El gol de Chaira hizo temblar el suelo de Oviedo: así registraron dos geólogos asturianos la vibración del ascenso del Oviedo

"El Tartiere no corre problema de derrumbe a no ser que el Oviedo gane la Liga el año que viene", bromean los geólogos

Javier Olona y Jorge Acevedo

Javier Olona y Jorge Acevedo / J. A.

Joaquín Alonso

Joaquín Alonso

Oviedo

Javier Olona y Jorge Acevedo no tenían entradas para el partido del ascenso, pero sí un equipo capaz de captar lo que nadie ve, pero siente. Estos dos geólogos han medido cómo tiembla el suelo del Tartiere cuando el Oviedo marca un gol. Los dos asturianos, al frente de la empresa TerraDat, en el parque tecnológico de Llanera, aprovecharon el histórico ascenso azul para hacer algo que nunca se había intentado en el Tartiere, medir cómo vibraba el terreno durante el partido más importante de los últimos veinticuatro años.

"Estábamos a casi 500 metros del estadio, con una nave industrial y una carretera entre medias. Lo lógico sería que registráramos más el tráfico que otra cosa. Pero no. Los goles quedaron clarísimos en el sismógrafo", cuenta Olona. El aparato, instalado en un trastero, captó cómo el suelo de la ciudad vibraba cada vez que la grada estallaba de euforia, pese a la distancia, el ruido de los coches y el bullicio de la calle.

El primer pico lo marcó el gol de Cazorla. "Antes del gol, los valores oscilaban entre -5.000 y 5.000 cuentas. Al marcar, subieron hasta 12.000", explica Acevedo. Pero el que realmente hizo temblar Oviedo fue el 2-1, el tanto de Chaira. "Ahí alcanzamos las 20.000 cuentas, multiplicando por diez el nivel habitual. Fue, sin duda, el momento con más vibración de todo el partido", subraya. El tercer gol, de Portillo, tampoco pasó desapercibido. 15.000 cuentas. Y el pitido final, que certificaba el ascenso, no generó un pico puntual, sino un temblor prolongado, fruto de los saltos, los gritos y las celebraciones.

Para los que no estén familiarizados, esas cuentas no se tratan de decibelios, ni de hercios, ni de grados Richter. Es una unidad propia del equipo de medición. "Luego se pueden convertir en magnitudes más conocidas, pero lo relevante aquí es el salto en los registros, el cambio es brutal", aclaran.

Aunque en España ya se han hecho experimentos parecidos (como en el Camp Nou o durante la final de la Eurocopa), este caso tiene su peculiaridad. "Allí tienes 90.000 personas. Aquí éramos muchos menos y en una ciudad más pequeña, pero los datos son igual de llamativos. Además, el terreno donde está el Tartiere es blando, lo que amortigua bastante la propagación de las ondas. Es como intentar saltar sobre una esponja", explican. Precisamente por eso, el registro tiene aún más mérito. El suelo absorbía buena parte de la vibración, pero la onda seguía llegando nítida al sensor.

Y no, el Tartiere no está en peligro de derrumbe Los aficionados pueden estar tranquilos y seguir saltando y gritando. "A no ser que ganen la Liga el año que viene", bromea Olona. "El terreno no es el mejor, pero no supone un riesgo estructural. Eso sí, al ser blando, las ondas pierden intensidad al propagarse, lo que hace que el registro tenga aún más valor", dice.

Normalmente, el equipo de TerraDat utiliza estos sismógrafos para estudiar ríos o deslizamientos de tierra. Pero esta vez, el fútbol les ofreció un escenario inmejorable. El resultado, una radiografía invisible de un ascenso que, literalmente, hizo temblar la ciudad.

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