Entrevista | Alejandro Braña Vigil Jefe de Traumatología del HUCA, se jubila tras 50 años en la sanidad pública

El médico que "abría" el HUCA todas las mañanas y que ha hecho más de 10.500 operaciones en 50 años se jubila

Alejandro Braña Vigil, jefe de Traumatología: "No tengo ninguna duda de la capacidad ni de los conocimientos de los médicos jóvenes"

Alejandro Braña Vigil, en su despacho del HUCA.

Alejandro Braña Vigil, en su despacho del HUCA. / David Cabo

Pablo Álvarez

Pablo Álvarez

El médico más madrugador del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA), el que siempre llega a su trabajo minutos antes de las seis y media de la mañana, se jubila. Alejandro Braña Vigil (Oviedo, 1950) cumple 73 años el próximo 20 de agosto y ese mismo día dirá adiós a casi medio siglo de dedicación a la sanidad pública. Cincuenta años en los que ha practicado unas 10.500 intervenciones quirúrgicas. 

El doctor Braña es una de las figuras más relevantes de la medicina asturiana de las últimas décadas. Ha sido jefe del servicio de Cirugía Ortopédica y Traumatología del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) durante 14 años, más otro lustro previo al frente de la misma área del extinto Hospital General. Además, fue presidente del Colegio de Médicos de Asturias a lo largo de ocho años, y secretario general otros doce. En esta entrevista, Alejandro Braña analiza su trayectoria profesional, que en realidad no concluye del todo, pues continuará ejerciendo en su consulta privada.

–Ha trabajado mucho en la sanidad pública y en la privada, ha presidido el Colegio de Médicos y ha tenido seis hijos y un matrimonio feliz. ¿Cómo ha sacado tiempo para todo ello?

–La laboriosidad y cierta tendencia al orden mental me parece que están detrás de esto. Pero estoy convencido de que buena parte, o directamente la mayor parte, de lo que se consigue es gracias a la ayuda de los demás.

–¿De quiénes especialmente?

–Pienso en mis padres, que nos educaron a mis hermanos y a mí en los valores del trabajo, la honestidad y el sacrificio personal que todo fin importante tiene; los maestros de mi profesión y de mi vida; quienes robustecieron mi inquebrantable vocación médica; mis compañeros de trabajo, de los que aprendo y recibo el estímulo diario; mis compañeros de vida, mis amigos y, muy especialmente, mi familia. He tenido la fortuna de estar casado con una mujer excepcional y formar con ella una familia de seis hijos y, hasta el momento, diez nietos. Falleció hace 16 años, pero sigue estando muy presente en nuestro día a día. Y los enfermos, que han de ser el motor básico de nuestra actividad cotidiana y el estímulo para mantener nuestra competencia.

–¿Cómo era hasta ahora su rutina habitual?

–Soy madrugador. Me levanto a las cinco y cuarto de la mañana y entro en el hospital hacia las seis y veinte. A partir de ahí, tengo una actividad organizada desde hace muchos años con consultas de pacientes, realización de informes, intervenciones quirúrgicas los miércoles y jueves, sesiones clínicas, etcétera. Las tardes las dedico a mi actividad privada. 

–¿Cuántas intervenciones quirúrgicas ha realizado a lo largo de su vida?

–Tengo la costumbre, desde siempre, de anotar todas las cirugías que realizo. Puedo decir con bastante precisión que llevo alrededor de 10.500 pacientes intervenidos en la sanidad pública asturiana. Siempre he tenido la costumbre de visitar los sábados y domingos a los que están ingresados. 

Llevo unos 10.500 pacientes intervenidos en la sanidad pública; siempre he solido visitar los sábados y domingos a los que están ingresados

–¿Va a algún sitio en el que no se encuentre con varios pacientes suyos?

–La verdad es que tantos años de intenso ejercicio profesional me han dado la oportunidad de tratar a muchos miles de pacientes, tanto asturianos como de fuera de nuestra comunidad. Es habitual coincidir en muchos lugares y oportunidades con pacientes consultados o tratados quirúrgicamente. Muchas veces son pacientes a los que he tratado hace muchos años y es un privilegio comprobar la eficacia de la ayuda que les prestas. En otras ocasiones, son pacientes tratados por enfermedades muy graves que han podido ver superadas las amenazas a su salud o, incluso, a su vida. Otras veces, las más, se trata de personas que han tenido un problema de salud que tú has podido aliviar o resolver. 

