Con la familia Morís de la Tassa la medicina, en Asturias, tiene un filón. La semilla la plantó el padre, Joaquín Morís Martínez -primer jefe de Medicina Interna de la Residencia Sanitaria Gómez Sabugo, origen del Hospital de Cabueñes- y prendió tan fuerte que cinco de sus nueve hijos -Joaquín (internista), César (cardiólogo), Carmen (otorrino, casada con un traumatólogo), Nevada (enfermera) y Germán (neurólogo)- despliegan cuidados a los pacientes de la región. "Para nosotros, ésta es más que una profesión", declara Joaquín Morís de la Tassa, jefe de la unidad de gestión clínica de Medicina Interna del Hospital Universitario de Cabueñes y un colaborador nato de la sanidad desde los ámbitos de la docencia, la investigación o la planificación. "La primera vez que mi mujer entró en casa -Paloma Fernández, también médica- mi madre le dijo: 'Qué suerte tienes, que podrás participar de las conversaciones de los domingos'", cuenta como anécdota el primogénito de la estirpe. Por algo dice sin titubeos: "Nunca se me pasó por la cabeza ser otra cosa que no fuera médico".

- ¿Nunca?

- Nunca. Mi padre fue médico rural en Llanera y nos llevaba en algunas visitas a mí y a mis hermanos. Tengo el recuerdo de esas consultas a domicilio, e incluso conservamos alguna fotografía de aquellos años, con mi hermano César y yo aún en el cuello de mis padres, porque éramos muy pequeños.

- Así que ver el cuidado tan cerca y desde tan pronto le marcó.

- Percibo que ahora la gente que se ha formado en medicina hospitalaria piensa que a las puertas del hospital se acaba todo y eso no es, ni mucho menos, verdad. Yo lo comprobé a finales de los años cincuenta con el trabajo de mi padre, y lo vi luego también en los ochenta, cuando hice medicina comunitaria. Fue un año y medio que pasé en el ambulatorio de la Lila y luego en el de Pumarín de Gijón, antes de sacar la plaza en Cabueñes. En esos ambientes se pueden hacer muchas cosas. El trato con la gente es muy diferente, conoces al paciente en su medio, sabes circunstancias de la familia... Eso, al final, también puede formar parte de la historia clínica y las terapias.

- O sea, que usted está en el hospital, en el mismo puesto que ocupó su padre hace casi medio siglo, como podría estar en cualquier otro ámbito sanitario.

- Sí.

Joaquín Morís de la Tassa tuvo en Cabueñes, en 1975, su primer trabajo y llegó para quedarse, con plaza ganada por oposición, en 1980. En la actualidad no sólo es uno de los veteranos profesionales del centro gijonés, sumido en los últimos años en un importante relevo generacional, también tiene responsabilidades organizativas como jefe de un equipo de casi cien personas -toda la unidad de Medicina Interna- y es un hombre de confianza para los gestores de la sanidad pública. Lejos de estar llegando a su amortización profesional, siempre anda en proyectos.

- ¿La sanidad no le ha saturado?

- No. Por edad, muchos compañeros están jubilados, pero yo, al ser profesor de la Universidad, puedo prolongar la carrera. En la actualidad sigo viendo enfermos, pero estoy más dedicado a un proyecto ambicioso que me parece muy ilusionante: la ampliación del Hospital de Cabueñes, la planificación del que va a ser el hospital del futuro para el área sanitaria V.

- Ayuda a definir un hospital en el que se puede decir que no va a tocarle trabajar. ¿Qué le aporta esa encomienda?

- Es ilusionante. Es la medicina del futuro, y de alguna forma quiero participar en esa reflexión y dejar ese trabajo para los que vengan.

- ¿Cambiará tanto el Cabueñes de los próximos años como lo hizo hasta ahora?

- No sabría decir cuál de las dos etapas va a ser de mayor cambio. Desde luego, hay muchas cosas que han cambiado desde que empecé hasta ahora. Antes, la atención que se daba aquí era básicamente maternidad y a enfermos graves que requerían hospitalización, para intervenciones quirúrgicas o enfermedades médicas, y hoy día casi la mitad de lo que vemos son pacientes ambulatorios que no tienen que ingresar. De hecho, el hospital del futuro es fundamentalmente de atención ambulatoria, altamente resolutivo, donde se harán técnicas complejas con el mínimo ingreso o sin ingreso... y es un cambio cultural muy importante.

- ¿Quién debe creérselo más, el profesional o el paciente?

- Ambos. El cambio es tal que, para que los médicos nos lo metamos en la cabeza, el diseño contempla que los despachos de los servicios y las salas de reuniones ya no estarán, como ahora, en la zona de hospitalización, junto a las camas de los enfermos, que era lo que nos parecía antes lo más importante. Ahora esos despachos estarán en la zona de consultas.

- El paciente ha cambiado... ¿y las enfermedades?

- Mucho. Antes, en medicina interna veías muchos pacientes jóvenes, enfermedades graves, patología infecciosa, patología relacionada con conductas poco saludables de vida, sobre todo el alcohol, que es responsable de muchos menos procesos de los que veíamos...

- ¿Nos hemos desalcoholizado?

