La Asturias azul inunda de euforia las calles de Oviedo: "Esto es como el Día de América, pero a lo bestia"

Santi Cazorla, protagonista con bromas y canciones de un desfile de Primera que se volvió apoteósico al paso por Uría y que superó el multitudinario recibimiento a los héroes del ascenso de 1988 en Mallorca

Miles de oviedistas de todas las edades aclaman a la plantilla y a Paunovic en un recorrido en autobús desde el Tartiere al Ayuntamiento

Locura azul en Oviedo: el autobús del equipo carbayón recorre el centro de la ciudad acompañados por miles de aficionados

A.G.Ovies / M. Rendueles

José A. Ordóñez

José A. Ordóñez

Oviedo

La Asturias azul celebró ayer la apoteósica fiesta por la que esperó 24 largos años. No es extraño que la euforia de miles de personas desbordara las calles de la ciudad para rendir homenaje a los héroes del ascenso y, especialmente, a la figura de Cazorla, que agranda su estatus de mito viviente del oviedismo. Muy cerca de él, en el autobús descubierto que trasladó a la plantilla del Carlos Tartiere al Ayuntamiento, sonreía complacido por el espectáculo Carlos Muñoz, el gran goleador internacional que fue uno de los grandes protagonistas del también inolvidable ascenso de 1988. Uno y otro, Santi y Carlos, y también el ahora médico del club, Diego Cervero, conectaron a varias generaciones de oviedistas que disfrutaron juntas de un desfile que pasa directamente a la historia de la ciudad y de la región.

"Esto es como el Día de América en Asturias, pero a lo bestia y del Oviedo", resumía José Ángel García, veterano aficionado que ya participó en el recibimiento por el ascenso de 1988. "Aquello fue mucho, pero yo nunca vi nada igual que esto", añadió Luis García, otro de los irreductibles que conoció los dorados años noventa, pero también los del barro, y que contribuyó al espectacular baño de masas que se dieron ayer plantilla, cuerpo técnico y rectores del club, con el presidente, un contenido Martín Peláez, a la cabeza. "Esto es una liberación, me parece que estoy soñando", exclamó Ángel Pérez, al paso del autobús y mientras llamaba la atención de Escandell. "De muchas nos libró este año el porterín", afirmó, con su hijo pequeño sobre los hombros, asombrado al ver tan de cerca a los que ya son sus ídolos. Cazorla le tiró un beso.

El desfile de los campeones partió del Tartiere y enfiló por Alejandro Casona y Fuertes Acevedo, donde ya se dieron cita los primeros miles de aficionados. Los jugadores fueron recibidos por oviedistas de todas las edades. Desde bebés a señoras de avanzada edad. La fiesta fue total.

La comitiva estuvo compuesta por dos autobuses. El primero, para la plantilla, con Veljko Paunovic, el presidente y Agustín Lleida, director general del club, en los primeros asientos. El segundo, para empleados del club y algunos familiares. Al técnico que consiguió cambiar la cara al equipo en tiempo récord se le vio emocionado y agradecido, saludando sin cesar a los aficionados que le vitoreaban casi un cuarto de siglo después de aquella aciaga tarde de Mallorca, en la que vivió en primera persona cómo el Oviedo daba con sus huesos en Segunda empujado por el contubernio vasco-navarro.

Micrófono en mano, y secundado por Aarón Escandell y Paulino de la Fuente, Cazorla fue el encargado de animar con bromas y cánticos la marcha, que no tardó en llegar a la avenida de Galicia, para seguir por la calle Real Oviedo y entrar en Independencia, donde se desató la euforia.

Varios niños, en primer término, esperando el paso de la comitiva azul. | MIKI LÓPEZ

Varios niños, en primer término, esperando el paso de la comitiva azul. | MIKI LÓPEZ

Bufandas al viento, banderas y cánticos recibieron a unos futbolistas que parecían hasta sorprendidos del enorme gentío que les aclamaba. Sonó el himno oficioso de Melendi, sobreviviente de los años del barro, y el oficioso que compuso para la entidad el poleso Falo Moro en 1969. Pero la apoteosis se produjo al encarar Uría, cuando una auténtica marea humana rodeó los autobuses. El buen tiempo y la jornada dominical animaron la presencia de miles de niños, todos ellos ataviados con los colores de un sentimiento del que son herederos y que ayer explotó de orgullo en manos de una afición con memoria y que, como bien decían los rótulos de los autobuses, "no abandonó".

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A. Domínguez / Real Oviedo

La comitiva paso por la confluencia con la calle Gil de Jaz, donde el año que viene hará un siglo que se fundó el Real Oviedo, club que celebrará su centenario en Primera. Entre los más aclamados en ese tramo estuvo Kwasi Sibo. El ghanés, que ha caído de pie en el club y en la ciudad, se tiñó el pelo y la barba de azul. Además, ondeó una camiseta con el lema "Mi puta casa", frase que ha repetido tras muchos partidos para expresar su compromiso con la entidad azul.

Los jugadores también fueron vitoreados desde las ventanas de muchos edificios, con ventanas y balcones adornados con banderas del club. Una fiesta histórica e inolvidable.

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