A Primera para el Centenario

En diferido

Dani Calvo saluda a los aficionados azules a su llegada al Ayuntamiento.  | MARCOS LEÓN

Dani Calvo saluda a los aficionados azules a su llegada al Ayuntamiento. | MARCOS LEÓN

Melchor Fernández

Melchor Fernández

Oviedo

La fiesta que el pasado sábado a medianoche comenzó a vivirse en Oviedo –y por supuesto que en muchos otros lugares donde hubiera asturianos, comenzando por la propia región, claro– tenía una significación distinta según la edad de quienes la celebraban. Para los aficionados veteranos el regreso a Primera División después de 24 años en categorías inferiores, suponía la recuperación de un lugar histórico. Para los jóvenes, en cambio, era alcanzar una meta nueva. En cualquiera de los dos casos suponía la resurrección después de un calvario, si utilizamos los términos que, muy adecuadamente, usó Álvaro Ruiz de la Peña para titular el libro que publicó en 2017 cuando al fondo del agujero tremendo, no solo por negro sino también por largo, en que se había metido el club empezaba a atisbarse la luz de una salida. La ilusión por llegar a ella acabó teniendo hasta su himno. El "Volveremos" de Ramón Melendi nunca alcanzó tanta intensidad en el Carlos Tartiere, como el pasado sábado en los prolegómenos del partido. Casi tanta como el "Asturias Patria Querida" que lo precedió y que, cantado por más de 29.000 asistentes al Carlos Tartiere hizo saltar las lágrimas a quienes lo vieron y oyeron por televisión; tengo testimonios al respecto.

UN PARTIDO DE DURACIÓN VARIABLE.

El partido tuvo una duración distinta para cada equipo. Al principio se impuso el Mirandés, con un juego muy bien concebido por su entrenador, el italiano Alessio Lisci, que se basa en una buena colocación de los jugadores en el campo, que haga posible conservar el balón con combinaciones que tienen siempre el apoyo cercano de un jugador libre, que hace fáciles los pases. El equipo burgalés defendía con todo y solo atacaba cuando veía que no le suponía un riesgo. De esa forma controló todo el primer tiempo, hasta el punto de que el primer tiro a puerta del Oviedo no se produjo hasta que Cazorla ejecutó un penalty en el minuto 37. El primer tiempo terminó con empate a un gol pero pudo hacerlo a cero, pues los dos goles fueron dudosos. En el del Mirandés yo tuve la sospecha de que quien empujó el balón la red estaba en fuera de juego, pero en el campo no repiten la jugada para que pudiera comprobarlo. Cuando, después del partido, vi las repeticiones, comprobé que, efectivamente, Panichelli estaba adelantado a todos, salvo al portero, claro, cuando se desmarcó para recibir el balón casi bajo los palos. En cuanto al penalty con que fue castigado el Mirandés, el balón dio ciertamente en brazo de Reina, pero sin que pareciera que hubiera tenido intención de jugarlo. En ninguno de los dos casos el árbitro quiso recurrir al VAR para confirmar o modificar su decisión, como tampoco más tarde, cuando surgieron algunas jugadas conflictivas en el segundo tiempo y, casi al final de la prórroga, una reclamación produjo una tangana que estuvo a punto de estropear la conclusión del encuentro.

LOS CAMBIOS, DECISIVOS.

En el segundo tiempo y en especial en la prórroga la superioridad táctica que el Mirandés había ejercido en el tiempo menguó hasta venirse abajo. En cierto modo era previsible, porque es conocido que el punto débil del equipo burgalés es la cortedad de su plantilla. De hecho, su entrenador no hizo su primer cambio hasta el minuto 90, mientras el Oviedo llevaba ya cinco, incluido el de Cazorla, de quien se daba por seguro que no jugaría todo el partido. En la prórroga el Mirandés hizo cuatro sustituciones y el Oviedo solo una. Alcanzado el empate al comienzo del segundo tiempo, con un remate de Chayra –que había jugado en el Mirandés en la pasada temporada-- al Oviedo le bastaba con aguantar el resultado. Pero Portillo, que había sustituido a Colombatto en el minuto 82, hizo algo mejor, como fue conseguir un gol excelente, tanto por la recepción del balón, la rápida preparación del tiro a puerta y la eficacia decisiva del disparo.

Ese gol daba al Oviedo un margen de seguridad muy grande y puso a hervir la euforia en el Carlos Tartiere, tanto que al final del partido se produjo una invasión masiva del terreno de juego que, entre otras cosas, impidió un reconocimiento ordenado de la celebración, comenzando por los actuales propietarios del club, el grupo mexicano Pachuca, la labor del entrenador Veljko Paunovic, cuya incorporación ha sido evidentemente un acierto, y por supuesto, los grandes protagonistas que son los jugadores, encabezados por un Cazorla que sin duda dejará un recuerdo imborrable cuando decida retirarse, lo que ya no será en Segunda División. Todo eso, regido por un protocolo programado, quedaría para el día siguiente. Lo inmediato sería la fiesta que se adueñaría de la ciudad, como se pudo ver y oír hasta muy tarde en la noche.

EN EL CENTENARIO, DE PRIMERA.

El Oviedo vuelve a Primera División 24 años después de una caída que por profundidad y duración fue la peor de su historia. Y el regreso se produce en un momento tan especial como la víspera de que se cumpla nada menos que el centenario de su existencia. Nacido en 1926 (por la fusión del Club Deportivo Oviedo, fundado en 1914 y el Stadium Ovetense, de 1919), dos años después comenzaría a disputarse el Campeonato de Liga en sus diversas categorías. El Oviedo alcanzaría la Primera División en la temporada 1933-34, en la que se clasificaría en sexto lugar, entre diez equipos. En las dos temporadas siguientes sería nada menos que tercer clasificado, a solo tres puntos del ganador, Athletic de Bilbao, en la temporada 1935-1936. En esos tres campeonatos tuvo entre sus filas al máximo goleador de la Liga, el gran Isidro Lángara.

Desde entonces el Real Oviedo se consolidó como un equipo de la Primera División española. En la clasificación histórica de esa categoría ocupa el puesto 20, número que coincide con el de equipos que en la actualidad disputan la competición más importante del fútbol español. Es uno de los grandes del fútbol español y acaba de confirmarlo donde debe, que es sobre el terreno. Al tiempo que le felicitamos, le pedimos que no renuncie al objetivo de aspirar a más.

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