Oviedo canta su regreso: miles de aficionados llenan la calle Uría para terminar la fiesta por todo lo alto
La calle principal de Oviedo se desbordó de gente desde horas antes de que los jugadores llegasen a la Escandalera
"Piensen en grande, sueñen con más", arengó Colombatto

A. Domínguez / Real Oviedo

Ilusión y emoción. Eso fue lo que se respiró ayer en Oviedo. Pasadas las 18.20 horas, cuando el autobús ya se adentraba en la calle Jesús, los miles de aficionados que habían visto el recorrido en distintos puntos de la ciudad corrían hacia lo que sería el epicentro de la fiesta, un escenario situado en la plaza de La Escandalera.
A las 19.00, con el ruido de la descarga de voladores en el Ayuntamiento llegando al campo San Francisco, las vistas se alzaron al cielo. No se veía nada, pero se entendía lo que había ocurrido: "¡Ahora sí!", celebraron los amigos David García y José Fernández: "La última vez que vimos al equipo en Primera éramos unos guajes y nos tocó apoyar en Tercera...pero ya estamos aquí"
Pasaron 40 minutos eternos. Pero nadie se rindió: "Si llevamos esperando 24 años, unos minutos más, no importan", dijo moviéndose al ritmo de "La Morocha" Claudia Delgado, que cogió un vuelo a las 7:00 horas en Barcelona para vivir la gloria azul: "Llevo celebrando desde que aterricé y no estoy ni cansada", gritaba, presa de la euforia.
Y ya sí, por fin, a las 19:35 horas, llegaron ellos, los protagonistas, "los nuestros". Los héroes de la gesta fueron subiendo, uno a uno, al escenario de la Escandalera, principal novedad de esta celebración histórica en la que los actos, la ciudad y, sobre todo, la afición, estuvieron una vez más a la altura.

A. Domínguez / R. Oviedo
Con la alineación lista, el confeti azul bañó a la multitud. Y cuando los interminables aplausos cesaron, el cómico Joaquín Pajarón hizo de maestro de ceremonias: "¿Queréis escuchar al capitán?". Y salió él. Santi Cazorla. Con la voz rota y su incansable sonrisa, solo alcanzó a decir: "Hola, familia", antes de que la masa suplicase: "Santi, quédate". El guaje del Requexón agradeció una vez más: "Nos sentíamos en deuda, porque lo que hacéis por nosotros no os lo podemos devolver". Él, que volvió a jugar a Oviedo para vivir lo de ayer, confesó: "Para nosotros no es un ascenso, porque somos de Primera desde hace mucho tiempo". Se acordó, también, de todos los que lo hicieron posible: "El cuerpo técnico, los utilleros...". Y mientras Cazorla hablaba, en una de las esquinas del escenario, Colombatto le daba unas cariñosas palmadas en el hombro a Silvino Aparicio, deshecho en lágrimas.
Le cogió el testigo otra de esas almas que en su día se fue de Asturias con la espina clavada. Veljko Paunović se dirigió a su afición: "Durante estos tres meses, ellos - por el equipo- y vosotros habéis sido mi familia y por eso, juntos, lo hemos logrado", el míster cerró un ciclo, que todos sintieron como propio.

Locura azul en las calles de Oviedo para celebrar el ascenso del equipo a Primera División / Marcos León / LNE
Sibo gritó su ya mítica frase: "Esta es mi puta casa", alargando mucho la U, y añadiendo: "Y ahora también mi sangre es azul". Todos los jugadores pasaron por el micro. Todos agradecieron y todos se emocionaron viendo ante sí una infinita marea de camisetas, bufandas y banderas.
Colombatto –casi recién llegado de una fuente– se dirigió al público: "Piensen en grande, sueñen con más", y los acordes de "La Morocha" lo interrumpieron: "¡Y a bailar!", se rió.
La alegría y las canciones se iban encadenando. Y empezaron a sonar unos míticos acordes que hicieron que los oviedistas cogiesen "La autopista al infierno" de "AC/DC". Tras ello, apareció en el escenario Jon Carrera, entre aplausos: "Grande, Jon", y Carrera, como todos los que hablaron ayer, agradeció: "Sobre todo, disfrutadlo", dijo emocionado, abrazándose a Miki González, cantante de "Ciudad Bambú", el grupo que fue pionero en eso de componer con el Oviedo como musa. Y González hizo romper las gargantas: "Soy del Oviedo y fui una de ellos, 30.000 voces gritando que volveremos".

A. Domínguez / M. Rendueles
De allí nadie quería irse, sin cumplir "el último deseo del capitán". Una inmensa "haka" para el recuerdo más dulce del oviedismo. Y llegó la foto de familia en la que todos llevaban la camiseta especial del ascenso. Menos uno. Dani Calvo lucía en su torso un 6. Un "Pelayo" al que le dedicó el ascenso.
Novo, como tantos otros de su generación, creyeron cuando casi nadie lo hacía. Chavales de barrio, de un Oviedo en el que, por una cosa u otra, todos se conocen. Representan el barro, pero también esos recuerdos de una infancia ya lejana, jugando a la pelota en la plaza La Gesta. En una de las aceras próximas al escenario, Álex Oliveira se emocionó con el cántico a su amigo. "Pelayo Novo, lololololo…" El chico miró al cielo: "Pelayo Novo": "Si lo viese sería el tío más feliz del mundo, y seguro que estén donde estén, todos los oviedistas lo verán".
Había una cita con la historia. Y nadie quiso faltar. La Policía Nacional fue incapaz de pasar lista. No hay cifras oficiales porque ayer, en Oviedo, las incontables cabezas se fundieron en un único corazón. El mismo al que apeló Javi Robles, cantando, con su guitarra: "Donde no lleguen las piernas, que lleguen los corazones. Carbayones ya volvimos, ya volvimos, carbayones".
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