–Muchas satisfacciones...

–Nuestra profesión nos acerca al ser humano en un momento de máxima vulnerabilidad, cuando su salud se ve amenazada, y es comprensible que esto propicie una relación emocional con el médico.

–¿Cuáles han sido las intervenciones más complejas?

–He realizado un importante número de cirugías de gran complejidad: cirugías de pelvis, extirpaciones del sacro por tumores, extirpaciones vertebrales, cirugías muy complejas del cinturón escapular o de miembros inferiores... Algunas de ellas fueron cirugías pioneras en Asturias , pero creo que cada una de las intervenciones que se hacen deben ser programadas, planificadas y practicadas como si fuera un caso clínico especial y extraordinario. El enfermo que pone su salud en nuestras manos nos otorga el grado máximo de confianza que se puede dar y de ninguna manera debemos rebajar la intensidad de nuestra atención hacia la solución de su problema, por más que se trate, en muchos casos, de enfermedades banales y rutinarias. En la rutina es donde mejor se esconde el defecto de atención y el error.

–¿Con qué momentos se queda de su medio siglo ejerciendo la medicina?

–Estoy convencido de que los de mi generación hemos sido auténticos privilegiados, porque tuvimos la oportunidad de participar activamente en el trascendental cambio de la medicina española, con la creación del Sistema Nacional de Salud y lo que ello ha significado de puerta de entrada a la medicina moderna. También hemos vivido la impresionante revolución tecnológica y de conocimiento de los últimos 30 años. No hay un hito único, ninguna referencia insoslayable, porque la sanidad de nuestro país, con todos los aspectos mejorables que tiene, está enganchada a un proceso de continua mejora.

–Desde su perspectiva actual, ¿quiénes son los maestros que más le han influido?

–Como he señalado antes, necesitaría mucho papel para anotar el nombre de todas las personas a las que guardo reconocimiento por su enseñanza humana y profesional. Desde el padre Valdés de mi época de bachiller, en el colegio de los Dominicos, a los profesores don Antonio Pérez Casas y Beltrán de Heredia, de la Facultad de Medicina de Valladolid. El doctor Sergio Montes Mortera, que fue mi jefe y maestro durante el proceso de formación en el Hospital General de Asturias. Los doctores Maurice Müller, Campanacci, Robert Judet, Cabot, José Luis Bas Conesa, Juan Ramón Jiménez Blanco, Celso de Miguel, Sophie Bonvalot fueron, entre otros tantos, personas muy influyentes en mi proceso continuado de formación.

–Usted inició su trayectoria en el Hospital General de Asturias. ¿Qué recuerdo debe quedar entre los asturianos de ese hospital tan innovador?

–En el Hospital General se inició la medicina moderna en nuestro país. Partiendo de la base del antiguo sistema hospitalario, en este caso de la Beneficencia Provincial, se crea una organización funcional copiada de la medicina americana, la más avanzada en aquel momento. Esto incluyó una formación reglada de médicos especialistas, germen del futuro MIR, así como una modélica escuela de enfermería que, con la contratación de especialistas jóvenes y muy activos, de gran energía y con una excelente formación en hospitales americanos, generaron una estructura asistencial muy potente: sesiones clínicas generales, sesiones de mortalidad, junta facultativa... Especialidades como cirugía vascular, cirugía cardiaca, oncología médica o radioterapia tuvieron, entre otras, su punto de partida en el Hospital General de Asturias.

–¿Los avances más llamativos de la traumatología en el último medio siglo?

–La traumatología y la cirugía ortopédica han experimentado un extraordinario cambio, tanto en lo que se refiere a conocimientos como a equipos de diagnóstico y tratamiento. Así ha sido en toda la medicina, y nuestra especialidad no es ajena a estas mejoras continuas: cirugía artroscópica, prótesis articulares, instrumentaciones vertebrales, "imagenología" muy precisa, con posibilidad de reconstrucciones 3D, rescate de extremidades mediante el empleo de prótesis modulares, empleo de navegador en cirugías especiales, por señalar solo algunas novedades de los últimos 50 años que hoy se utilizan de manera rutinaria.

–¿Cómo han de gestionarse las crecientes listas de espera en el ámbito de la traumatología?

