La diálisis avanza, pero mejor evitarla

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J. Emilio Sánchez Álvarez

J. Emilio Sánchez Álvarez

La enfermedad renal crónica es muy prevalente es nuestro entorno. Se calcula que uno de cada siete españoles padece esta patología. Cuando la función renal está muy deteriorada, se hace necesaria la utilización de técnicas sustitutivas de la misma. Las dos formas que tenemos de suplir la función de nuestros riñones son la diálisis y el trasplante.

Afortunadamente, España es líder mundial en tasas de trasplante. Nuestro país encabeza la lista de número de trasplantes renales a nivel mundial y también en supervivencia de los injertos y de los pacientes.

Pero hay muchos pacientes que, por distintos factores –desde la edad avanzada hasta la presencia de patología asociada, especialmente cardiovascular o tumoral–, no van a poder trasplantarse. Este grupo de pacientes necesita un esfuerzo especial para poder sobrevivir de la mejor manera posible estando en diálisis. Es destacable que el lema del día mundial del riñón de 2021 fuera “Vivir bien con enfermedad renal”.

Son dos las modalidades de diálisis disponibles actualmente. Una de ellas es la hemodiálisis. Consiste en extraer la sangre del organismo y pasarla por un riñón artificial o filtro. Generalmente, la hemodiálisis se desarrolla en los hospitales, pero la simplificación de los monitores de diálisis ha hecho que cada vez más pacientes opten por hacer hemodiálisis en el domicilio. Este ha sido un gran avance en la técnica. Otras novedades han sido la mejoría de las membranas de los dializadores o filtros que usamos, que cada vez son más permeables a las toxinas que se acumulan en el organismo cuando los riñones no funcionan y producen menos reacciones alérgicas o inflamatorias. Finalmente, la incorporación a los monitores de elementos tecnológicos que predicen la aparición de fenómenos de hipotensión nos permite personalizar el peso adecuado de cada paciente.

La otra modalidad de diálisis es la peritoneal, una técnica que se realiza en el domicilio y que es muy sencilla. Utilizamos una parte de nuestro cuerpo, la membrana peritoneal, para actuar como si fuera un riñón artificial. La diálisis peritoneal aporta innumerables ventajas, especialmente durante los primeros años. Otorga una mejor calidad de vida y reduce el riesgo cardiovascular. Por eso sería la opción más recomendable, al menos, los primeros años de tratamiento renal sustitutivo. La diálisis peritoneal puede realizarse de manera manual (incorporación de líquidos a la cavidad peritoneal de forma manual y sólo con la ayuda de la gravedad) o de forma automática (utilizamos una máquina, cicladora, para introducir y extraer líquido de diálisis durante la noche, mientras dormimos, por lo que resulta muy cómoda). Los últimos avances en este tipo de diálisis han sido la incorporación de soluciones de diálisis más biocompatibles y bajas en glucosa (la glucosa puede dañar la membrana peritoneal) y la conectividad de las cicladoras. Cada día recibimos en el hospital información sobre cómo ha transcurrido la diálisis y podemos hacer modificaciones en la pauta de diálisis sin que el paciente tenga que salir de su domicilio. Todo ello otorga mucha tranquilidad a médicos y pacientes, y anticipa la toma de decisiones antes de que ocurra cualquier problema.

De todas maneras, permítanme decirles que la mejor diálisis es la que no se hace. En la prevención de la progresión de la enfermedad renal, el propio paciente tiene un papel protagonista. Los profesionales de la sanidad debemos esforzarnos en educar sobre las conductas más saludables desde el punto de vista cardiovascular y renal. Por ello, el paciente debe implicarse en abandonar el consumo de tabaco, evitar la obesidad, hacer ejercicio físico moderado frecuentemente, no consumir fármacos no prescritos y mantenerse bien hidratado. Con todo ello reduciremos el alarmante incremento de enfermedad renal, que puede llegar a convertirse en la principal causa de muerte en nuestro entorno.

¿Hacemos algo entre todos o lo dejamos pasar?

J. Emilio Sánchez Álvarez es jefe del servicio de Nefrología del Hospital Universitario de Cabueñes (Gijón).