Gelabert neutraliza el “efecto Hassan”: empate con suspense en el derbi asturiano (1-1)
Los rojiblancos reaccionan al tanto del francés tras una segunda parte que escapó del tedio de la primera
El choque fue parado por el colegiado 15 minutos por el lanzamiento de objetos
Hassan sacó el derbi de un choque constante para que se hablara de fútbol y el Sporting aceptó con entereza el reto. De una primera parte anodina salió un empate sin goles que podía ocupar una página en “sucesos”. De una segunda mucho más futbolera surgió un empate a un tanto que, visto lo visto, parece el cierre más justo para el derbi asturiano. El número 100 (en Liga y Copa) resumió a la perfección de lo que se trata este choque.
De primeras, salió un derbi muy derbi. Como si los rivales llevaran años sin verse y se tuvieran ganas. Entiéndase incluido en el lote todo tipo de balones al aire, choques, imprecisiones, nervios y ruido. Mucho ruido. Eso de Calleja de que quería “guerreros” no era tanta metáfora. Aunque sea en enero y ya llevemos una larga serie de enfrentamiento regionales, el derbi nunca pierde su esencia. Se vería a los 40 minutos. Pero vamos por partes.
El impulso inicial solo dejó una acción destacada, un ataque al espacio del Sporting que culminó en un centro de Gaspar al corazón del área. Calvo acudió de apagafuegos para despejar ante Dubasin. Olaetxea pidió penalti en un encuentro con Sibo y de la acción montó una contra el Oviedo con doble premio disciplinario: amarillas para Diego Sánchez (falta) y Cote (protesta).
Cuando las cosas ya se aposentaron un poco más, superados los primeros 20 minutos de golpe tras golpe, se pudo ver un poco más las propuestas diseñadas en los laboratorios de Calleja y Albés. Los rojiblancos tenían como prioridad clara encontrar la espalda de los adelantados centrales azules. Ahí es donde sufre el Oviedo. Los azules sí trataban de llegar con más pases, una mayor asociación, pero siempre con verticalidad, nunca redundantes en sus ataques. Portillo lo intentó, aunque sin mucho lucimiento. La suma de los dos estilos dio como resultado un choque de altas revoluciones y escaso tacto.
Al cruzar la media hora, primer jugador atropellado por el derbi: Curbelo. El zaguero cayó al suelo con molestias, tras golpearse en una acción anterior con una valla, y Albés tuvo que agotar su primer cambio: entró Róber Pier.
Cote encabezó la siguiente acción. La más brillante del primer acto. Centró una falta lateral cerrado y entre Aarón y el poste despejaron. En ese córner, el jaleo.
Sesma Espinosa, árbitro imberbe, ya había advertido en la banda sobre el lanzamiento de objetos -parecían papeles- al terreno de juego. A la segunda, minuto 38, con Cote barriendo lo que caía, mandó a vestuarios, ante la sorpresa de todos los presentes.
La cosa es que el paso -forzado- por los vestuarios surgieron opciones del Sporting desde la esquina, tres lanzamientos seguidos, y un Oviedo algo más apagado. Tampoco parecía mala noticia para los locales que se tomaran las cosas con más calma. El segundo paso por la caseta, este el habitual, volvió a situar el choque en la casilla de salida cuando el Sporting daba síntomas de estar más cómodo. Si alguien extravía el video de los primeros 45 minutos de este derbi, que no se esfuerce por buscarlo.
Que vaya directamente al inicio del segundo, a la entrada en escena del elemento que todo el mundo esperaba con curiosidad y que Calleja, no se sabe muy bien por qué, se reservó en pequeñas dosis. Haisen Hassan, que entró por Cardero, pidió el foco y el choque cambió.
Fue a los 3 minutos de volver. Alemao, esta vez sí, midió los tiempos correctamente: fijar al central, respirar profundo y ceder al compañero desmarcado. Y ese era Hasan, que con finura tocó con el interior lejos del alcance de Yáñez. Hassan castigando a su ex, tenía que ser él el que se escapara del tono gris general del duelo.
Explotó el Tartiere, que ya había señalado al elegido. No podía ser otro. Ese detalle, en un duelo de mínimos como el que se estaba jugando, podía significar una fortuna. Pero reaccionó el Sporting al golpe. Con orgullo, y también juego. Abriendo el campo y haciéndose con los segundos balones. Aunque Aarón parecía a salvo de los intentos visitantes.
Pudo machacar, sin embargo el Oviedo, en una buena combinación por el sector izquierdo que Colombatto prolongó al área en un acto de fe. Llegó Alemão con todo para tocar, pero Yáñez salvó a los suyos con agilidad felina.
Entró el partido en la fase de cambios. Todos pasaron al plan B, o al C en el caso azul. Queipo y Otero en busca de mordiente rojiblanca. Moyano para oxigenar a los azules. El Sporting salió fortalecido.
Se vio a los 78. Hassan perdió en la salida, pidiendo una falta que no sancionó el colegiado, Dubasin corrió y puso la pausa antes de filtrar a Gelabert, que definió por abajo. Aarón tocó, pero no lo suficiente, y el Sporting igualó el derbi. Como sucedió con el tanto local, fue el premio al intento por combinar en vez de llegar a las bravas. Al final, dos detalles aislados habían sacado al derbi de su imprecisión constante.
De ahí al final, opciones para ambos. Hassan en la réplica de su tanto chocó con un defensa. El Sporting intentándolo en los flancos. Yáñez saliendo ante Paulino. Pero sin más daños en los porterías.
La sensación, a fin de cuentas, es que ambos habían limitado de primeras sus opcioens al triunfo hasta reducirlas a la reacción tras el descanso. Y que en dos destellos se había definido un serbi con más ruido que fútbol.
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