El hígado graso es una dolencia que afecta a millones de españoles y que, aunque no necesariamente tiene por qué ser grave, puede derivar en patologías realmente mortales. Estos son los principales síntomas de esta patologái de la que cada día habla más gente en internet.

El hígado graso es una afección en la que se acumula grasa en el hígado. Esta enfermedad puede ser causada por el consumo excesivo de alcohol (enfermedad del hígado graso por alcohol) o puede no estar relacionada con el alcohol (enfermedad del hígado graso no alcohólico).

La enfermedad del hígado graso no alcohólico puede ser de dos tipos: hígado graso simple y esteatosis hepática no alcohólica. En el hígado graso simple, hay grasa en el hígado, pero poca o ninguna inflamación o daño en las células del hígado. Por otro lado, la esteatosis hepática no alcohólica implica inflamación y daños en las células del hígado, y grasa.

La enfermedad del hígado graso por alcohol se debe al alto consumo de alcohol. El proceso de descomposición del alcohol puede generar sustancias dañinas que pueden dañar las células del hígado, provocar inflamación y debilitar las defensas naturales del cuerpo.

Los factores de riesgo más importantes para presentar hígado graso son: la obesidad, la diabetes, el síndrome metabólico (un conjunto de factores de riesgo que predisponen a enfermedades cardíacas, diabetes, colesterol alto, exceso de azúcar, etc.), tener altos niveles de lípidos (grasas) en la sangre, como colesterol y triglicéridos, tener presión arterial alta.

La enfermedad por hígado graso afecta a cerca del 25% de la población en el mundo. Es más común en personas que tienen diabetes tipo 2 y prediabetes, tienen obesidad, son de mediana edad o mayores (aunque los niños también pueden sufrirla), son hispanos, seguidos por blancos no hispanos.

Esta afección puede desencadenar una inflamación en el hígado, lo que se conoce como esteatohepatitis no alcohólica (EHNA) y si esta no se trata, puede provocar una fibrosis hepática, que es el endurecimiento del hígado y puede evolucionar a una cirrosis hepática. Además, cuando la cantidad de grasa en el hígado supera el 10%, se convierte en un problema de salud.

La mejor forma de prevenir la enfermedad es seguir una dieta equilibrada y evitar el sobrepeso y la obesidad. Una vez la enfermedad aparece, la pérdida de peso y el control óptimo de los factores de riesgo metabólicos (colesterol, hipertensión, diabetes) promoverá su mejora y ayudará a evitar una progresión rápida.