A dos paradas de metro, en el polígono de Mas Blau, en el Prat de Llobregat, se levanta una pequeña ciudad de forma rectangular a la que diariamente acuden a trabajar hasta 3.000 personas, en su mayoría jóvenes y de variadas nacionalidades con distintos objetivos vitales. Este centro logístico inaugurado por Amazon en octubre de 2017 fue el primero de este tipo en España y abrió sus puertas con previsiones similares de generación de empleo que el que la multinacional prevé estrenar en Bobes en verano de 2022, pero a día de hoy ha superado todos los pronósticos. 

La parada del metro de Mas Blau es en casi todas las franjas del día un Erial. Sí, en casi todas, pues en los cambios de turno del centro de Amazon riadas de personas empiezan a salir por la boca que da justo al gran cartel de la multinacional en los accesos al equipamiento. Cientos de personas asoman con sus mochilas a la espalda, algunos de ellos para trabajar por primera vez para la compañía de Jeff Bezos. “La media de edad está ligeramente por encima de los 30 años”, indica Marc Zenón, jefe de Recursos Humanos de varios centros de la empresa en España.

La inmensidad de la nave se aprecia solo con acercarse a sus inmediaciones. El edificio con 60.000 metros cuadrados de planta cuenta con 200.000 metros de superficie útil repartida en tres alturas donde cientos de traspalés, carretillas y un ejército de robots conviven con una plantilla encargada de que los productos completen con éxito un complejo trayecto desde los camiones que llegan con suministros hasta los que se encargarán de repartir los pedidos a los centros de distribución para que a su vez los hagan llegar a los clientes.

La del Prat es junto a la de Sevilla la única planta robotizada de Amazon en la península, aunque por poco tiempo. Este año abrirán sus puertas la de Illescas (Toledo) y la de Murcia. Sobre la de Siero, ni mu. Oficialmente e internamente el proyecto de Bobes no existe para los trabajadores. “¿Dónde es Siero?”, preguntan con ironía algunos responsables de Amazon, abrumados por la repercusión que ha tenido en Asturias el aterrizaje del gigante logístico.

El equipamiento del centro logístico catalán impresiona. Unos 25 kilómetros de cintas transportadoras suben y bajan por los extremos de la nave cargadas de “Totes”, las cajas negras con capacidad para un máximo 15 kilos de productos, mientras 30.000 robots, parecidos, aunque más grandes, al “Manolín” del HUCA mueven a una velocidad de vértigo las 100.000 estantería amarillas denominadas “pods” por los trabajadores en las cuales se guardan y “ordenan” los productos adquiridos para atender los encargos.

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Así es el espejo catalán del centro de Amazon en Siero Lucas Blanco

Gran parte de la plantilla, concretamente el 80%, tiene como cometido gestionar los movimientos de mercancía en el almacén. Los puestos más básicos son los dedicados a inventariar el material recibió. El empleado debe llenar las casillas de las estanterías con el único criterio de ocupar el mayor espacio posible, garantizando el buen estado del producto. Como resultado, en cada casillero pueden encontrarse todo tipo de productos variopintos, cuya ubicación queda registrada mediante códigos de barras y las numeraciones específicas de las casillas.

Una vez llenas estas casillas, los “pods” se retiran y almacenan en una gran explanada interna. A partir de ahí, entran en juego los mozos de almacén encargados de buscar los pedidos demandados. Estos buscan en el ordenador el producto y al solicitarlo, las estanterías se mueven, empujadas por los robots “drive” y guiadas por códigos QR hasta sus puestos.

De ahí cada pedido pasa al Tote y este es colocado en las cintas de transporte para iniciar un largo, pero coto viaje hasta la zona de empaquetado, donde decenas, si no cientos de personas reciben a través de su ordenador toda la información sobre la caja a utilizar y tratamiento de los productos para proceder al empaquetado. 

Una vez listo el paquete y estampado el correspondiente código de barras, vuelve a las cintas de transporte y termina en la zona de recogida de los camiones, donde unos mozos de almacén se encargan de hacerlo llegar al medio de transporte asignado.

Es el resumen de un proceso mucho más complicado, en el que se ve inmerso mucho personal dedicado a múltiples tareas. Los “runners” van de un sitio a otro como locos llevan montones de “Totes” o realizando otros tipos de encargos. Determinado personal se encarga de vigilar el buen funcionamiento de los robots, los cuales paran en seco cuando un humano se mete en su zona de confort. Del mismo modo, varios responsables de “safety” velan por el cumplimiento de la normativa sanitaria y las buenas condiciones de trabajo de la plantilla.

Cantina

En medio de polígono industrial sin hostelería, los trabajadores de Amazon cuentan en el mismo centro con un gran cantina donde unos adjudicatarios les sirven menús, bebidas y bocadillos. La amplia instalación, llena de pantallas protectoras a causa del covid, es refugio para los muchos que hacen una parada entre turnos o quienes salen tras finalizar su media jornada. “Se trabaja a tres turnos, pero el turno de noche es voluntario”, matizan desde la empresa sobre la estancia de los contratados. 

Lenguaje propio

La “ciudad” del centro logístico de Amazon en Siero tiene incluso un lenguaje propio. “Tote”, “Pod”, “Asociado”, término con el que se conoce a los empleados del rango más bajo del organigrama, y miles de términos en inglés conforman un vocabulario solo accesible para los integrantes del equipo humano de la instalación. “Alguno tiene hasta hojas de vocabulario propio al principio para entender de que estamos hablando”, confiesa Magda Semidey, “trainer” de la planta catalana.

Contrataciones estacionales

A los 3.000 puestos de trabajo directos con los que cuenta habitualmente la planta hay que añadir contrataciones eventuales en determinados periodos del año a los “mánagers”, trabajadores de más rango que los “asociados” denominan “peks”. Concretamente, entre finales de noviembre y mediados de enero, el centro logístico del Prat llegó a tener 4.200 empleados durante unos días.

Todo ello sin contar la red de repartidores, conformada por grandes plataformas como MRV, SEUR o correos, así como pequeños empresarios a los que se puede ver circular con uniformes de Amazon a pesar de trabajar por cuenta propia. “Está creciendo el número de emprendedores en torno a nuestra actividad”, subrayan desde la compañía, erigida como principal canal de distribución de las pymes españolas. “Suponen el 40% de nuestra actividad”, sostienen.

Crecimiento en pandemia

En medio de un contexto de retroceso general de la actividad debido a la pandemia, Amazon ha encontrado en plantas como la del Prat un oasis de generación de empleo. Los centros de la compañía generaron, según fuentes de la misma, 5.000 empleos más en España a lo largo de la crisis sanitaria.