- Se lucha contra la iniciación de la gente joven en el consumo de alcohol, pero la cantidad que se bebe a lo largo de la vida es bastante menor. Por eso hay muchos menos trastornos que antes eran muy típicos, llámese delirium tremens, cirrosis hepáticas... La sociedad ha cambiado, los hábitos de vida saludable están impregnando a la población, hay más seguridad en general en el entorno, y todo eso genera un cambio.

- Sus pacientes han envejecido enormemente...

- Sí. Hoy en día una proporción muy importante de los pacientes de medicina interna son mayores, pluripatológicos, frágiles... Este servicio tendrá casi 4.000 ingresos este año. Más de la mitad de los pacientes nos llegan de instituciones: centros geriátricos, residencias.... Eso plantea nuevos retos de atención. A los pacientes mayores con cierto grado de deterioro cognitivo, con limitación de las actividades de la vida diaria, los cuidados que debemos prodigarles deben ser a tenor de esa expectativa vital.

- ¿Ese tipo de sociedad envejecida es la que condiciona la sostenibilidad del sistema?

- No. Hoy en día, la sostenibilidad está más relacionada con las nuevas incorporaciones y aportaciones tecnológicas a la atención sanitaria. El impacto de estas nuevas tecnologías es enorme. Me tocó vivir la eclosión de la epidemia del sida, gente joven en la flor de la vida para la que no teníamos tratamiento eficaz. El desarrollo de la industria farmacéutica ha aportado, desde hace años, unos medicamentos que han hecho del sida una enfermedad crónica, como otras. Y ésas son terapias de alto coste económico. Lo mismo pasa con tratamientos oncológicos para los que antes no había nada, terapias hematológicas, las enfermedades que llamamos huérfanas... Hoy en día, en nuestro medio, hay enfermedades cuyo coste para el tratamiento de 100 o 200 pacientes supera probablemente el que se pueda gastar en la hospitalización de 4.000 pacientes ancianos.

- ¿Y el límite dónde está?

- Todo eso plantea problemas y dudas. Es lógico que el enfermo quiera disponer de todos los recursos y terapias más novedosos, y la sociedad ha de ver cuál es el mejor destino para los recursos que tiene. En todo eso hay un fondo político y de decisiones que hay que asumir.

- ¿A la sociedad española hay que recordarle lo que cuesta el sistema de salud público?

- Creo que hay que recordarle, no tanto lo que cuesta, sino que los recursos que se dedican a algo pueden implicar que a otras partidas no lleguen.

- ¿La tecnificación de la sanidad se ha llevado al extremo?

- Es algo que plantea la medicina de hoy. La tecnificación nos ha nublado, tanto a los propios profesionales como a las familias y a los pacientes, hasta el punto de que tiene más consideración el hacer que el no hacer. Pero sabemos que el no hacer, en algunas circunstancias, puede tener un componente más ético y más humano.

- ¿Pondría algún ejemplo?

- El uso de las sondas para la alimentación en pacientes frágiles, con deterioro cognitivo y altos niveles de dependencia. Esos pacientes, que cada vez vemos más, pueden tener trastornos y dificultad para tragar, algo que impacta y angustia mucho a su entorno. Como es una cuestión que nos preocupa, hicimos una revisión amplia de casos. La realidad es que poner una sonda incomoda, no alivia a este tipo de pacientes frágiles, no mejora su estado nutricional ni su supervivencia; y, en cambio, el que un familiar esté cerca, que haya alguien que esté dándole unas cucharadas de alimento al enfermo, aunque sean pocas, es más humano.

- ¿Cómo ve en la actualidad la sanidad pública asturiana?

- Creo que tenemos una sanidad pública envidiable de la que no disponen en muchos lugares del país. El doble aseguramiento en Asturias es, de hecho, menor que en otras zonas de España. En pocos sitios habrá donde la accesibilidad esté tan garantizada como aquí. Pero, como toda organización grande, está expuesta a muchos retos y la gestión del día a día es compleja. Hay que tener una visión estratégica de política sanitaria para prever qué se necesita en el futuro.

- Profesor de Enfermería de la Facultad de Ciencias de la Salud, coordinador de alumnos del grado de Medicina en Cabueñes... ¿Cómo son la nuevas generaciones de médicos y enfermeras?

- Son gente muchísimo más preparada de lo que estábamos nosotros. La capacidad de acceder al conocimiento científico es una de las cosas que más me sorprenden, para bien, de lo que es la atención sanitaria actual. También son jóvenes que tienen otros valores de compromiso con la sociedad -ONG, cooperación...- que no tenía mi generación. Su manejo tecnológico también es muy grande. Pero, por otro lado, algo tan importante de la medicina como es el componente humano, de empatía, entender y comprender las preocupaciones humanas, hay que reforzarlo y no perderlo nunca de vista. Además, cada vez las decisiones en medicina van a ser menos de los profesionales y serán más compartidas. Y habrá que consensuar objetivos médicos con los enfermos y su entorno. Así que las nuevas generaciones van a tener que incorporar la capacidad de comunicación a sus competencias. No me equivoco si digo que la mayoría de las reclamaciones que me toca atender por mi cargo tienen que ver con problemas de comunicación entre el equipo sanitario y la familia, y no con problemas de conocimiento o falta de competencia.

- ¿Qué es la medicina interna?

- Como yo la veo, y como yo la transmito, es una especialidad en la que nunca podremos ver a un paciente y decirle "no tiene nada de lo mío". A nosotros se nos puede decir que ningún enfermo ni enfermedad nos es ajeno.