Expectativas frente al alzhéimer

PostScript demencia

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Valentín Mateos

Valentín Mateos

Queda ya lejos la década de los 90, en la que se comercializaron los primeros fármacos para la Enfermedad de Alzheimer. A día de hoy, son los únicos disponibles, a pesar de su más que limitada eficacia. Las cosas parece que empiezan a cambiar. Con más de cien moléculas actualmente en investigación para esta patología, algunas empiezan a posicionarse para ser una realidad.

En junio de 2021 la FDA de Estados Unidos aprobó un nuevo fármaco, “Aducanumab”, un anticuerpo monoclonal dirigido contra la proteína beta-amiloide (que se acumula en el cerebro de los pacientes con alzhéimer). Los resultados obtenidos distaban mucho de ser los deseados. La reducción en la cantidad de proteína beta-amiloide en el cerebro no iba acompañada de una mejoría clínica en los pacientes. Así las cosas, la EMA europea tomó la decisión contraria. Y la comunidad científica pasó a cuestionarse si la hipótesis amiloide es la correcta.

En septiembre de 2022 otro anticuerpo monoclonal, “Lecanemab”, también dirigido contra la proteína beta-amiloide, conseguía “una ralentización del deterioro cognitivo del 27%” utilizado en fases iniciales de la enfermedad. Sus beneficios se mantienen, según lo publicado, al menos 18 meses. Está previsto que en los primeros meses de 2023 se solicite su comercialización.

Esta potencial incorporación a la clínica supondrá un auténtico reto para nuestro sistema sanitario. No sólo porque el tratamiento debe administrarse en un hospital y por vía intravenosa, sino porque el diagnóstico precoz pasa a ser imprescindible, dado que los beneficios demostrados se dan en fase leve-incipiente. El diagnóstico de certeza hará obligado el uso extensivo de los biomarcadores (de momento en líquido cefalorraquídeo, a medio plazo también en sangre periférica), los estudios de imagen molecular (PET) y el apoyo ineludible de la neuropsicología en la evaluación cognitiva de los pacientes, protocolo este seguido por pocos centros de nuestro país.

Si las previsiones con Lecanemab se cumplen, estaremos ante el primer avance real frente al alzhéimer en los últimos 20 años. Si, además, propicia esta deriva positiva en el modo de abordar el diagnóstico, el beneficio será doble.