En la época estival y con el aumento de la exposición a los rayos solares, en muchas personas aparecen erupciones en la piel. Generalmente en brazos, piernas y el pecho, caracterizadas por el picor y el enrojecimiento de la piel. En muchas ocasiones estos síntomas son sinónimo de estar sufriendo una reacción alérgica al sol.

Problemas como urticarias papulares, placas o alergias ulcerosas son las consecuencias de padecer reacciones contrarias a los rayos solares. El sol tiene efectos positivos sobre el metabolismo humano, como es el incremento de la vitamina D, pero también puede ser un elemento ante el hay que protegerse. En casos como los anteriormente citados casos, se recomienda usar un fotoprotector de alta protección y en caso de no producirse una mejora, se deberá recurrir a tratamientos antihistamínicos bajo supervisión médica.

Se desconoce la causa primaria exacta de esta fotodermatosis pero el 75% de los casos se debe a la exposición a los rayos UVA, el 10% a los rayos UVB, y el resto, a una combinación de ambas radiaciones ultravioleta. Según afirma una teoría acerca de esta patología, se podría tratar de una reacción inmune del cuerpo provocada por unos receptores en las células de la piel que poseen sensibilidad lumínica.

Los molestos síntomas de esta reacción alérgica se pueden aliviar mediante el uso de productos que ayuden a reducir las manifestaciones usuales de inflamación y enrojecimiento como son los corticoides o antihistamínicos. Estos tratamientos no curan la enfermedad, por lo que es recomendable prevenir evitando el agente causante -el sol- en la medida en que sea posible.

También es conveniente usar sombreros, ropas y protectores solares adecuados, así como habituar la piel poco a poco al sol. Tampoco se deben aplicarse perfumes, desodorantes y cosméticos al tomar el sol. Y, además, los alimentos o bebidas ricas en antioxidantes y con aceite omega-3 también contribuyen a prevenir la alergia al sol.