Lángara, Dubovsky, Tensi, Pelayo… y el ascenso celestial: un cuento sobre los oviedistas que ya no están

-¿En cuál lo echan, ho?

Tensi dispara la pregunta mientras aprieta compulsivamente los botones del mando. Lleva nervioso toda la semana. Besa y besa una estampita de la virgen de Covadonga, se santigua continuamente. Es una locomotora de tics nerviosos. "Ahora ya de poco te vale eso, Hortensio", bromea Toni Cuervo a su paso. Pero le da igual. Desde allí arriba, él también colaborará en este ascenso. Solo hay que repetir una serie de rituales. Cien, más o menos. Quizás quinientos.

Oviedo, paraíso azul: decenas de miles de personas colapsan el centro de la ciudad para celebrar el ascenso con los jugadores

No está claro de quién fue la idea de reunirlos a todos allí arriba para seguir juntos el partido. Muchos apuntan que fue el Jefe. El del Oviedo ¿eh?, no el Jefe Supremo, que ese está ocupado con otros asuntos. Que fue don Carlos Tartiere el que colgó los carteles por ahí: "Oviedistas, el sábado a las 21.00 estáis convocados para seguir el partido", y a continuación se indicaba la dirección. En lo que todos coinciden es que fue una estupenda idea. Los días grandes, mejor en familia.

-En la 1, Hortensio, la de los eventos importantes. Ya te lo hemos dicho mil veces.

-Entonces, ¿por qué no conectan?

Luis Aragonés, a su lado como siempre, salta con la paciencia al límite: "¡Porque aún quedan 3 horas y tal!".

Poco a poco, empiezan a llegar los invitados y el nerviosismo de Tensi va en aumento. Entra Lángara, enfundado en la camiseta de Alemão, "el único capaz de romper la red rival….". Pedro Alberto, conforme, asiente. Herrerita luce una aparatosa venda blanca en la cabeza. "Siempre que la pongo, gana el Oviedín", repite a todos los presentes. Tensi se lanza rápidamente a besar la tela. Aragonés va detrás. Argila es el más elegante, ¡vaya porte! Un tipo con boina se acerca timorato a la puerta, como dudando si entrar o no. "Pasa, Antón; aquí hay sitio para todos", le invita Wences, que por supuesto tiene las llaves.

Para animar el cotarro, el sector joven toma protagonismo. Pelayín inicia los cánticos: "¡Volvereeeeeeemos, volvereeeeeemos!". "Che, ¿volver a dónde? ¡Yo no vuelvo a tomar el colectivo a Pajares, boludo!", le protesta Sánchez Lage a Iriarte. Todos acompañan el cántico. Antonio Mijares da palmas. Armando Barbón golpea con fuerza el bombo. Ana, la de La Regenta, inicia la ola.

Chuso llega algo justo de tiempo, así son los bohemios, ve un hueco en el sofá central pero se da cuenta del cartel que cuelga de un lateral: "¡Peligro: alto voltaje!". Al momento, aparecen Casuco, Gallart, Lángara, Galé e Inciarte y toman asiento, así en ese orden.

Empieza el partido. La sala se inunda de un silencio tenso, nervioso. Hay mucho en juego. Ni siquiera tocan el sushi que ha traído Chus de Labra. Pronto se impone el fútbol. "¡Ohhhh!" El gesto técnico de Hassan, menudo control, impresiona a todos. Bueno, a todos no… "Bah, becarios…", apunta en bajito Dubovsky, repanchingado en su asiento, mientras da otro trago largo a la cerveza. Cazorla hace un cambio de juego, preciso, exacto, para romper de un solo envío la presión del rival. "No está mal, no está mal… Pero demasiado alta", musita Falín.

Míster Pentland critica el planteamiento ultradefensivo de Paunovic, semejante catenaccio indigno del Real Oviedo. "¿Ese entrenador es italiano?", pregunta, mientras da otra calada a un enorme puro. "Míster, hace tiempo que el 2-3-5 pasó de moda..", trata de explicarle Oscar Álvarez para decepción del británico: "No veas ahora cómo protegen a los porteros. ¡Menudo chollo!".

Un córner de Colombatto se queda corto. "¡Cerrado! ¡Más cerrado!", se exalta Emilín. Antic apunta que se debe hacer más daño a balón parado. "Veljko, hijo; hay que poner más diapositivas".

El árbitro pita una faltita en contra del Oviedo. "¡Tus muertos!", brama una anciana provista de un afilado paraguas mientras se lanza con intenciones de destrozar la tele. Arnau se estira con reflejos felinos, eso nunca se pierde, para neutralizar a La Pixarra en plena estampida. ¡Paradón! Es la tercera vez que la detiene en 30 minutos.

Marca el Mirandés. No pasa nada. "Claro, jugando con carrileros... Así cualquiera", teoriza Brzic. Empata Cazorla. Un estruendo. Anota Chaira. La sala tiembla. Marca Portillo. Las nubes se tambalean.

El árbitro señala el final. Los tres pitidos suenan a música divina. Hay abrazos, gritos, euforia descontrolada. Lágrimas, también. Rufo ladra de forma desenfrenada. "¡Por los que no estamos!", propone Marigil mientras descorcha el champán. Es un ascenso celestial.

"¡Como en el 88!", grita el presi Bango. "Vaya prórroga de Lucas, ¡viva la cantera!", interviene Silva. "Ya os lo advertí, pendejos: este era el año", señala con acento mexicano Doña Malena. Vázquez-Prada, que se ha pasado todo el partido tomando notas en su libretita, ofrece su titular: "Merecen el cielo".

Salen de la sala felices, eufóricos, aunque no tienen claro dónde celebrarlo. "¿Vamos a La Cueva? Don Pelayo tiene la mejor sidra de aquí arriba". Tensi, pleno de felicidad, deja por un momento los abrazos, toma el móvil, abre el Whatsapp y contesta al primer mensaje de felicitación para seguir una tradición que nunca falla. Tampoco allí arriba: "Gracias, Brujo. ¡Siempre eres el primero!".

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