La Nueva España de Siero

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Un concierto para María, contralto de la Coral "San Félix" que no pierde un ensayo pese a haber quedado muda por la ELA

Sus compañeros de la coral la homenajean mañana en un concierto al que se ha añadido una charla para dar a conocer la enfermedad

María Menéndez, flanqueada por su nuera Marta Álvarez y su hijo Jorge Rodríguez. | R. I. G.

Para María Menéndez, una de las cosas más duras de la Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA) fue quedarse sin voz. Ella, que llevaba 21 años en la Coral Polifónica “San Félix” de Lugones, que tenía una preciosa voz de contralto según dicen sus compañeras de cuerda y que “le dio los mejores años de su vida”, ahora no canta. Ya ni siquiera habla; sólo emite pequeños murmullos y gruñidos que, quienes la conocen muy a fondo, saben interpretar. Los complementa con una tablet muy ligera, en una funda rosa, con un lapicero táctil donde escribe lo que quiere comunicar, con una risa franca y una mirada expresiva. Con los miembros del coro, y ocupando su sitio habitual, estará en el concierto que ofrecen mañana a las 19 horas en el Centro Polivalente de Lugones, bajo el título de “La ELA existe”, para homenajearla.

Todo comenzó en julio del pasado año. Se encontraba mal, le hicieron unas pruebas en el HUCA, la ingresaron y le comunicaron lo peor: tenía Esclerosis Lateral Amiotrófica, que es una enfermedad en la que las neuronas dejan de enviar estímulos a los músculos y éstos dejan de funcionar, hasta que se vuelve difícil o imposible respirar. Su deterioro era irreversible. Lo peor, según escribe María con caligrafía redonda en su tablet es “el principio”. Su “orgulloso” hijo, Jorge Rodríguez, que está al teléfono apoyando a su madre, lo explica: “Lo más duro es asumir que es un proceso irreversible. Que no se para. Siempre te agarras a pequeñas posibilidades, pero aquí no las hay”. María sigue escribiendo en su tablet: se le hace duro ver sufrir a Jorge y a su nuera, Marta Álvarez.

Una luchadora

“Primero se quedó un poco afónica. A cada persona se le deteriora una cosa, y a María le tomó la voz. Ya no puede cantar y lo hacía muy bien”, dice Ana Blanco con la voz encharcada. Se quiebra cuando lo recuerda: son primero amigas y luego compañeras de partituras y andanzas. Se recompone: “Es una luchadora”. Baldi Fernández y Patricia Presa lo corroboran y asienten con la cabeza, mirando orgullosas hacia la aludida.

Nació en un pueblo de Tineo, en los Valles del Teso, en el año 1948. Cuando cumplió 17, se casó y se mudó a Lugones, donde nació su hijo Jorge. De ahí le gustó “todo”. Trabajó toda su vida como limpiadora en un hipermercado y cuando se jubiló, se dedicó a una cosa que siempre había hecho en solitario, pero que le apasionaba: cantar. Eso fue hace 21 años, cuando entró en la Coral Polifónica “San Félix”.

“Lo cantaba todo y tiene un oído increíble. Cuando desafinamos, nos mira abriendo mucho los ojos asustada”, ríe Baldi Fernández, porque María, que no puede andar más de 70 o 100 metros seguidos porque se cansa, acude a todos los ensayos y conciertos. Y el otro día incluso bailó. Aunque lo que más le gusta, sin lugar a dudas, es esa música que le remite a su Tineo natal, las vaqueiradas.

Entereza

“Como no habla, la gente piensa que tiene un problema de cabeza. Da rabia, porque es afónica, no tonta”, cuenta el hijo de María por teléfono. Admira de su madre su “entereza” a la hora de lidiar con la enfermedad , su valentía y su fuerza. “Me arrepiento de periodos en los que pude haber sido un mal hijo”, confiesa. Su madre le escucha y niega con la cabeza: no tiene razón. Jorge continúa: “El otro día, en la notaría, me emocioné. Teníamos que firmar unos papeles y mi madre escribió en su tablet ‘Yo confío en mi hijo’. Y también me encantó verla el otro día bailar”. La voz se le quiebra.

La Esclerosis Lateral Amiotrófica no tiene cura. Progresivamente, con el paso del tiempo, María se irá deteriorando, hasta que su cuerpo no funcione más. También tiene su parte buena, cuenta Jorge: todos los seres queridos que la rodean y todo lo que pueden hacer por visibilizar esa enfermedad. Por eso, aunque María no puede hablar, alza la voz más fuerte que nunca.

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