Opinión
Un gran hospital que debe tener a los mejores
El HUCA es un hospital de "referencia" y de "preferencia" para los asturianos y da muestras cada día de su enorme capacidad

Médicos y pacientes, en una imagen de 2018. Desde la izquierda, Ana Alonso, Aurora Astudillo, Verónica Blanco, Íñigo Noval, Luis Ángel Ordiz, Alejandro Braña, Pilar Solís, Rebeca Miguélez, Emilio Esteban y Serafín Costilla, en el atrio del HUCA. / Irma Collín
Alejandro Braña, exjefe del servicio de cirugía ortopédica y traumatología del HUCA
Tras un largo –larguísimo– proceso de construcción y posterior dotación de todos los elementos necesarios para su funcionamiento, el día 14 de junio de 2014 comienza a realizarse el traslado de pacientes ingresados, desde el ya tan fatigado Hospital Central del Cristo hacia el rutilante Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA). El complicado, como ya se puede imaginar, traslado de pacientes, algunos con patologías graves, hasta el recién estrenado HUCA se desarrolló sin incidencias de importancia, con un rigor y precisión que merecen ser elogiados.
Así, como si de una maquinaria perfectamente engrasada estuviéramos hablando, el nuevo y enorme complejo sanitario inicia su andadura y alcanza, en un periodo de tiempo muy corto, el ritmo previsto para todas las actividades sanitarias –algunas de gran complejidad– propias de este gran centro de referencia regional: consultas, hospitalización, actividad quirúrgica, atención de urgencias, UCI, distintos laboratorios... sin olvidar otras actividades esenciales: cocinas, mantenimiento, limpieza... No era fácil, desde luego, pero fue posible hacerlo sin contratiempos gracias a dos factores esenciales: una buena planificación y la entusiasta colaboración del personal sanitario y no sanitario que, con un admirable espíritu de compromiso, facilitaron enormemente esta compleja operación.
Datamos el inicio del nuevo hospital el 14 de junio de 2014 pero, en realidad, el proceso empieza bastantes antes. El HUCA tiene una fase inicial, podríamos llamarla pre-HUCA, en la que tiene lugar la unificación de los servicios clínicos que trabajaban en el Hospital General de Asturias, el Hospital Covadonga y el Instituto Nacional de Silicosis, tres hospitales de gran calidad que, aún estando físicamente muy próximos, mantenían cada uno de ellos su propia idiosincrasia, un carácter distintivo –podríamos decir un estilo– que, por encima de ciertas reticencias iniciales, fue intercambiándose durante el proceso de fusión hasta el punto de, creo yo, generarse en esa interrelación, tanto del personal médico como de enfermería, un proceso de enriquecimiento profesional sumamente beneficioso para el hospital en su conjunto.
Los nuevos equipos se adaptaron sin grandes problemas y se potenciaron en su capacidad asistencial, de manera que, en contra de lo presagiado por algunos, con la unificación no se intentó producir la imposible fusión del agua con el aceite sino que, más bien, se consiguió una estimulante mixtura de profesionales muy cualificados, con distintos estilos de trabajo y formación muchas veces complementarios y, en todo caso, muy valiosa como conjunto.
Una vez consolidados estos equipos coordinados y eficaces, se inició una fase de preparación al nuevo escenario que fue especialmente crítica en lo que respecta al trabajo en un, hasta entonces, desconocido entorno digital. Desaparece el modelo convencional, clásico, de historia clínica y, de la noche a la mañana, este documento básico de nuestra actividad –pues es la expresión de la realidad clínica del enfermo– se modifica drásticamente, algo que supuso un importante esfuerzo de adaptación para muchos.
Quiero señalar con todo esto que, una vez decidida la inmediatez del traslado físico al nuevo hospital, tuvo lugar un intenso trabajo de organización en los servicios, de formación en el nuevo entorno digital de documentación clínica, de organización de los nuevos espacios y de adaptación a tecnologías hasta entonces no disponibles, por sólo mencionar algunos de los aspectos importantes previos a la mudanza.
