Noventa y nueve años de historia y seis ascensos a Primera: el Oviedo vuelve a la máxima categoría tras el éxodo más largo
Toda generación se merece una gran celebración y este ascenso ya lo es para una chavalería curtida en disgustos

Jóvenes celebran el ascenso de 1988 en la fuente de la plaza de la Escandalera. | EFE / J. L. CEREIJIDO
El retorno a la Tierra Prometida tenía que ser ahora, veinticuatro años después de andar errantes por el planeta fútbol, para celebrar el centenario azul como Dios manda, en lo más alto. Un histórico que vuelve a su hábitat natural: el Real Oviedo ocupa el puesto 19 en la historia de la Primera División y ello tras el éxodo más prolongado de sus casi cien años de orgullo, valor y garra por los campos de toda España.
Cien años, nunca de soledad, dan para muchos goles, alegrías, desencantos y alguna que otra decepción. Que la Copa no iba a ser tierra de promisión para el Real Oviedo lo aprendió muy pronto la afición carbayona cuando en la temporada de 1934, en la que el trofeo llevaba por nombre "Presidente de la República", los azules ganaban por un cómodo 0-2 en Mestalla al Valencia al descanso. Pero los directivos pidieron al equipo que no apretase mucho para hacer una buena taquilla y la ida acabó en empate a dos. Muchos daban la victoria en la vuelta por hecha porque los Emilín, Lángara y Herrerita llevaban más de un año imbatidos en casa, pero el fútbol da sorpresas y el Oviedo perdió 1-3. Como si de una maldición se tratase, la Copa no volvió a dar alegrías de las grandes, de llegar a la final y ganarla, en los más de noventa años que han pasado de aquella tarde de infausto recuerdo en Buenavista.
Las mayores alegrías en una historia que camina con paso firme e ilusionado al centenario llegaron en los ascensos a Primera, seis antes del que toca celebrar ahora. Las generaciones que lo vivieron en las temporadas 1932-33, 1951-52, 1957-58, 1971-72, 1974-75 y 1987-88 pasan ahora el testigo a los miles de jóvenes que hasta ahora poblaban cada quince días las gradas del nuevo Tartiere con la esperanza de ver algo que solo les habían contado sus mayores o que habrán podido ver gracias a los buscadores de internet que guardan glorias pasadas.

Pedro de Silva brinda con el capitán del Oviedo, Vili; con el entrenador, Miera, y con Elcacho, con Bango y Zubeldia detrás, en la recepción en Presidencia del Principado. / LNE
Jo qué noche
Por fin podremos dejar de decir eso del "anterior ascenso a Primera División" cuando hablemos del conseguido por el equipo dirigido por Vicente Miera con los sabios consejos de Enrique Casas y la sensata presidencia de José Manuel Bango, que un solo mandato (1984-88) supo llevar al Real Oviedo a una categoría perdida en la 1975-76, la temporada en la que el club celebraba precisamente sus bodas de oro.
Jo, que noche la de aquel sábado, 4 de junio de 1988. Según Sanchez Arminio pitaba el final en el Luis Sitjar de Mallorca, la ciudad estalló de júbilo. La fuente de la Escandalera quedó pequeña, las calles se llenaron de coches con banderas al viento y cláxones a todo lo que daba la maquinaria y la juventud de la época, muchos con la cara pintada de blanco y azul, paraba los autobuses municipales con la complicidad comprensiva de los conductores. Todo valía para una fiesta total. Fue la noche más larga y todavía quedaba lo mejor para el domingo: la recepción a una plantilla y técnicos recibidos como héroes. La caravana que siguió al autobús del equipo comprobó como nunca la alegría que compartían muchos, muchísimos asturianos en las localidades que atravesó la feliz comitiva cuando no había variante ni autopista entre el aeropuerto y Avilés. Y claro, el éxtasis al enfilar Uría para llegar a la plaza del Ayuntamiento.
Toda generación se merece una celebración deportiva por todo lo alto y este ascenso ya lo es para esa chavalería curtida con disgustos como el de Arteixo, por no salir de Tercera en la temporada heroica de 2003-2004, cuando por si fuera poco la condena de perder de golpe dos categorías hubo que empezar la liga con seis puntos negativos a descontar en el casillero. O el revés que supuso quedarse a las puertas de la remontada contra el Caravaca.
Canta el tango de Carlos Gardel que "veinte años no es nada", pero el casi cuarto de siglo que llevaba el Oviedo viendo la Primera División a distancia han sido lo más parecido a una condena, con penitencia incluida fuera del fútbol profesional. Por eso el subidón que supuso clasificarse para la final del play-off contra el Espanyol hace ahora un año, con imágenes en la rampa del nuevo Tartiere que ya forman parte de esta historia centenaria. Por eso anoche y hoy hay licencia para saltar, reír y para llorar... esta vez de alegría, que ya era hora.
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