Así celebró en la plaza de Pedro Miñor la afición azul la victoria del Real Oviedo en Almería: ascender antes de la Universidad

Este enclave oviedista se llena de gente para animar desde la distancia, con un nutrido grupo de jóvenes que acaban de terminar la PAU y quieren ver por primera vez a los azules en la máxima categoría

Antonio Lorca

Antonio Lorca

Oviedo

Oviedo vivió una calma tensa desde que, a mediodía, las camisetas fueron inundando todos los rincones de la ciudad antes de que la gente se concentrara en los lugares escogidos para vivir el primero de los cuatro pasos que la afición azul espera dar hasta lograr el ascenso a Primera División.

El sol, en Asturias siempre perezoso en primavera, hizo que el ambiente se volviera un tanto plomizo en esas largas horas que habían que correr hasta el comienzo del partido. Nada menos que a las nueve de la noche. Pero, cuando ese mismo sol comenzó a brillar con menos intensidad y la temperatura se tornó algo más liviana, una legión de camisetas azules empezó a salir de sus guaridas para ir colonizando diferentes puntos estratégicos.

Uno de ellos, como ya es habitual, fue la plaza de Pedro Miñor. Un lugar recogido, donde abundan los espacios para mantener una adecuada hidratación, que fue tomado por una masa de oviedistas, la mayoría muy jóvenes, que se agolparon ante las pantallas de los diferentes locales para seguir con entusiasmo el Almería-Oviedo.

Muchos de ellos nacieron en 2007 y acaban de hacer la Prueba de Acceso a la Universidad, lo que ahora se conoce como PAU y que, para haber visto alguna vez al Oviedo en Primera, hay que tener la edad suficiente como para identificarla con la selectividad. Ese era el caso de Carla Miguélez, Carlos González, Julia Álvarez, Victoria Hevia y Ana Fernández, que aseguraban estar "celebrando" tan importante examen. A la pregunta de "¿cómo os ha ido?" los gestos cambiaban para responder; en cambio, sobre la suerte que iba a correr el Oviedo ante el Almería, la unanimidad era absoluta: "Vamos a llevarnos la victoria, seguro".

El reloj seguía descontando minutos y, de pronto, todos esos cuerpos se fueron agrupando en torno a los televisores que adornaban la plaza. A partir de ahí empezó la habitual montaña rusa de emociones: la ira ante las decisiones arbitrales, la tensión por los acercamientos del rival, la ansiedad ante el ataque local, que se acentuaba cuando más prometedor era, y el éxtasis del gol. Marcó el primero Nacho Vidal y estalló la plaza, que gritó al unísono "¡qué sí, joder, que vamos a ascender!". Duró poco. Dos minutos. Lo que tardó el Almería en empatar. Hubo que pasar toda una segunda parte de tirarse de los pelos, de sufrir las acometidas rivales, de querer y no poder hasta que sí se pudo. "¡Segundo del Oviedo!, ¡otro de Nacho Vidal!". La plaza explotó. Otra vez. Y lo que puede venir.

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