Los ojos azules de Patricia Laruelo son los de una soñadora. Los tiene colocados en la pared sobre un fondo negro, en perfecto contraste, en su recién abierta escuela de baile, que comparte espacio con la Nave 6 (el centro de creación cultural). La abrió hace nada, como quien dice, en febrero, porque ella lo que quería era tener varias plantas, cada una customizada para un estilo en cuestión. De momento, tiene dos salas.

Siempre ha tenido la cabeza llena de pájaros, dice. Nació en Samartino en el año 1978 y empezó a bailar a los 7 años con una lambada en el teatro de su pueblo. Con su empeño característico, buscó dónde seguir formándose y encontró a María Eugenia, que tenía la única academia de danza en ese momento del concejo, en El Berrón. “Siempre se nos olvida la primera persona que nos enseñó a bailar, y para mí es importantísimo”, cuenta. Ella ha sido la primera persona en hacerlo con muchos niños y niñas que luego han llegado muy lejos.

Hubo una cosa que le llamó especialmente la atención: estaban bailando una coreografía de Janet Jackson, como a ella le gustaba. Porque en el fondo del todo, lo que Patricia quería era ser una bailarina de la tele. Nunca llegó a conseguirlo, y eso quizá pudo ser durante un tiempo una de sus mayores frustraciones. Pero se recorrió España con Teresa Rabal trabajando como coreógrafa para el “Veo, veo”, donde no pagaban muy bien pero ganó experiencias tremendamente valiosas.

A la vez, compaginaba su trabajo con su escuela, que abrió hace veinte años. “Era una cría, pero siempre he sido muy impulsiva”, reconoce. “No pienses y ejecuta” es su frase estrella. Recuerda que cuando les dijo a sus padres que quería ser bailarina no se lo tomaron del todo bien, pero que siempre la han apoyado mucho. Decían que tenía la cabeza llena de pájaros y era verdad.

De su experiencia de la tele, aprendió otra cosa: que se quería quedar en la Pola enseñando a niños y niñas como ella, con la cabeza en las nubes. Y es feliz con cosas pequeñas. Por ejemplo, cuando sus alumnos le regalaron un sofá tipo chester para su nueva sala, que era lo que imaginaba en el recibidor de su academia de baile. Ahora, Patricia ya no sueña con bailar en la tele, pero sigue enseñando, en un lugar que ella llama “casa”, a muchos que sí que lo harán.