El verano empieza con un baño azul en la plaza de América: así fue la celebración del ascenso del Oviedo a Primera

La desbordante celebración del oviedismo, en uno de los escenarios emblemáticos de las alegrías azules, acabó convirtiendo la fuente en una piscina en la noche del ansiado ascenso

¡El Oviedo es de Primera!: jugadores y aficionados celebran en la plaza América una noche histórica

M. Rendueles

María Rendueles

María Rendueles

Oviedo

Miles de personas se congregaron en la madrugada de ayer en el entorno de la fuente de la plaza América, uno de los escenarios clásicos en las celebraciones del conjunto azul, donde muchas de ellas acabaron bañándose. El tiempo acompañaba. No en vano, el ascenso coincidió con el cambio oficial de estación. Llegó el verano más azul del siglo.

Y es que Oviedo entero vibraba cuando, a las 23.19 horas, Portillo marcó el gol que, en ese instante, sellaba el ascenso del Real Oviedo a Primera División. "¡A Primera!", gritaban entre lágrimas y abrazos quienes llenaban plazas, bares y balcones, desatando una celebración que llevaba 24 años contenida. Nada menos.

Quedaban quince minutos aún por jugarse, pero las calles ya eran un río azul. Los oviedistas salían a la calle en estampida emocional, abrazando a desconocidos, a vecinos, a cualquiera que compartiera su pasión. Porque en noches como esta todos son hermanos, familia del Real Oviedo.

"No me lo creo, chaval", repetía una y otra vez Laura Álvarez, aferrada a su novio frente a una pantalla gigante en la calle Cervantes. Justo enfrente, un vecino en el balcón de General Zuvillaga levantaba una botella de champán, esperando el pitido final para desatar el descorche de una nueva era.

La alegría se desborda en Oviedo: cientos de aficionados se lanzan a la fuente de la plaza América en una jornada histórica

María Rendueles

Y a las 23.43 se confirmó el sueño. Oviedo, y buena parte de Asturias, cumplían aquello que tantas veces imaginaron. "Ojalá mi abuelo hubiese visto esto", decía Juan Aguirre, llorando sin pudor, con la camiseta empapada de emoción.

En la plaza América, epicentro de la fiesta, la fuente rebosaba de cuerpos y cánticos. Alejandro Gracia Álvarez, de 7 años, metido hasta la cintura en el agua, solo acertaba a gritar: "¡Estoy muy contento!". A su lado, Javi Junco se reía: "El agua está buenísima", aunque todos sabían que no era cierto. Daba igual. Con la adrenalina desbordada, nadie sentía el frío. Álex del Río, de 27 años, lleva 25 años siendo socio del Oviedo y ayer, eufórico, aseguraba que este ascenso "lo consiguieron los 5.000 socios que estaban en el Tartiere en 2003 contra el Ribadesella"

El Real Oviedo había hecho los deberes: 3-1 al Mirandés. El empate bastaba, pero el gol de Portillo en el minuto 102, el definitivo, fue el clímax perfecto. "Ese gol fue un grito de toda la ciudad", resumía Marcos Fernández, uno de los miles que bajaban del Carlos Tartiere rumbo a la plaza.

A esas horas, con las calles convertidas en una marea azul, Oviedo no dormía. No podía. Había vuelto al lugar del que nunca debió salir.

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