El pasado 10 de agosto entraron en vigor las medidas de ahorro y eficiencia energética para evitar el despilfarro energético. 

Entre las medidas aprobadas por el Gobierno, está el apagado de escaparates y edificios públicos a partir de las 22 horas, y controlar la temperatura de los sistemas de aclimatación  de locales, establecimientos y transportes públicos.

Así, los aparatos de aire acondicionado no podrán superar los 27 grados en verano y la calefacción no debería estar por encima de los 19 grados en invierno.

Pero, ¿tiene alguna repercusión sobre nuestra salud? Con varias provincias en alerta por altas temperaturas, en Andalucía, Extremadura o la Comunidad Madrid, que rozarán los 40 grados, en ‘Guías de Salud’ preguntamos a la Dra. Mercedes Villarreal García-Lomas, Jefe de servicio Medicina Interna del Hospital Universitario HM Torrelodones.

¿Qué impacto tiene sobre nuestra salud el uso de aire acondicionado o calefacción?

Los aparatos de aire acondicionado y los sistemas de calefacción nos son muy útiles en nuestra vida diaria, porque nos ayudan a regular la temperatura y a mitigar los efectos del calor o el frío evitando los problemas derivados de ambas condiciones, pero también conllevan riesgos para nuestra salud.

El aire acondicionado puede producir afecciones leves como faringitis, laringitis o rinitis por el efecto irritativo del aire frío sobre la vía aérea superior.

A nivel bronquial, puede producir bronquitis o empeoramiento de afecciones como el asma o el EPOC. Con el aire acondicionado se ocasiona una reducción de la humedad del ambiente, lo que produce sequedad en las mucosas nasales, ojos o en la piel.

Archivo - Ola de calor en Mérida (Badajoz) EUROPA PRESS - Archivo

Además, puede ocasionar contracturas musculares, sobre todo,  si la musculatura recibe el chorro directo de aire frío, dado que nuestro cuerpo reacciona provocando una brusca contracción muscular. A nivel más severo, si el mantenimiento no es el adecuado, puede provocar que los gérmenes se acumulen en los filtros, ocasionando infecciones pulmonares severas como la neumonía por legionela.

Para lograr calor existen diferentes métodos, que pueden tener sus riesgos inherentes a cada uno, como quemaduras en braseros o chimeneas de leña, o problemas derivados de la inhalación de gases tóxicos en la combustión, como la inhalación de CO. Lo que sí es común a todos ellos es que tener la calefacción demasiado alta puede ser perjudicial para la salud

Puede ocasionar problemas respiratorios, derivados de la falta de humedad en el ambiente, que hace que las mucosas se resequen y den lugar a diversas infecciones respiratorias.

Puede ocasionar:

  • Cefaleas.
  • Problemas de piel (las personas que tienen la piel sensible, dermatitis, y otros problemas cutáneos, son especialmente sensibles ante la falta de humedad ambiental).
  • Problemas de descanso.
  • Deshidratación.

¿A partir de qué temperatura tiene más perjuicios que beneficios?

Los problemas empiezan cuando se combina ambiente seco (por debajo del 30% de humedad relativa) con una temperatura que suponga una diferencia superior a 10ºC con respecto a lo que hace en la calle, lo que ocasiona “choques de temperatura” que suponen un perjuicio para nuestra salud.

En invierno, esa diferencia puede ser mayor, pero somos capaces de abrigarnos con prendas adecuadas al salir a la calle. 

Aun así, no es conveniente superar una temperatura interior de 24ºC. En verano, no convienen temperaturas de aire acondicionado por debajo de 24ºC, porque en el exterior habrá temperaturas por encima de esa diferencia de 10ºC. 

Con el calor, nuestras venas se dilatan y cuando entramos en un ambiente muy frío se contraen abruptamente, dificultando la circulación de la sangre. Esto hace que la presión arterial aumente, aumentando también el esfuerzo que el corazón necesitará hacer para bombear la sangre.

Los síntomas pueden variar según la diferencia de grados que sufre nuestro cuerpo. Si son pocos grados, puede sentirse solo una molestia, pero si la diferencia es mayor, el resultado puede ser más grave, y puede conducir a alteraciones pulmonares, arritmias cardíacas, parálisis facial y, en algunos casos, incluso paro cardíaco. 

Del mismo modo, salir de un ambiente frío a un ambiente de mucho calor, provoca vasodilatación brusca, que lleva a hipotensión, síncope, deshidratación e incluso colapso cardiorrespiratorio.

Archivo - Un termómetro marca 49 grados centígrados en la calle Concejo Rosa Veiga - Europa Press - Archivo

Con el aire acondicionado a 27ºC, ¿cómo nos afecta el calor y qué grupo de población es más vulnerable? Teniendo en cuenta que las personas mayores, a medida que van cumpliendo años, pierden la sensación de calor, ¿qué se puede hacer?

El cuerpo humano tiene mecanismos compensatorios para controlar el calor, mecanismos que nos ayudan a eliminar calor interno y mantiene nuestra temperatura interior constante. Estos mecanismos son la sudoración, que elimina el calor sobrante por evaporación y la vasodilatación cutánea y el aumento de flujo sanguíneo de la piel (nos ponemos colorados), que provoca intercambio de calor con el ambiente. 

Cuando la temperatura externa supera los 35ºC y el calor es excesivo, los mecanismos compensatorios pueden no ser suficientes y pueden aparecer síntomas leves como:

  • Sed intensa.
  • Cefalea (dolor de cabeza).
  • Vértigo.
  • Cansancio.
  • Irritabilidad.
  • Hipotensión (tensión arterial por debajo de lo normal).
  • Taquicardia (aumento de la frecuencia cardíaca).
  • Hiperventilación (respiración excesiva).

