El gijonés Guillermo Miguel González Pire es un doble ejemplo solidario en lo que a donaciones de sangre se refiere. No sólo por el número (acumula ya 79), sino también por el "esfuerzo" que para él ha supuesto hacerse donante, habida cuenta de su miedo a las agujas hasta hace no tanto tiempo.

González, de 57 años, trabaja en Proyecto Hombre, con lo que la solidaridad y la necesidad de echar una mano la lleva grabada a fuego. Pero el pinchazo y la salida de la sangre directa a una bolsa es algo que le daba cierto pavor. De hecho "empecé tarde a donar, con 40 años. Siempre quise, pero me daba miedo. Hasta que un día pensé: vamos a ver, soy un adulto y tengo que poder hacerlo". Así las cosas, un buen día se puso a ello, como quien se marca una tarea en la lista de cosas por hacer, y hasta hoy. "Aún me cuesta, pero ahí sigo. Cada vez que voy me dan cita para la siguiente donación, la apunto en la agenda y es una rutina ineludible", afirma.

En su caso empezó con aféresis (la técnica mediante la cual se separan los componentes de la sangre), con lo que puede realizar hasta cuatro donaciones al año (el máximo para donaciones normales de sangre es dos al año). Y así, poco a poco, se ha ido acercando a las 80, algo que considera un gesto "muy sencillo y necesario; la gente no es consciente del alcance que puede tener donar sangre; el hecho de que vayas al hospital y necesites una transfusión y la tengas. No sabemos la joya que tenemos en el sistema español, gratuito y a un nivel muy alto. En otros países hay que pagar por recibir una transfusión", reflexiona Guillermo Miguel González.

Pese a haber empezado a los 40, su experiencia con las donaciones se remonta a hace años, cuando era estudiante y tenía un compañero con leucemia. "Fuimos todos a donar pero al final a mí no me sacaron sangre porque no era del mismo grupo". Pasaron los años y ahora "todos los compañeros de la oficina somos donantes, parece que ha cundido el ejemplo", bromea, consciente de que "sería necesario que nos lo marcáramos como un reto, porque es algo que no lleva ni media hora y las necesidades son constantes; parece que nos quedamos tranquilos pensando que ya lo hacen otros y no debería ser así", advierte. Porque, como en su caso, "querer es poder". Y encima, "no duele nada, tienen trucos buenísimos para que no te enteres del pinchazo".