Psicología

Psicoterapia con criterio

El paciente debe esperar del psicólogo cierta neutralidad, pero siempre con una actitud activa y de apoyo

Esther Blanco, durante una sesión de terapia. |  | LNE

Esther Blanco, durante una sesión de terapia. | | LNE / Esther Blanco y Andrés Calvo

Esther Blanco y Andrés Calvo

Con una tasa ínfima de psicólogos en la Seguridad Social y una supuesta epidemia de falta de salud mental, el sistema se encuentra desbordado. La asistencia psicológica se ha vuelto un privilegio al alcance de algunos pocos siendo el resto condenados a una medicalización del malestar. En un momento donde todo el mundo parece necesitar terapia, esta se está convirtiendo en un producto más de consumo donde impera el "todo vale".

Exceso de licenciados en Psicología; programas docentes en ocasiones reduccionistas; formación posterior solo al alcance de unos pocos; problemas internos dentro de la propia disciplina y un acceso al mercado laboral sin una supervisión de obligado cumplimiento llevan en ocasiones a los profesionales a intervenciones iatrogénicas para con sus pacientes.

También prolifera la demanda psicológica solicitada con urgencia; amenazas de ir en busca del terapeuta más veloz; presiones para obtener beneficios inmediatos; búsqueda de consejos o pautas de efecto inminente y, en definitiva, solicitud de soluciones sencillas para problemas complejos, cuando no sociales o laborales de difícil solución desde la psicología. Es la búsqueda de un aliado que se ponga de mi lado frente a un otro y frustraciones expresadas en las redes a golpe de clic.

Los políticos se escinden y nos escinden, nos radicalizan emocionalmente. Lo bueno y lo malo no se integra dentro de una misma persona: "o conmigo o contra mí", "los buenos y los malos". Y todo ello al servicio del gusto por la victoria. Se mantienen los valores que favorecen los trastornos de base narcisista entorpeciendo el avance hacia algo superior y común.

Estamos necesitados de soluciones complejas que exigen la autocrítica de demasiados participantes y trataremos de ofrecer nuestra experiencia al servicio de quien quiera saber qué es una psicoterapia y qué ocurre en el encuentro entre paciente y terapeuta. Se hace necesaria una clara definición de qué es una psicoterapia para que esta no se convierta en un instrumento más al servicio modas.

Estamos acostumbrados a pensar en los problemas psicológicos o síntomas como "averías" que debemos combatir. La ansiedad, la depresión y los problemas relacionados con la alimentación son los síntomas más frecuentes entre nuestros pacientes. Además de toda una serie de dificultades de relación expresada en los desencuentros matrimoniales y paternofiliales.

Sin embargo, todo aquello que se manifiesta como síntoma molesto por el paciente o se expresa en forma de problemática relacional, debe poder ser explorado dentro de un encuentro terapéutico de calidad. Un psicólogo no representa un guía omnipotente que todo lo sabe, sino un agente que escucha, siente, reflexiona, indaga, plantea contradicciones, induce al conocimiento de la mente propia y asume la falibilidad de sus pensamientos y los de los demás. Considera al paciente inteligente y fomenta su funcionamiento reflexivo para que este pueda llegar a sus propias conclusiones. Un terapeuta que se precie, no se ofrece a soluciones que fomentan la dependencia. Promueve la consolidación de la identidad con el objetivo de mejorar la percepción y la vivencia de sí mismo y el funcionamiento interpersonal.

Un psicólogo no ofrece un encuentro "amistoso" donde ambos comparten experiencias. Del terapeuta se espera cierta neutralidad, pero con actitud activa y de apoyo. Aunque su interés en prestar oídos sea máximo, será cauto en su proceder. En lugar de centrarse en la constelación de síntomas o de conductas, dirigirá intervenciones hacia el objetivo de modificar el funcionamiento individual e interpersonal.

Sin un modelo coherente de la patología de la personalidad o de la identidad, existe el riesgo de generar unos ciclos repetitivos de rastreo de síntomas o una exploración psicológica carente de dirección donde el paciente queda atrapado manifestando su malestar una y otra vez corriendo el riesgo de una retraumatización sin salida.

Dicho lo cual, cuando un paciente llega a consulta se verá inmerso en dos procesos básicos: una evaluación dirigida no solo al síntoma y la disfunción actual, sino también a identificar los dominios de funcionamiento subyacentes con la finalidad de entender su personalidad y su funcionamiento intrapsíquico. Así como un posterior tratamiento psicológico diseñado a medida de cada paciente destinado a fomentar la reflexión y la capacidad de contemplar otras perspectivas. Todo ello con la finalidad última de hacer desaparecer el síntoma.

No se trata de aplicar todas las técnicas existentes en psicología dentro de una suerte de eclecticismo vacuo, sino que será la personalidad del paciente la que debe guiar el proceso de terapia combinando las diferentes técnicas disponibles al alcance del terapeuta de cuya pericia dependerá el resultado final. Nada más lejos de un encuentro "low cost" que a nadie beneficia y que banaliza no solo la psicoterapia, sino una forma de estar en el mundo y de relacionarse con los demás.