Pero incluso, pueden llegar a presentarse cuadros sincopales o calambres por pérdida de agua y electrolitos y manifestaciones graves y potencialmente letales, como el golpe de calor. 

El calor más fuerte de lo normal en agosto seguirá al menos hasta el martes

Además, el calor nos influye a nivel anímico produciendo mayor irritabilidad y dificultad del sueño. Los grupos de riesgo son sobre todo ancianos, niños, enfermos crónicos (enfermedad cardiaca, respiratoria, renal y diabética) y personas encamadas. Asimismo, los deportistas y personas que desempeñan trabajos al aire libre también están más expuestas a los efectos del calor. 

La población anciana tiene alterados sus mecanismos de termorregulación. Existe una menor sensación de sed, hay una disminución del filtrado renal y se reduce la reabsorción de agua y sodio. Además, el paciente anciano está con mucha frecuencia polimedicado, existiendo fármacos que tienen una acción inhibitoria sobre la termorregulación como ansiolíticos o antidepresivos y algunos antihipertensivos, destacando los diuréticos que empeoran aún más la deshidratación. 

Es necesario asegurar una ingesta de agua y de electrolitos adecuada en este grupo de población. Se pueden ofrecer alimentos que permitan reponer sales minerales, y que son apetecibles en esta época: ensaladas, frutas, verduras, gazpachos… Evitar salir a horas del día con mayor exposición solar o de mayor calor. Mantener el ambiente interior a temperatura adecuada.

¿Y cómo nos afecta el frío con la calefacción a 19ºC?

El frío nos lleva a mecanismos contrarios. Si con el calor hay vasodilatación cutánea, el frío origina una vasoconstricción para disminuir el aporte de sangre a la piel y así reducir la pérdida de calor por la misma. 

Con el frío hay un incremento de la actividad cardiovascular (elevación de la presión, ritmo cardiaco) y un incremento de la producción de calor metabólico (temblar, tiritar). 

El frío facilita la aparición y potencia los dolores articulares y osteomusculares sobre todo en personas con procesos degenerativos como la artrosis. El frío, en su forma más grave, puede reducir la temperatura de nuestro cuerpo por debajo de los 35ºC, ocasionando hipotermia, y poniendo en serio compromiso el funcionamiento de nuestro organismo. 

Es conveniente, por tanto, mantener nuestro organismo en ambientes térmicos neutrales, aconsejando una horquilla entre 18ºC-22ºC dependiendo de la situación de cada persona.

Un mando de aire acondicionado, a 2 de agosto de 2022, en Madrid (España). El Gobierno aprobó en el Consejo de Ministros de ayer, 1 de agosto, un Plan de Choque de Ahorro y Gestión Energética en Climatización para reducir el consumo de energía en edifici Jesús Hellín - Europa Press

Pasar frío, ¿tiene algún beneficio para la salud? 

El frío controlado tiene beneficios para nuestro organismo. Enumeramos una serie de ellos:

  • Estimula el sistema nervioso a través de la secreción de hormonas de estrés.
  • Estimula la formación de grasa parda o marrón, una “grasa buena” cuya función principal es producir calor a través de la termogénesis, es decir, quemando grasa. 
  • Potencia el sistema inmunológico.
  • Regula la sensibilidad a la insulina y mejora el control de las cifras de glucosa.
  • Combate la inflamación por el efecto antiinflamatorio que supone la liberación de cortisol y otras hormonas relacionadas con el estrés.
  • Favorece la longevidad, a través de la activación de diversos genes como TRAP-1 y DAF-16 y a la ralentización del metabolismo produciendo menos radicales libres que ataquen distintas zonas de nuestra piel u otros órganos.
  • Mejora la calidad del sueño. Esto es algo muy importante que nos mejora el estado de ánimo, favoreciendo un descanso óptimo.

Desde el punto de vista médico, ¿cuál sería la temperatura ideal para nuestro organismo y que no influya en nuestro día a día?

La Organización Mundial de la Salud (OMS), en 1987 ya definió que las temperaturas interiores que oscilan entre 18ºC y 24ºC no se asociaron con riesgos para la salud de adultos sanos. En 2018, este mismo organismo estableció una fuerte recomendación en el mínimo de 18°C, considerándola como la temperatura interior mínima segura para proteger la salud. 

Sin embargo, a la hora de establecer una recomendación sobre la temperatura máxima en interiores, no son tan tajantes, aunque se mantiene de manera general esa recomendación de 24ºC.

Con las nuevas medidas de ahorro enérgico, que también se aplican en los entornos laborales, ¿influye en el rendimiento?

Está claro que un lugar de trabajo con demasiado calor o demasiado frío puede afectarnos. Hay numerosos estudios que afirman que los ambientes de trabajo con temperaturas superiores a 30ºC o inferiores a 15ºC reducen hasta un 10% la productividad del trabajador. Un ambiente muy caluroso nos aletarga, el calor nos lleva a ralentizar nuestras funciones para no consumir más energía de la necesaria. 

Escaparates en Madrid ante la puesta en marcha del plan de ahorro energético.

Se puede llegar a producir sudoración excesiva, dolores de cabeza, presión baja y cansancio que conlleva una pérdida de concentración y reducción del ritmo de las tareas a realizar. Un ambiente muy frío nos distrae. 

Cuando la temperatura de nuestro cuerpo desciende, gastamos energía extra para mantenernos calientes, lo que hace que la cantidad de energía disponible para la concentración, sea menor.