Este lugar de Malleza no solo es un bar, sino un auténtico museo que cumple 130 años de historia hostelera
"El pueblo no es un sitio de paso", cuenta el responsable del establecimiento, que también da clase de cocina en Langreo

Rubio en el interior del establecimiento. / Ángela Rodríguez

Por su decoración cuidada y rigurosa, la puerta de entrada al restaurante puede parecer, en realidad, el portal a un viaje en el tiempo. Sin embargo, la sensación al adentrarse en las entrañas de “Al Son del Indiano”, en Malleza, es mucho más parecida a la de llegar al hogar. Este establecimiento de la Plaza Mayor del pequeño pueblo salense, no solo es lugar de reunión por ser el único bar de Malleza, sino un auténtico museo vivo que atesora 130 años de historia hostelera.
Sobre un bolero que suena como pinchado en vinilo, Luis Rubio relata la historia del histórico edificio en el que vive y, desde la década de los noventa, trabaja. “Este pueblo no es un lugar de paso, a comer aquí hay que venir a propósito. Por eso, fidelizar al cliente es siempre nuestro propósito y lo que nosotros valoramos. Estudiamos mucho lo que le gusta a la gente y lo que demanda”, cuenta el chef desde un edificio que en 1895 abrió como bar.
Rubio es de los que huye de las modas, de verdad. Y de los que apuesta por el medio rural con más hechos que palabras. Vive en Malleza y, cada día, se desplaza a Langreo, donde da clases de cocina y gastronomía, desde 2016 en la Escuela de Hostelería de Valnalón. “La verdad es que no siempre es fácil, pero no lo cambio. A mí me gusta esto”, cuenta, bajo la atenta y orgullosa mirada de alguno de sus vecinos.

Fachada del inmueble. / Ángela Rodríguez
Y es que este establecimiento, que antes fue “Casa El Francés” y “Casa Miguel”, sigue siendo la casa de muchos. También en invierno, aun con menor afluencia, permanece abierto para dar servicio a los vecinos, ya que es el único bar del pueblo. Allí se encuentran, toman el café y “arreglan el mundo” al calor de la chimenea de Luisy de un lugar lleno de historia para el pueblo de Malleza.
Luis Rubio tenía tan solo veinte años cuando se hizo cargo de la cocina del histórico bar y cuando descubrió que aquello era lo suyo. “Paulino Lorences, muy conocido por todos aquí, era el antiguo gerente de la casa y quién reabrió el establecimiento en 1993, tras comprar la casa un año antes. Yo empecé a trabajar con él, atendiendo el bar, ya que él tenía también entonces la farmacia, que estaba pegada al edificio. Una cosa llevó a la otra y montamos el restaurante para dar tapeo y otra cosa llevó a la siguiente y fue creciendo hasta que entré a ocuparme de la cocina. Trabajamos juntos hasta el 2010 y luego ya me quedé yo al frente”, explica Rubio.
A su lado, también Inés Rubio, su hermana, tira por el negocio. “Circunstancias de la vida” la llevaron a subirse al barco, hace ahora nueve años, por suerte para los clientes. Ella es la “maitre”, que recibe a los comensales y los guía a través de la experiencia culinaria. “La verdad es que somos un tándem. Donde no llega uno, llega el otro”, asegura la profesional, hermana mayor y apoyo del chef.

Inés Rubio junto a los objetos antiguos que decoran el local. / Ángela Rodríguez
Ambos recogieron, hace unos meses, el preciado Plato de Oro otorgado por Radio Turismo, un “símbolo de excelencia, calidad y dedicación” destacan sus promotores, que llenó Salas de orgullo. “La verdad es que no somos muchos de galardones pero, cuando nos llamó Carlos Guardado y dijo que nos lo concedían, vimos de que iba y nos encantó. La verdad es que fue muy chulo compartir con otros profesionales y nos sentimos muy apoyados y arropados por el alcalde y el Ayuntamiento”, destaca Luis.
“La verdad es que pasamos por varias épocas en estos treinta años. Tuvimos, por supuesto, momentos super creativos pero, en general, no somos mucho de seguir modas. Ahora estamos regresando a lo de siempre, a la esencia de casa, con productos de cercanía y de mejor calidad. Siempre escuchando al cliente. Eso sí, hay cosas que siempre gustan y no se pueden sacar de la carta, como las croquetas líquidas de ortigas o las patatas rellenas de pitu caleya”, cuenta el chef.

Uno de los rincones del local. / Ángela Rodríguez
Siempre partiendo del territorio y honrando el importante legado histórico del rincón salense, “Al Son del Indiano” conserva en, sus paredes, pedazos únicos de la historia de Malleza. Desde el siglo XIX, el edificio albergó una posada, “incluso antes de que se construyera la iglesia frente a ella”. ”Todos los acontecimientos, tanto buenos como malos, tuvieron lugar en este emblemático edificio”, cuentan en la zona. En la misma taberna, “donde se jugaban partidas de dominó en las mesas de mármol blanco que aún se pueden apreciar hoy en día”. También había un gran salón de baile que, en los años treinta del siglo pasado, se transformó en una sala de cine. En el espacio, hoy uno de los tres comedores del restaurante, todavía se conserva un antiguo piano con sus teclas de marfil, y un billar.
En el antiguo escenario, ahora un espacio vacío que durante el año se utilizaba también como almacén de salazones, actuaron grandes estrellas del espectáculo asturiano como El Presi y Los Tres Ases. También las orquestas locales, La Estrada, La Valquiria y La Boston, que arrancaron risas y bailes a los vecinos de Malleza. Unos afortunados que conservan en “Al Son del Indiano” un museo de su pueblo, un lugar de encuentro vecinal, y un restaurante de primera.

Luis e Inés Rubio en el local. / Ángela Rodríguez
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