Asturias es la comunidad autónoma con más hogares en los que sólo vive una persona: el 29,9 por ciento del total, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Esta tendencia no hace más que aumentar. Para hacerse una idea, podemos ver que, en España, los domicilios en los que sólo vive una persona de 65 o más años han aumentado un 1,4 por ciento en un año: de 1.933.000 hogares en 2016 a 1.960.000 en 2017 según el INE. Estos datos nos dan pie a tratar un aspecto que cada vez preocupa más a los trabajadores sanitarios: la soledad.

La soledad puede definirse de muchas maneras. Por ejemplo, en 2007, la autora Ramona Rubio describió la soledad como una condición de malestar emocional que surge cuando una persona se siente incomprendida o rechazada por otros, o carece de compañía para las actividades que desea realizar, tanto físicas como intelectuales, o para lograr intimidad emocional. En un trabajo publicado en 2001, cuando preguntaban a los españoles, los ciudadanos la definían con estas palabras: ausencias de personas, sufrimiento, no tener a quien acudir, angustia, insatisfacción y miedo.

La soledad se puede sentir en todas la edades, pero es en la edad avanzada cuando más presente está, debido, entre otros cambios vitales, a la jubilación y a la viudedad principalmente. Pero no por el hecho de vivir solo quiere decir que una persona se tenga que sentir sola.

La soledad puede dividirse en dos componentes diferenciados: la soledad emocional, que es una carencia de cercanía o intimidad con otro, es decir, necesidad de una relación intima; y, por otro lado, estaría la soledad social, que sería un déficit en las relaciones sociales, en la red social y en el soporte social, es decir, la pertenencia a un grupo.

Como podemos ver, puede haber personas que vivan solas y no se sientan solas, ya que tienen sus necesidades de relación social cubiertas. Pero también puede ocurrir lo contrario: personas que vivan acompañadas y en las que esta necesidad de relación social no esté satisfecha. Según diversos autores, la soledad social afectaría más a las mujeres que a los hombres, a las personas viudas, a las personas mayores con bajos recursos, a personas que tienen mal estado de salud y/o problemas de movilidad. Varios estudios relacionan esta carencia de relaciones sociales con problemas de salud que principalmente afectan a las personas de mayor edad, como pueden ser demencia, rehospitalización, mayor número de caídas y un mayor riesgo de mortalidad.

En referencia a nuestra comunidad autónoma, según la Tercera Encuesta de Salud de Asturias, publicada en 2013, un 14 por ciento de la población piensa que su vida social es poco satisfactoria o insatisfactoria por completo. En la encuesta realizada en 2008, la satisfacción era superior y la insatisfacción era muy inferior a la actual. La insatisfacción respecto a las relaciones sociales va aumentando con la edad. Por lo tanto, las personas que reflejan una mayor insatisfacción son las de mayor edad, y en especial las mujeres. Las personas que viven en la zona rural tendrían más problemas para relacionarse, teniendo en cuenta que es donde hay más población envejecida.

Por otro lado, el hecho de formar parte de una red social, es decir, de tener un grupo de personas con las que relacionarse en el día a día, influye de manera positiva en la salud de las personas mayores. Ante un problema de salud, la compañía puede evitar el declive o incluso facilitar la recuperación. Las personas mayores que tiene una red social bien consolidada tienen menos riesgo de padecer discapacidad.

Desde el punto de vista sanitario, cada vez se hace más importante la identificación de las personas con soledad social. Hay diversas herramientas para detectarlas, como un pequeño test de preguntas, con el cual podemos saber si la persona puede tener cierto nivel de soledad social.

Una vez identificada esta carencia en las relaciones sociales, y si la persona quiere, se le puede aconsejar que acuda a ciertos recursos o activos de salud donde poder establecer dichas relaciones sociales: asociaciones, grupos, talleres de diversa índole... Siempre según los gustos de la persona. Resulta destacable el trabajo que lleva a cabo el Observatorio de Salud del Principado de Asturias en la recopilación de estos activos de salud: en su web están recopilados multitud de estos recursos para poder recomendar de una manera dirigida o dar a las propias personas la opción de escoger.

Como puede verse, la soledad social es un problema que tiende a aumentar y a afecta de manera integral a las personas, ya que conlleva problemas psicológicos, físicos y sociales. Por lo tanto, la sociedad debe responder de manera adecuada, aportando recursos económicos, sanitarios y sociales, y al mismo tiempo trabajando con la comunidad para que estos recursos se apliquen donde y cuando hagan falta, y de la manera más eficaz.