Siero tiene el mayor porcentaje de población infantil de los cuatro grandes municipios de Asturias. En concreto, un 10,5 por ciento de sus vecinos son menores de trece años. Es decir están en la edad escolar previa a la Secundaria, las correspondientes a los dos ciclos de Infantil (hasta 6 años) y al de Primaria (hasta los 12). La proporción sierense en relación a su número de habitantes está más de un punto por encima de la media de Asturias y es superior a la de Gijón, Oviedo y Avilés.

Así se desprende del análisis de los datos de la Sociedad Asturiana de Estudios Industriales y Económicos de Asturias (Sadei), que en 2020 cifraba la población sierense en 51.509 habitantes, de los que 5.411 –el citado 10,5 por ciento– eran vecinos encuadrados en la franja de edad que se inicia en los menores de un año y finaliza en los de doce. En el caso de Gijón, el porcentaje de empadronados de hasta doce años se sitúa en el 9, 3 por ciento (25.263 en estas edades de un total de 271.717 habitantes); en el de Oviedo en el 10,2 por ciento (22.434 de un total de 219.910); y en el de Avilés en el 9, 22 por ciento (7.174 de un total de 77.791). La media autonómica se queda en el 9, 14 por ciento (en 2020 había 93.137 niños de hasta doce años en el Principado en una población total de 1.018.784 asturianos).

El caso de Siero es perceptible más allá de la estadística. De hecho, un recorrido por los principales núcleos de población del concejo permite comprobar cómo sus parques infantiles rebosan de pequeños. Tanto que la concurrencia que se da en puntos como la Pola llama la atención durante las tardes, en las que en las zonas de juegos infantiles están repletas, frente a lo que sucede en otras zonas de Asturias donde los vecinos de menor edad cada vez son menos abundantes.

¿Y qué tiene Siero para atraer población joven que se asiente en el concejo y decida formar una familia en él? La respuesta la dan los propios padres de los niños a los que, ayer mismo por la tarde, podía encontrarse en alguno de los parques de las principales localidades del concejo. “Es una triada: trabajo, servicios y buena comunicación”, contesta Óscar Rilo, mientras empuja a su hijo Marco, de cinco años, en el columpio del parque de Lugones. Para él, todo a su alrededor invita a tenerlos porque hay todo lo que necesitan: “Como yo digo, estamos en un lugar muy ‘afallaizo’, pero eso también era así cuando yo era pequeño”. Por eso entiende que cada vez haya más parejas jóvenes que se muden al concejo.

Mencía Avello, jugando con su madre, Verónica Marcos, ayer, en el parque de La Fresneda. | I. G.

Verónica Marcos llegó a La Fresneda desde Madrid hace tres años y no encontraba un trabajo que le permitiera conciliar para cuidar a su hija, Mencía Avello, de tres años. Tras el coronavirus, la guardería de 0 a 3 años de la localidad, que llevaba 17 años en funcionamiento, cerró. Y ella decidió ponerla en marcha: “Yo veía que los parque estaban llenos de niños y perros, sobre todo por las tardes”. Piensa que es por la “comunidad” que ofrece La Fresneda: “Se parece más a la zona donde yo vivía en Madrid. Tienes todo a mano, pero no te encuentras a vacas pastando en tu ventana”.

El parque de la Pola, lleno de niños. | I. G.

Guardería

Tiene a doce alumnos apuntados, pero calcula que llegarán a superar la veintena. Y probablemente pronto haya dos inscritos nuevos: los hijos más pequeños de María Zorita, Sofía y Gonzalo, de 9 meses y dos años respectivamente, que llevan una semana viviendo en la urbanización.

En la tarde del viernes los parques de la Pola son los que más vida tienen. Hay grupos de padres a los bordes del parque, que se lo pasan tan bien como sus pequeños aunque sea charlando para ponerse al día entre ellos.

Con un ojo puesto en la zona de juegos, para no perder de vista a los niños, están Lara Feliz y David Montes. Se conocen de toda la vida pero se reencontraron cuando tuvieron a sus hijos, que son de la misma edad. “Tranquilidad y servicios. Esas son las claves. ¿Ves? Aquí nos conocemos todos”, concluyen.