En el prao suena la gaita, el tambor y las voces de los cuatro “Gascones”. Es casi la una del medio día de hoy y la gente acaba de salir de misa, de la iglesia de Santa María de Tiñana, y huele a sidra y romería. Sin embargo, por segundo año consecutivo, no se podrá celebrar la festividad como tal del pueblo. Sólo el reparto de 320 bollos de chorizo, una sesión vermú y unos culines para quien se acerque. Porque en Tiñana siempre acogen a todo el mundo, cuenta Eva Queipo, que se mudó hace cinco años, pero que siente que lleva ahí toda la vida.

Eva Queipo habla desde el borde del prao, a punto de irse. Está de pie entre los tejos justo detrás de la Iglesia que tiene esa campana que ya suena “aunque más bajo que antes” y que financiaron a medias entre el Arzobispado y los vecinos de Tiñana: 1.468 euros recaudaron gracias a varias pitas, empanadas y otros menesteres. La acompaña la razón por la que se mudó a Tiñana, José Manuel Blanco, que él sí que es de ahí de toda la vida, y haberse quedado sin fiesta del todo le fastidiaría un poco.

Estuvieron a punto. La anterior Sociedad Cultural y de Festejos quiso retirarse y los jóvenes del pueblo se quedaron con dos opciones: o se ponían al mando o se acababa la fiesta. No había a quien echarle el muerto. Eligieron la primera opción, y nombraron presidente a Benigno Maújo, Beni, y reestructuraron la junta directiva. Fue en el año 2018. Les dio tiempo a hacer una gran fiesta, y al siguiente, pandemia. “Este es un trabajo de todos”, dice señalando hacia una asociación que no se detiene en el trajín de sacar mesas, colocar bollos, repartir bollos, abrir botellas de sidra, colocar aperitivos y saludar.

Todo marcha bien por el momento. Quizá tenga que ver con los genes de los Maújo: el abuelo de “Beni”, Graciano Maújo también fue presidente de la antigua asociación cuando era joven, allá por los años cincuenta. Los Maújo, en plural, porque la hermana de Beni, Victoria, es tesorera de la asociación y no para quieta ni un minuto. “Yo entré porque le vi a él”, cuenta. La pandemia les estropeó mucho de lo que tenían planeado, pero gracias al manejo de las nuevas tecnologías, pudieron adaptarse.

Como hoy, con el reparto del bollo entre mascarillas y limpiando los vasos de sidra constantemente. Y la música, como la campana, siguió sonando en Tiñana.