La Guardia Civil de Tráfico está probando un dron para controlar la circulación a la altura de Aramil, en Siero, junto la estación de servicio de Marcenado, en la carretera nacional de Santander por el interior (N-634). Se trata de uno de los drones que viene adquiriendo la DGT desde 2019 para controlar las carreteras españolas. Todo indica que se está poniendo a punto para utilizarlo durante la "operación salida del verano" que tendrá lugar en pocos días.

Los drones tienen una autonomía de 20 minutos y operan a una altura de 120 metros de altura, controlados por un equipo situado en tierra, que tiene la finalidad de identificar las infracciones. Este tipo de dispositivos se emplean para controlar las carreteras convencionales que, no se olviden, siguen siendo las vías en las que se registran cuatro de cada cinco accidentes mortales. Los drones son un método mucho más rápido y efectivo que el de las patrullas terrestres, y más económico y versátil que el de los helicópteros dotados con el sistema de radar Pegasus, uno de los cuales, el que vigila las carreteras asturianas, tiene como base La Coruña.

Los drones no cuentan con radares, por tanto no pueden captar infracciones por exceso de velocidad, pero sí tienen una cámara y un registro de imágenes que permite obtener pruebas para hacer propuestas de sanción, por ejemplo, si se observa a un conductor hablando por el móvil o realizando un adelantamiento ilegal. La gran ventaja es que estos son muy difíciles de identificar, al tratarse de aparatos de pequeño tamaño y estar controlados por una patrulla terrestre que generalmente estará escondida, y no junto a la carretera.

Suelen situarse sobre la carretera, o junto a esta. En 2019 entraron en funcionamiento 11 drones, pero Tráfico tenía previsto licitar otros 20.