Opinión
La lipoproteína(a), el nuevo villano silencioso
Los niveles altos de esta molécula disparan el riesgo cardiovascular

La lipoproteína(a), el nuevo villano silencioso / LNE
En los últimos años, la lipoproteína(a) –también llamada Lp(a)– se ha convertido en protagonista de numerosos artículos médicos y congresos de cardiología. Ha irrumpido con fuerza en el debate sobre la prevención del riesgo cardiovascular, y muchos la consideran el "nuevo villano silencioso" que podría explicar eventos coronarios en pacientes con perfiles lipídicos aparentemente normales. Pero, como ocurre a menudo, la novedad es solo una ilusión. "Nihil novum sub sole" (nada nuevo bajo el sol". La Lp(a) no es una recién llegada. De hecho, se conoce desde hace más de 50 años, y ya hace más de tres décadas que cardiólogos asturianos como José Julián Reguero, Alberto Batalla o Sergio Hevia publicaban investigaciones sobre sus efectos en nuestra población.
¿Qué es la lipoproteína(a)?
La Lp(a) es una molécula de LDL –el conocido "colesterol malo"– a la que se une una proteína adicional llamada apolipoproteína(a). Esta unión le confiere propiedades especialmente nocivas: por un lado, es aterogénica, ya que favorece la formación de placas de ateroma; por otro, es trombogénica, al facilitar la formación de coágulos en el torrente sanguíneo. A diferencia de otros lípidos, los niveles de Lp(a) están determinados casi exclusivamente por la genética. Apenas se ven influenciados por la dieta, el ejercicio físico o el estilo de vida a lo largo de la vida de una persona. Actualmente, tampoco disponemos de fármacos dirigidos de forma específica contra la Lp(a), motivo por el cual tanto la Sociedad Europea de Cardiología como la American Heart Association recomiendan su determinación al menos una vez en la vida, especialmente en personas con antecedentes familiares de cardiopatía isquémica precoz.
Un viejo conocido con nueva popularidad.
Aunque la primera descripción de la Lp(a) data de 1963, cuando fue identificada por el investigador noruego Kåre Berg, no ha sido hasta hace pocos años cuando se ha producido un auténtico redescubrimiento de su importancia clínica. Esto se debe, en parte, a la mejora de los métodos de determinación y, en parte, a la creciente evidencia científica que respalda su asociación con diversas enfermedades cardiovasculares. Entre las patologías que se han relacionado con niveles elevados de Lp(a) se encuentran la enfermedad coronaria (angina, infarto agudo de miocardio), los accidentes cerebrovasculares (ictus), la estenosis aórtica (estrechamiento de la válvula aórtica), la enfermedad vascular periférica, la insuficiencia cardíaca e incluso la enfermedad renal crónica.
Los niveles de Lp(a).
La Lp(a) puede medirse en términos de masa (mg/dl) o en número de partículas (nmol/l). Dependiendo del método utilizado por el laboratorio, se establecen puntos de corte que permiten clasificar a los pacientes en categorías de bajo riesgo, alto riesgo o en una zona intermedia de incertidumbre clínica.
¿qué puedo hacer?
Los niveles altos de Lp(a) incrementan notablemente el riesgo cardiovascular, incluso cuando el LDL está dentro de los valores deseables. Las estatinas –auténtica piedra angular en la prevención cardiovascular gracias a su eficacia para reducir el LDL– no solo no reducen la Lp(a), sino que, en algunos casos, pueden incluso aumentarla ligeramente. Sin embargo, hay esperanza en el horizonte. Actualmente, se están desarrollando terapias dirigidas específicamente contra la apolipoproteína(a), basadas en oligonucleótidos antisentido y en pequeños ARN interferentes. Estos tratamientos, aún en fase de investigación, han mostrado la capacidad de reducir los niveles de Lp(a) hasta en un 90 por ciento. Lo que falta por confirmar es si esta reducción se traduce en una disminución significativa de eventos cardiovasculares. No olvidemos lo que ocurrió con el HDL: elevar sus niveles no siempre se asocia con beneficios clínicos. Mientras tanto, solo nos queda vigilar el resto de los factores de riesgo cardiovascular. Una persona con niveles elevados de Lp(a) debe alcanzar cifras de LDL incluso más bajas que la población general. Para ello, nada mejor que empezar por introducir el ejercicio físico regular y una dieta rica en vegetales integrales como parte de nuestra rutina diaria.
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