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Adicción al ejercicio físico: cuando lo sano se convierte en destructivo

Deportistas de élite, ultrafondistas y estudiantes de ciencias del deporte y la salud, entre los colectivos donde más se incrementa la compulsividad

Un deportista en pleno esfuerzo.

La práctica regular de actividad física/ejercicio/deporte es beneficiosa para la salud en todas sus esferas. Reduce el riesgo de padecer gran número de enfermedades, mejora la función cognitiva, fortalece el aparato locomotor (reduce el ritmo de pérdida de masa ósea) y favorece una calidad del sueño adecuada, entre otras muchas bondades.

Por otro lado, puede ser un medio fabuloso de socialización o divertimento y contribuye a gestionar situaciones de estrés. Sin embargo, cuando el deseo y compromiso para ejercitarse se vuelven obsesivos, compulsivos o adictivos, las consecuencias desfavorables superan los potenciales beneficios.

Se estima que existe un 3 por ciento de individuos con adicción al ejercicio en la población general. Este porcentaje se incrementa con el nivel de competición y en grupos concretos (hasta el 42 por ciento) como deportistas de élite, personas que practican carreras de fondo/ultrafondo y estudiantes de ciencias del deporte o de la salud.

Un corredor durante una prueba de ultratrail. LNE

¿Qué es la adicción al ejercicio?

La adicción al ejercicio se ha descrito como un patrón de comportamiento en el cual el individuo que hace ejercicio pierde el control sobre sus hábitos y actúa de forma compulsiva, muestra dependencia y experimenta resultados negativos sobre su salud y su ámbito profesional y social. Muestra las características de toda adicción: tolerancia, abstinencia, pérdida de control, efectos intencionales, tiempo, reducción de otras actividades...

¿Cómo detectarla?

La detección de este problema puede ser complicada, en especial por las conductas de evitación y la tendencia a ocultarlo por parte de las personas que lo padecen. Resulta importante tener conocimiento y estar atento a factores de riesgo, síntomas de alarma de su presencia y otros datos que suelen coexistir con la adicción al ejercicio.

Factores de riesgo

Algunos de los factores de riesgo que pueden predecir la probabilidad de que una persona desarrolle esta adicción son biológicos (por ejemplo, predisposición genética) o psicológicos. Los factores psicológicos incluyen compañías/influencias negativas o tóxicas, abuso de drogas por los progenitores, baja autoestima, delincuencia juvenil o baja adaptación social (no son capaces de adaptar sus conductas y creencias para encajar un grupo).

Mide tu adicción

Es frecuente que la adición al ejercicio se acompañe de condiciones, entre ellas: trastornos de la conducta alimentaria, trastornos de la percepción de la imagen corporal, perfeccionismo, neuroticismo, narcisismo, rasgos obsesivo-compulsivos o adicción a sustancias (nicotina, alcohol, cafeína y otras drogas, incluidas algunas para aumento de rendimiento, complementos o productos comerciales enfocados a deportistas).

Ante la sospecha de adicción al ejercicio (o riesgo de adicción) en uno mismo o en alguien cercano, es importante buscar ayuda profesional para establecer las estrategias necesarias que confirmen/descarten el proceso. En caso de confirmarse, la instauración de un tratamiento es imperativa para poder recuperar y reconducir la conducta y, sobre todo, salvaguardar al individuo de las consecuencias adversas (impacto negativo y peligroso sobre salud física y mental).

Aquí puedes acceder a un formulario en el que es posible una estimación aproximada del riesgo de adicción al ejercicio:

https://bit.ly/adictoEjercicio

Una deportista entrenándose.

Síntomas de alarma

Algunos síntomas de alarma que hacen sospechar de adicción al ejercicio incluyen:

1) Sentimiento de culpabilidad o ansiedad cuando no se realiza ejercicio.

2) Ejercitarse incluso cuando no es conveniente o perturba la actividad diaria.

3) Restar tiempo a otras ocupaciones diarias por la necesidad de ejercitarse.

4) El ejercicio ya no proporciona disfrute o diversión.

5) Necesidad de practicar ejercicio incluso en presencia de lesiones o cuando se está enfermo.

6) Elusión de actividades laborales, académicas o sociales para realizar ejercicio.

El individuo adicto al ejercicio busca conversación en este campo, incluso llegando a juntarse con otras personas que hablen de los mismos temas. Es frecuente que polarice su conducta a cualquier tendencia que esté relacionada con la práctica de ejercicio. Esto incluye adopción de patrones de alimentación (ayuno intermitente, dieta cetogénica, dieta paleo, restricciones dietéticas, veganismo...), utilización de complementos/suplementos (a veces comercializados en los propios centros deportivos en los que se ejercita, que pueden depender de estrategias de venta piramidal, patrocinios o incentivos), obsesión por monitorizar su actividad (física, alimentación, ritmo cardiaco, peso...) mediante dispositivos («wearables», pulseras de actividad). Estas conductas son el gancho que utilizan muchas empresas para canalizar sus ventas, con mensajes persuasivos y, a veces, incluso falsos o fraudulentos.

Fases del desarrollo de la adicción

El desarrollo de adicción al ejercicio suele atravesar una serie de fases desde su inicio hasta que se convierte en una clara amenaza para la salud física y mental.

-Fase 1: Ejercicio recreacional.

De forma inicial, la persona suele estar motivada a realizar ejercicio porque quiere mejorar su salud y forma física, o simplemente porque encuentra placentero ejercitarse de forma regular. Durante esta fase, se disfruta del ejercicio y se percibe una mejoría de la calidad de vida. Aunque el individuo se adhiera de forma firme al plan de ejercicio, no hay consecuencias negativas si un día se pierde un entrenamiento, por ejemplo.

-Fase 2: Ejercicio de riesgo.

La persona se sitúa en «riesgo de adicción al ejercicio». Existe un incremento en la frecuencia e intensidad de los entrenamientos. La motivación inicial para ejercitarse sufre un giro, del disfrute a la liberación de estrés y disforia, o para mejorar la autoestima mediante el intento de modificar la apariencia corporal. De esta forma, el ejercicio es fundamentalmente una vía para lidiar con experiencias o sentimientos de disconfort.

-Fase 3: Ejercicio problemático.

Los problemas comienzan a emerger en esta tercera fase. La persona organiza su vida diaria en torno al régimen de ejercicio, que se vuelve crecientemente rígido en su patrón de ejecución. Si la elección del ejercicio solía implicar una actividad social (por ejemplo, correr en grupo), el sujeto opta por añadir entrenamiento por su cuenta. Pueden aparecer cambios de humor e irritabilidad si la rutina de ejercicio se ve interrumpida o si tiene que limitar su práctica por una lesión. A pesar de la lesión, buscará otras formas de ejercicio para satisfacer sus necesidades. Por ejemplo, si se tuerce un tobillo corriendo, pasará a hacer pesas o bien otra forma de compensar la actividad hasta que retome la carrera.

-Fase 4: Adicción al ejercicio.

Todo gira ya alrededor del ejercicio. Continúa el incremento de frecuencia e intensidad de los entrenamientos, que causa disrupción del resto de esferas vitales. Más que la búsqueda del disfrute, el objetivo prioritario es evitar los síntomas de abstinencia que aparecen cuando no se realiza la actividad. Las conductas que el sujeto desarrolla para poder conseguir este fin pueden ser desmesuradas, violentas, irracionales incluso peligrosas (amenazas que, en ocasiones, puede llegar a cumplir).

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