esa sensación de que para el Oviedo el punto sumado es un premio chiquitito.
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