La Santina estuvo en la Pola y la imagen más venerada por los asturianos recorrió en procesión sus calles. Pero fue hace tantos años –más de ochenta- que para recuperar la memoria de aquella visita hay que acudir a los fondos del Archivo Municipal de Siero.

La Virgen de Covadonga recaló en la capital sierense durante el recorrido por distintas localidades del Principado que hizo de regreso al real sitio, en su vuelta del exilio francés en el que permaneció resguardada varios años tras declararse la contienda civil en España. El periplo de la vuelta a casa la llevó a varios puntos de paso por la región y fue recibida en algunas de las principales ciudades, como Oviedo, Gijón o Avilés, y en otras ya más próximas a su destino final, como Infiesto o Cangas de Onís. La parada polesa del trayecto fue un 2 de julio de 1939 y fue acogida con grandes honores por la multitud de vecinos que habían engalanado la localidad para la ocasión. 

La Santina hizo un periplo de regreso a casa, al real sitio, en su vuelta del exilio francés en el que permaneció resguardada varios años tras declararse la contienda civil en España

La recepción llevaba preparándose ya muchos días. Así, con anterioridad, el 15 de junio de 1939 se reunía en el Ayuntamiento de Siero la comisión permanente municipal, bajo la presidencia del entonces alcalde, Joaquín Suárez Fonseca, para tratar el asunto, considerado de máximo interés.

“Estando próxima la fecha del paso por este concejo de la Venerada imagen de la Virgen de Covadonga hacia su santuario, así como estancia en nuestra villa durante una noche; con el objeto de honrar y venerar a la Santísima Virgen en su patriótica advocación, se decide autorizar al señor Alcalde para que a ejemplo de todos los pueblos de su paso disponga los festejos y ceremonias que crea más adecuados a tal fin. Desde luego se acuerda que vaya a la recepción la Comisión Gestora Municipal en pleno, a cuyo efecto se convocará oportunamente por la alcaldía a todos los Señores Gestores que la integran”, dice el acta sobre la reunión de aquella jornada que se guarda en el archivo sierense.

La Santina, a hombros de los polesos.

La Santina, a hombros de los polesos.

Dos fotografías se guardan de aquel momento en los fondos municipales que atestiguan la jornada en el que la imagen paseó a hombros de los polesos por la calles de la capital sierense. Aquellos actos forman parte de una historia de la que no se cuenta con todos los datos, pero que en parte se conoce y sobre la que muchos ponen en valor cómo la devoción, el respeto o el simple hecho de que la Santina fuese una seña de identidad de los asturianos hizo posible que la imagen no se perdiera o destruyera en la etapa de la Guerra Civil y que fuera la intervención de diversas personas, de bandos opuestos entonces, la que la pusiera a salvo aunque para ello hubiera de acabar en Francia durante unos años.

Los detalles conocidos de la historia del exilio y regreso de la Santina los resumió el periodista Javier Morán, en un artículo publicado en LA NUEVA ESPAÑA el 3 de febrero de 2007, en el que explica que, a comienzos de 1937, la imagen abandonaba el real sitio camino de Gijón, de donde partiría después hacia Francia. Morán cita al sacerdote Silverio Cerra, profesor de filosofía y estudioso de aquel periplo de la Virgen de Covadonga.

Tras alcanzar la guerra al real sitio, con la llegada de milicianos al lugar, una trabajadora del Hotel Pelayo guardó la imagen con sigilo; de allí salió más tarde escondida en un coche hasta Gijón

En el verano de 1936, en agosto, la imagen hubo de ser puesta a buen recaudo para no ser robada o, a lo peor, destruida, tras alcanzar la guerra al real sitio, con la llegada de milicianos al lugar. La guardó con sigilo una trabajadora del Hotel Pelayo. De allí salió más tarde escondida en un coche hasta Gijón, donde según las indagaciones de algunos estudiosos, permaneció en el Ateneo Jovellanos durante varias semanas.

“La imagen de la Virgen y otros bienes artísticos serán objeto de sendas exposiciones populares de arte en el Ateneo Obrero, en abril y mayo de 1937, organizadas por el departamento de Propaganda que dirigía Antonio Ortega. La idea ulterior era la de crear un Museo Popular de Arte acorde con los antiguos proyectos de Jovellanos. Pero un nuevo giro iba a producirse en el destino de la Santina (…). El Gobierno republicano de Valencia pide salvar los tesoros artísticos y el Consejo de Asturias y León acuerda el traslado. Lo encarga a Eleuterio Quintanilla, anarcosindicalista, profesor y ‘santo laico’ para los cenetistas, según recuerda Cerra”, cuenta Morán en su artículo.

Aunque la historia es mucho más larga, en septiembre de 1937, Quintanilla sale en un barco del puerto de Gijón y lleva consigo a la Santina entre otra buena parte de elementos del patrimonio artístico de Asturias, Santander y parte de León. “La intención era trasladarlo al territorio republicano, a Valencia, a través de Burdeos. Pero la Virgen y otros objetos nunca llegarán a ese destino, sino que acabarán en la Embajada española de París”, añade Morán. Allí quedará la imagen hasta 1939, cuando se organizará ya su regreso a Covadonga por parte de las autoridades franquistas. De aquel camino de vuelta quedó fe en la Pola, aunque el paso de tantos años desde entonces haya evitado que el recuerdo de ese momento se guarde ya en muchas memorias más allá de la que conserva en el archivo municipal sierense.