“La última fue el martes por la tarde noche. Yo estaba en el salón de mi casa y oí un ruido seco. Pensaba que era un hombre que frecuentemente coge una verja y la arranca, pero la verja estaba normal. Entonces, le pregunté a mi marido que estaba viendo la tele y le dije si eso fue un disparo. Él tampoco tenía la respuesta. Y ya hablé con mi vecina, que lo había visto todo y me lo contó: salió un hombre a la calle y sacó una pistola del cinturón. Pegó un tiro al aire y gritó: el que se me ponga por delante va. Y yo no quiero amedrentarme, pero estamos atemorizados”.

Así describe una vecina (que no quiere dar su nombre) de El Resbalón, un barrio a las afueras de Lugones, lo sucedido la tarde del pasado martes junto a su casa. Esta no es la única denuncia respecto a la conflictividad de la zona. El grupo municipal del PP ya advirtió, en la ronda de preguntas del Pleno, la “alta conflictividad” de la zona y solicitó que el alcalde de Siero, Ángel García, concertase una reunión con Delegación de Gobierno y los vecinos para resolver la situación.

El Resbalón es una urbanización que está a las afueras de Lugones, al pasar dos de sus restaurantes más icónicos tras una curva cerrada. Los problemas, cuentan los que viven allí, vienen de una finca particular que está a la entrada, donde son frecuentes los “trapicheos”. Según los vecinos, se trata de un grupo de entre doce y trece personas, pero no todos son igual de conflictivos. Y advierten que no asumen demasiado amigablemente que la gente pase por delante o se les acerque.

La escalada de tensión, según explican los vecinos, va en aumento. El asunto que se llevó al último Pleno sobre El Resbalón fue sobre el robo de un coche, que luego estamparon contra el muro de un particular y se quemó en el polígono de Asipo. Luego, cuentan los vecinos de la urbanización, pasaron un periodo “algo más tranquilo”, pero el pasado martes, por la tarde y la noche, algo hizo que se volviera a prender la chispa: un hombre salió a la carretera con una pistola en el cinturón, disparó al aire y advirtió de que “quien se pusiera por delante, se iba”.

No obstante, los vecinos no avisaron a la Policía de ese incidente porque acto seguido cogió la bicicleta y se marchó, y pensaron que llamar no serviría para nada. Por otros, sí que han llamado y, de momento, no se ha encontrado ninguna solución. Aunque también es cierto que hace varios días observaron un helicóptero de la Guardia Civil sobrevolando la zona y tienen esperanzas de que sea para solventar de alguna forma el problema que les generan los habitantes de esa vivienda particular. Aunque los insultos y las amenazas de muerte son frecuentes, nunca antes habían sacado una pistola de esa forma, que ellos hubieran visto. Y, si bien es cierto que pudo ser un hecho puntual, les genera mucha desconfianza que puedan estar en posesión de un arma de fuego. “Había avisado de que la tenían, pero nunca la había mostrado. Intentamos no amedrentarnos, pero estamos atemorizados”, dice una vecina.

“Todos estamos amenazados de muerte por una cosa o por otra”, cuentan. Por ejemplo, una vez vieron a uno que estaba pegando a su mujer y le llamaron la atención. Se lo tomó fatal y creen que ese comportamiento es una cosa recurrente: “Le da unas palizas tremendas. Pero si le dices algo, te amenaza con quemarte la casa y matarte”.

De hecho, según los vecinos, los propios repartidores tienen miedo a pasar por ahí y ha habido veces que han tenido que ir a buscar paquetes al exterior o a los alrededores. Ellos también tienen ese miedo: “Si eres chica es peor, porque te gritan toda clase de barbaridades”. Una de las vecinas tiene una hija que vive cerca y para ir a su casa tiene que pasar por delante: “Siempre la acompaña alguien, porque a ella le produce pánico pasar sola”, denuncian.

También es frecuente que tiren estanterías y todo tipo de muebles por la ventana de las casas: “Se ponen locos. Yo no se qué es, pero se ponen locos”. Afirman que la gente que vive por la zona tiene miedo. Además, hay cerca una escuela infantil y no les parece que sea un entorno seguro para tener ahí a los niños. “Cualquier día va a pasar algo mucho más grave”, afirman. Lo que piden es una solución y no vivir con miedo. Temen hasta reunirse entre ellos, por si les ven. Por eso, se plantean acudir a instancias superiores.