Germán Rodríguez, pediatra mierense, leyó un día de 2010 una estadística que le impactó profundamente: en Guatemala, uno de cada dos niños padece de desnutrición crónica, con la tragedia que ello conlleva. Crecerán con limitaciones físicas y mentales que los condenan, de por vida, a ser ciudadanos de segunda.

Germán decidió que podía hacer algo. Ya jubilado -sólo atiende en su clínica particular-, tomó los bártulos y viajó a Guatemala. Tras una investigación previa, eligió la zona Ixil (Quiché, norte de Guatemala), una de las más abandonadas por el Estado, también la región más castigada por la guerra civil que ensangrentó a este país centroamericano entre 1960 y 1996. La represión fue tan feroz que ha sido considerada como un genocidio y muchos altos mandos de la época son juzgados o han recibido penas por ese delito.

En los últimos siete años y tras los contactos necesarios con las autoridades sanitarias locales, Germán Rodríguez llega todos los veranos a Guatemala cargado con las maletas de medicamentos que logra recolectar entre amigos y colegas asturianos, se calza las botas y se interna en la selva. Ha conocido y curado casos que se consideraban perdidos, con el reconocimiento de sus beneficiarios y sus familias, quienes decidieron llamarlo "don Ángel", en reconocimiento a su labor.

Su fama de bienhechor se ha extendido tanto en la zona que este año, nada más conocerse su presencia en Nebaj (la cabeza municipal de la región), los padres de Miguel Noé Hermoso Marroquí, de 13 años, se acercaron a él en busca de ayuda. El chaval sufrió un accidente en 2012 y fue llevado al hospital de Quiché (la capital de la provincia), donde fue atendido con tal nivel de torpeza que le dejaron inútil el brazo izquierdo. Rodríguez lo llevó inmediatamente al hospital local, donde le hicieron las radiografías para conocer las posibilidades de que recuperara su extremidad.

"Tuve la suerte de encontrar allí a un traumatólogo guatemalteco, Esaú Ixcaquic, que hizo la carrera en La Habana becado por el Gobierno cubano", cuenta Rodríguez. Tras someterlo a los exámenes correspondientes, Ixcaquic dictaminó que el caso tenía solución y decidieron operarlo.

Aunque los tratamientos en los hospitales públicos guatemaltecos son gratuitos, es frecuente que no existan los materiales necesarios y en este caso era necesaria una placa (el hierro para enderezar los huesos) que costaba de 3.000 quetzales (unos 350 euros), el salario de seis meses de los padres del niño. El gasto fue asumido por la Asociación Sira Pro Guatemala, con sede en Mieres. La intervención fue un éxito y Miguel Noé se recupera satisfactoriamente. "El doctor Ixcaquic tiene unas manos privilegiadas y una vocación de servicio admirable. Un traumatólogo estadounidense quiso contratarlo para su clínica privada en aquel país, con un sueldo estratosférico para estas latitudes, pero Esaú ha decidido que su misión está en la zona rural de Guatemala, ayudando a los más desfavorecidos. Muy pocos médicos hacen eso", comenta Germán Rodríguez con un deje de admiración.

Éste es el "milagro" más reciente de "don Ángel".