Desde entonces, el HUCA da muestras cada día de su enorme capacidad. No es el momento de reducir este hospital a unas cifras, por más que pudieran parecernos apabullantes: más de 1.000 camas, más de 2.500 consultas ambulatorias diarias, más de 90 intenciones quirúrgicas cada día, más de 400 urgencias diarias... El HUCA es mucho más que este cúmulo de datos, porque la realidad es que representa el núcleo del sistema sanitario público de nuestra comunidad, en lo asistencial, la docencia y la investigación.
Podríamos remarcar un hito significativo de la capacidad de respuesta frente a retos sanitarios de importancia, ya en los comienzos de la historia de nuestro emblemático HUCA. Cuando apenas llevaba seis años de actividad, el hospital, en su conjunto, fue sometido a un dramático test de sobrecarga: la pandemia de covid-19. A comienzos de 2020, unos días después del diagnóstico de los primeros casos graves en Asturias, el desarrollo de la enfermedad se hace exponencial y adquiere unos caracteres de gravedad tales que muchos pacientes fallecen –en las dolorosísimas circunstancias que todos recordamos– y muchos más han de ser hospitalizados y tratados con un enorme esfuerzo terapéutico. El servicio de urgencias, las plantas de hospitalización y las UCI del HUCA se van llenando de enfermos muy graves y fue necesario implementar todo tipo de soluciones excepcionales para lograr el control del problema. Hubo una gestión impecable, sin duda, pero también es cierto que la coordinación entre el equipo de gestión y los facultativos posibilitaron que el HUCA pudiera mostrar a las claras su enorme potencia y capacidad como hospital, tanto por su excelente infraestructura tecnológica como, sobre todo, por el fantástico equipo humano que lo anima.
Ahora, cuando el HUCA cumple diez años, sigue claramente la trayectoria de un gran hospital, pero me parece que ésta es una buena ocasión para reparar en una serie de amenazas que podrían dificultarle alcanzar, sobre todo en lo que se refiere a sus obligaciones asistenciales, el nivel de excelencia al que no debe renunciar de ningún modo.
Uno de estos riesgos es, sin duda, la elección de los profesionales. El HUCA está obligado a atender dos líneas de trabajo en cierta manera casi antagónicas: por una parte es el hospital básico del área sanitaria IV pero, por otra, debe comportarse como un hospital de referencia para el manejo de muchas patologías, algunas de ellas especialmente complejas. Si queremos mantener la calidad de la oferta de servicios, es obligado tener profesionales especialmente competentes en esas actividades de referencia y ello no es posible asegurarlo si nos mantenemos aferrados a un sistema general de contratación en el que no se valora la capacidad del profesional para la realización de un trabajo específico y necesario.
Por otra parte, y por diversos motivos, el HUCA no solo ejerce como "hospital de referencia", sino también, muchas veces, como "hospital de preferencia" para casi toda la población asturiana. Esto conduce a un incremento de la presión asistencial que puede llegar a ser difícilmente soportable. Cuando sucede, es inevitable que se produzcan demoras en la atención de los pacientes y que su atención tienda a ser más costosa y de menor calidad, de manera que es muy conveniente salir del "efecto fascinante del HUCA", un efecto generado por las grandes expectativas que se han creado con este hospital desde su puesta en servicio y que no siempre podría tener carácter positivo para el diagnóstico y tratamiento de muchos pacientes. La mayor parte de las enfermedades y lesiones comunes deberían ser tratadas en los excelentes hospitales con que cuentan las distintas áreas sanitarias, perfectamente dotados para ello en medios materiales y con profesionales muy capaces.
El HUCA ha cumplido los primeros diez años de una vida que todos deseamos sea muy larga y exitosa. Queremos que su brillante recorrido se prolongue en el futuro, consolidado como uno de los mejores hospitales de nuestro país.
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