Psicología

Está en juego la salud mental de los adultos del mañana

Cuando aparecen conductas anormales en la infancia es el momento de buscar un psicólogo, pero siempre el más adecuado en cada caso

Clínica Persum.

Clínica Persum. / Lne

Esther Blanco y Andrés Calvo

Los escolares acaban de volver a las aulas. Nuestros hijos se enfrentan a nuevos retos cada vez más difíciles que ponen a prueba su estabilidad psíquica. Según señala UNICEF-España, la salud mental de los niños y adolescentes ha empeorado en Europa y especialmente en España, que ostenta la mayor prevalencia de trastornos psíquicos en este rango de población. El suicidio es la segunda causa de muerte más frecuente entre los jóvenes, sólo por detrás de los accidentes de tráfico.

Los datos son más que alarmantes. A cualquier padre o madre le aterra la posibilidad de que su hijo recurra al suicidio como solución a sus problemas. Es evidente que algo no estamos haciendo bien, a juzgar por estas cifras tan altas. ¿Qué no estamos haciendo bien? ¿Pasamos suficiente tiempo con nuestros hijos y cuando estamos con ellos les educamos bien? Si le digo que no a mi hijo, ¿estoy siendo mal padre? En la práctica clínica nos encontramos con adolescentes poco reflexivos que, a menudo, sustituyen su baja capacidad de abstracción con unos pseudocriterios dogmáticos que apuntalan la inseguridad subyacente que padecen. Padecen, sí, padecen un ambiente hedonista lleno de posibilidades de evasión donde la frustración nunca aparece y las expectativas han de ser plenamente especiales. Les hemos creado un mundo ideal que ha de cumplirse. Eso es mucha presión.

Trastornos de la conducta alimentaria, trastornos del comportamiento, del control del impulso, juego patológico, entre otros, intentan regular una emoción que estructuralmente desde la personalidad está crónicamente desregulada ¿Es que no les damos a nuestros jóvenes seguridad? La respuesta es no. Tener seguridad es convivir con la inseguridad, no evitarla. Hemos decidido hace tiempo que es mejor normalizar que regular, es más rápido y requiere menos esfuerzo, muy acorde con nuestros tiempos cortoplacistas. Un ejemplo entre muchos otros de ello es el consumo de drogas, legales o no. Somos el país del mundo que más ansiolíticos consume: 110 dosis diarias por cada mil habitantes; Alemania, 0,04 dosis diarias. No es normal, pero muchas personas los toman sin ser conscientes de la anormalidad y de sus consecuencias graves, como por ejemplo la aparición de la enfermedad de Alzheimer, que cada vez vemos más en las consultas.

El ansiolítico no es malo per se; es su mal uso y abuso el que debe preocuparnos. Diagnosticar la causa de la ansiedad es más complicado que enumerar síntomas y requiere de un conocimiento amplio psicopatológico; tratarla requiere de una buena psicoterapia que no es fácil del encontrar y de un consumo mucho mayor de recursos que no están al alcance de todo el mundo. La forja de una personalidad "normal" en nuestros jóvenes empieza desde casa. Es un proceso que incluye habilidades como aprender a ser autocrítico, a disculparse, a frustrarse y a no ser ni menos ni más que los demás. Un proceso que fomente la reflexión y el entendimiento de uno mismo y de los demás, garantizando así la salud mental futura. Para ello, los padres debemos ser buenos mentalizadores, validando a nuestros hijos y limitándoles de forma empática a lo largo de toda su educación. Hacer bien esta tarea depende también, cómo no, de nuestra personalidad.

Buscar la psicoterapia adecuada

La aparición de conductas anormales en nuestros hijos nos hace demandar ayuda: es el momento de buscar un psicólogo. Pero, ¿qué tipo de psicólogo he de buscar? ¿Especialista en psicología clínica o psicólogo generalista? ¿Qué tipo de terapia es la más adecuada? ¿Cognitivo-conductual? ¿Sistémica? ¿Que siga la terapia dialéctica-conductual, la terapia de la mentalización o la psicoterapia basada en la transferencia? Detrás de todos estos nombres hay formaciones que lleva años aprenderlas. Son escuelas de psicoterapia reconocidas con formaciones específicas universitarias, y no todo vale para todo. Dependiendo de lo que nos ocurra, de nuestro diagnóstico, unas psicoterapias serán más adecuadas que otras, es decir, diagnosticar más allá de los síntomas nos ayudará a elegir una psicoterapia adecuada a ese diagnóstico y por lo tanto la potencia del tratamiento será mayor, así como las probabilidades de éxito. Parece lógico, pero, ¿quién guía al lego usuario de la psicoterapia entre todas estas opciones para recuperar su salud mental? La suerte es un factor importante, como muchas veces en la vida; la experiencia de los otros se puede tener en cuenta; las titulaciones y la experiencia profesional también son importantes.

Lo cierto es que, cuanto más complicado sea el diagnóstico, más difícil es encontrar el terapeuta adecuado. Esto ocurre en gran medida con los trastornos de la personalidad, cuya complejidad requiere de psicoterapeutas especializados en estos trastornos y con años de experiencia.

Ayudemos a nuestros jóvenes a ser personas maduras, reflexivas y capaces de tolerar la frustración de una vida que no es ideal. Procuremos que sean realistas, flexibles en su personalidad, tolerantes y bien regulados emocionalmente. Depende de nosotros, son nuestro futuro.

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