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Opinión

Salas

Que llueva, que llueva...

Que llueva, que llueva...

Y de cómo temblamos cuando se cumplen nuestras plegarias.Sufrimos tanta sequía el año pasado, que pasamos dos días de tres mirando al cielo, suplicantes: “Que llueva, que llueva…” Pues toma. Ahora no paramos de pedir que pare ya, por favor. Que anhelamos ver el cielo azul, que extrañamos la tibieza del calor del sol en la cara.

Si es por pedir, ¡pidamos! Para que luego, cuando por fin lleguen los días de bochornos y sofocos, nos saturemos rápidamente y busquemos refugio en lugares frescos y húmedos que nos ayuden a sobrellevarlos. Que el inconformismo y la queja forma parte de nuestra sociedad, es una realidad que no puede negarse.

Que cada vez vamos perdiendo mayor capacidad de adaptación al medio, también lo es. Que las cosas van cambiando cada vez más deprisa, que hasta las certezas inmutables parece que se tornan caprichosas y anárquicas. ¿Quién iba a decirnos que las estaciones dejarían de serlo? ¿Quién podría imaginar que el invierno perdería su blanca esencia, que el verano sería “veroño”, que el otoño secaría y que la primavera se ocultaría bajo un manto de lluvias cuasi tropicales?

Ya sea por la emergencia climática, o bien por la leyenda que circula sobre las consecuencias de secretos y carísimos experimentos tecnológicos que buscan precisamente controlar el clima, ya sea por los ciclos que atravesamos como parte de la polaridad que conforma la vida, con opuestos complementarios: la quietud en el movimiento, el sonido en el silencio, la estabilidad en la agitación, …

La parte que nos toca es asumir tantos cambios y adaptarnos a ellos. La evolución social de la civilización ha estado intrínsecamente ligada al uso y a la gestión del agua. Desde los primeros asentamientos agrícolas permanentes en las orillas de los ríos Nilo, Tigris y Éufrates, hasta la adopción de la irrigación, facilitada por variaciones en el nivel del mar, se han ido sucediendo cambios en la población y transformaciones sociales fundamentales, entrelazando la historia social y ambiental a lo largo del tiempo. Que somos agua va más allá de nuestros propios cuerpos. El agua nos rodea, nos dirige, nos moldea. Nos conecta con el origen de los tiempos, con el universo mismo, con lo que somos y siempre hemos sido. Ella está en todo. Y todo está en mí.

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