Opinión

Benzodiacepinas, ¿ángeles o demonios?

Ideas para un tratamiento correcto de los problemas de ansiedad e insomnio que afectan a la población

Benzodiacepinas, ¿ángeles o demonios?

Benzodiacepinas, ¿ángeles o demonios? / LNE

Manuel Bousoño García es doctor en Psiquiatría

Las benzodiacepinas irrumpieron en el mercado farmacéutico en los años 60 del pasado siglo, para el tratamiento de la ansiedad y del insomnio para sustituir a los mucho más peligrosos y mortíferos barbitúricos. Posteriormente, se vio que eran eficaces también como coadyuvantes en el tratamiento de la epilepsia, así como mio-relajantes, pre-anestésicos y en otras patologías menores. Su éxito fue tal que los fármacos anteriormente utilizados desaparecieron del mercado o mantienen una presencia marginal (meprobamato, hidroxicina, barbitúricos...).

Por desgracia, su uso se ha extendido de tal forma que comenzaron a aparecer los aspectos negativos de su empleo: producen dependencia y resulta difícil suspenderlas cuando se emplean en dosis altas más de dos o tres meses; afectan algo la memoria; y su empleo durante un tiempo prolongado se ha asociado estadísticamente con la aparición de alzhéimer (la relación no parece ser causal y es compleja). Además, su efecto mio-relajante facilita las caídas y fracturas en personas de edad avanzada.

Por otra parte, las "benzos" –como comúnmente son denominadas– son sólo tratamientos sintomáticos y no curan ni la depresión ni la ansiedad ni el insomnio, que es para lo que se utilizan de forma mayoritaria. Su empleo sólo está justificado de forma transitoria en la ansiedad o el insomnio agudos y transitorios y en algunos casos de epilepsia que no responde a otros anticomiciales, o en contracturas musculares agudas.

Esto ha llevado a las autoridades sanitarias de muchos países desarrollados a limitar su empleo a un tiempo limitado. En España está restringido su empleo a periodos de sólo dos o tres meses, pero esta limitación no se toma en cuenta y, por desgracia, es de los países de Europa en que más se consumen.

Este abuso conlleva una mala fama para otros fármacos que sí están indicados para el tratamiento prolongado de los procesos depresivos o de ansiedad y que son relegados habitualmente a un segundo nivel, retrasando el inicio del tratamiento correcto de estos procesos. Esta situación de abuso obliga a los responsables sanitarios a intentar limitar su prescripción y dispensación, reforzando los límites actuales o imponiendo nuevas restricciones a su abuso cuando no está médicamente indicado.

El primer paso a tomar es la concienciación de la sociedad y de los agentes sanitarios de los riesgos que el abuso de benzodiacepinas supone para la salud de la población (mayor mortalidad por caídas, accidentes de tráfico, sobredosis...).

En segundo, lugar sería conveniente promover el empleo de alternativas, desde atención primaria y centros de Salud Mental. Hay que recordar que en el tratamiento de los trastornos de la ansiedad y del insomnio son eficaces los tratamientos psicológicos (cognitivo-conductuales, el EMDR y otras técnicas psicoterápicas) y otras alternativas farmacológicas que no suponen riesgo de dependencia.

En tercer lugar, sería necesario proceder a desintoxicar a los pacientes dependientes, que en este momento consumen benzos más allá de lo puntual y razonable.

Finalmente, los programas dirigidos a la formación continuada de los agentes sanitarios ayudarán a promover de forma activa el empleo de alternativas y se limite el uso excesivo de estos fármacos.

Un factor relevante es que las políticas sanitarias promuevan la investigación, el desarrollo y la comercialización de alternativas terapéuticas. Por ejemplo, un hipnótico no benzodiacepínico recientemente comercializado (daridorexant) que no genera dependencia ni otros problemas asociados a las benzos no ha sido incluido entre los fármacos con cobertura económica de la sanidad pública. El ahorro en fracturas de ancianos y en accidentes de tráfico compensarán el pequeño gasto que supone incluir un nuevo fármaco en el catálogo de los financiados por el Sistema Nacional de Salud.

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