La Pola no sería la Pola si no existiera el Carmín. Ni Asturias sería Asturias. Este año, sin romería, será muy distinta a la que todo el mundo conoce: hordas de jóvenes y mayores subiendo al prao de La Sobatiella a disfrutar de la sidra, comida, bebida y si había suerte, unos rayos de sol. Pero, ¿de dónde viene esta fiesta? ¿Y cómo se convirtió en la festividad que hoy conocemos?

Corría el año 1695 y dos vecinos polesos, Andrés Quintanal y su mujer María García, muy devotos de la Virgen del Carmen, decidieron homenajearla con una ermita, en pleno centro de la Pola. Les costó 12.000 reales y la ubicaron en un castañal al lado del camino que seguían los peregrinos para ir a Santiago. A día de hoy, ese lugar es una plaza que tiene una estatua de cuatro romeros en posición de danza, ¿a alguien le suena? Sí, es la plaza de Les Campes, efectivamente.

Ambiente en El Carmín en 1968. LNE

Esa capilla, que se construyó allá casi en el siglo XVIII acogió cada domingo siguiente al 16 de julio tres misas en honor a la Virgen (cuando no coincidiera en ese día). Fue adquiriendo más y más fama, y pronto se quedó pequeña para tantísima gente. Y sin que hubiera aforo restringido, como ahora con el covid. Había también procesiones, la danza de los “Danzantes” o la exhibición de “Ramos”, costumbre que se perdió en 1879, según recoge el archivo municipal.

De tanta gente que iba, los fieles decidieron que había que celebrar una segunda fiesta. El día idóneo era de martes, que coincidía con el mercado. Así que, con todos sus enseres, acudían a la villa con empanadas de anguila, tortillas y otros platos caseros que degustaban una vez finalizados los actos religiosos. Y al oscurecer, como ocurrirá el martes de este año, bailaban cogidos de la mano una Danza Prima, para poner fin al día.

Con la Guerra de la Independencia –de los franceses, entre 1808 y 1814 y no de Lugones de la Pola, tras una invasión, se quemó la capilla y se destrozó el castañal. La campana de la ermita se fundió para una nueva Iglesia, según recoge en sus escritos, de 1815, el cura de la época, Don Diego Fernández Linares.

Los Cascaos, en una de las romerías de El Carmín, pasando delante de Casa Xingo. LNE

Pero la fiesta y el jolgorio sobrevivió. Se pasó a la iglesia parroquial y comenzó ya la romería como tal, llamada el Castañeu Llano, por la zona del Bayu, ya de lunes: “La romería propiamente dicha comienza a primeras horas de la tarde con el desfile de las bandas de música, charangas y numerosas parejas de gaiteros y tamborileros, acompañados de un ingente número de personas de todas las edades, que con sus meriendas se dirigen al prao de la fiesta para cumplir, un año más, con el centenario rito”, recoge el “Libro de Siero”.

Y, entre pugnas por quien cerraba la fiesta de Los Cascaos y Los Pepitas, el cambio al prao de la Sobatiella, pasando por una pandemia, problemas con la directiva de la Sociedad de Festejos y numerosos jóvenes que se criaron y se criarán con el Carmín. Ni en el 1936 se canceló la fiesta. Pero lo que no pudo llevarse una guerra, se lo llevó el coronavirus: segundo año sin romería, pero con “más actividades que nunca”. Los polesos y polesas, mientras tanto, mantienen viva la ilusión de sus ancestros.