Oviedo se paraliza para soñar: la ciudad se une para animar al equipo en la final por el ascenso
La policía tuvo que actuar durante el recorrido del autobús en el que iban los jugadores porque algunos aficionados lanzaron algunos objetos al aire
A veces, a pesar de todas las diferencias que pueda haber en una ciudad, la gente se une por un bien común. Y si el fútbol está de por medio, más. Oviedo no solo latió: rugió, vibró y se desbordó desde primera hora de la mañana. El conjunto carbayón se juega regresar a Primera División 24 años después y la ciudad respondió como nunca. Decenas de miles de oviedistas tomaron las calles desde primera hora, tiñendo la capital asturiana de azul en un recibimiento que ya es historia reciente del club.
Antes del mediodía, las calles próximas al Tartiere ya estaban a rebosar. La plaza Pedro Miñor y los alrededores de la calle Alejandro Casona eran un hervidero imposible de atravesar. Familias enteras, peñas, grupos de amigos y aficionados de todas las edades convirtieron la espera en una fiesta interminable. Se comió, se bebió y se cantó sin parar. Las horas fueron cayendo mientras los cánticos se elevaban cada vez más alto.

Oviedo se echa a la calle para arropar al equipo en las horas previas a la final del play-off de ascenso a Primera. / Miki López / LNE
A las 19 horas, el momento más esperado. El autocar del Oviedo arrancaba desde el Silken Monumental Naranco rumbo al estadio. En su recorrido por Alejandro Casona, la locura azul se desató. Miles de bengalas iluminaron el cielo de Oviedo mientras el autobús avanzaba entre una marea humana que coreaba los nombres de los jugadores. El recibimiento fue tan masivo que se desató la locura y la policía tuvo que actuar. Una parte de la afición comenzó a lanzar objetos al aire y los cuerpos de seguridad actuaron para tratar de frenar la situación.
“El año que viene, queremos a Lamine. Ya nos toca”, decían con optimismo Gonzalo García, David Vázquez, Santi Caldevilla y Eduardo Capín, convencidos de que este sí es el año.

M. Rendueles / M. López / A. Domínguez
Pero no solo los locales tenían fe. Un grupo de aficionados del Mirandés, llegados desde Miranda de Ebro, observaba el ambiente con una mezcla de respeto y esperanza. “A ver qué pasa, estamos expectantes”, decían en los aledaños del estadio, conscientes de que su equipo también estaba a un paso de la gloria.
La emoción era palpable en cada rincón. “Llevamos siguiendo al Oviedo desde que tenemos uso de razón y hoy, por fin, lo veremos de nuevo en Primera División”, explicaban ilusionados José de la Rosa, Gonzalo Otero, Jimena Carrero, Itziar Suco, Álvaro Núñez e Iván Dos Santos mientras brindaban en uno de los bares cercanos a Pedro Miñor.
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