–Una sanidad pública de carácter gratuito y universal va a tener, inevitablemente, listas de espera, tanto de consultas como para las intervenciones quirúrgicas. En nuestra especialidad, el envejecimiento de la población se relaciona con el incremento de las patologías de carácter degenerativo y, por tanto, tiende a empeorar la situación de nuestras listas de espera. Así es en toda España. 

Alejandro Braña Vigil, en su despacho del HUCA.

Alejandro Braña Vigil, en su despacho del HUCA. / David Cabo

–¿Qué se puede hacer?

–Aquí hay una problema grave. Por una parte, es una cuestión numérica, matemática, en la que hay que contar con las necesidades asistenciales que tenemos y con los medios de los que disponemos para resolverlas. Por otra parte, hay un problema humano y social muy serio. Para empezar, lo más importante es asegurar, como creo que se está haciendo, que se establezcan prioridades de atención para los enfermos graves, con cuadros que no permiten demora en el tratamiento. El incremento de consultas y la colaboración público-privada son medidas que contribuyen a aliviar un problema que no es posible resolver por completo.

–¿La sanidad pública puede seguir adelante con su organización actual o necesita una reforma?

–El Sistema Nacional de Salud está regulado por la Ley General de Sanidad, de 1986, en la que se establecen los principios que rigen los servicios sanitarios. Está claro que, desde esa fecha, ni la medicina que realizamos es la misma ni la sociedad a la que se debe prestar asistencia tampoco. Se ha conseguido un desarrollo del sistema sanitario fantástico, que ha colocado a la sanidad española en el grupo de las más avanzadas del mundo, pero desde hace tiempo aparecen problemas funcionales que no sólo son detectados por los médicos, sino también por la sociedad. Me parece necesario que se busque cuanto antes un nuevo Pacto para la Sanidad en el que se definan objetivos que sean beneficiosos para el común y permitan el sostenimiento de nuestro sistema sanitario, en mi opinión seriamente comprometido.

–¿Cómo ve a las nuevas generaciones de médicos?

–Mi generación fue en su día una nueva generación, y supongo que los médicos mayores de entonces no dejarían de mirarnos con cierto espíritu de duda en nuestra capacidad. Yo no tengo ninguna duda de la capacidad ni de los conocimientos de los colegas jóvenes. Acaba de fallecer el gran filósofo Nuccio Ordine, premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2023, defensor del esfuerzo crítico como procedimiento inevitable para la formación y de la búsqueda de la excelencia ética, por encima de los meros intereses materiales. Estos son principios indisociables de la vocación médica y me gustaría que estuvieran siempre presentes en el espíritu de las nuevas generaciones de colegas, tan llenos de conocimientos y tecnología.

–O sea, es usted optimista...

–Tengo claro que las aptitudes de los médicos jóvenes son espléndidas. Tienen una formación muy completa. Lo que no quita que deban prestar una mayor atención a mejorar en actitud, en el trato con el enfermo, un aspecto que siempre será decisivo en nuestra profesión, por mucho que avancen la tecnología, el big data o la inteligencia artificial.

–¿Cómo ha de afrontarse la formación del médico para dar malas noticias?

–La comunicación de malas noticias, y en eso hay un amplio abanico de posibilidades, forma parte de la actividad cotidiana de los médicos, más frecuentemente en algunas especialidades: urgencias, UCI, oncología... Sin embargo, a menudo, esta importante faceta de la relación médico-paciente no se analiza y entrena adecuadamente, dejándola a la habilidad para la relación interpersonal que tenga cada uno y, por consiguiente, dando pie a que se produzca una comunicación insuficiente o errónea. O incluso, aún peor, a que se induzca en el enfermo y su familia un estado de desesperanza que podría tener un efecto muy negativo desde el punto de vista psicológico. 

–Hay margen de mejora...

–Como en tantos otros aspectos de la buena relación médico-enfermo, la comunicación de malas noticias debe analizarse y enseñarse ya en la Facultad y entrenarse durante el periodo de formación.

–¿Qué hará a partir de ahora?

–Continuaré atendiendo mi consulta privada con normalidad, tanto en consulta como la cirugía de los que lo requieran. Por tanto, seguiré vinculado a la profesión. Por otra parte, tengo una gran familia y ya es hora de que disfrute sin tasa de su entrañable compañía. La lectura siempre me ha acompañado, durante todo el tiempo que recuerdo, y seguirá ocupando una parte de mis actividades. Escribir, pintar, compartir parte de la vida con los amigos... Creo que con todo ello voy a estar bastante ocupado en el futuro.

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