“Tiene una vida de película”, dice María Menéndez de su madre, María Luisa Rodríguez. Es una asturiana, procedente de La Espina, que cuando cumplió los 18 años se casó con un hombre que primero conoció por carta, Lorenzo Menéndez, el amor de su vida, y se marchó a vivir a la República Dominicana, que era donde trabajaba su recién estrenado marido, que era de La Pereda, en Tineo. Aunque María Luisa dice que tiene “el corazón partido” entre los dos países, siempre buscaron una excusa para volver a casa. La Fresneda se la dio. Vieron una casa en la urbanización, que estaba entre diferentes lugares de donde procede su familia (Infiesto por un lado, Tineo y La Espina por otro). Y así se convirtió en ese hogar y punto de reencuentros donde año tras año se reúne la familia, ahora ya sin Lorenzo, y que María Luisa está deseando que llegue.

“La Fresneda significaba una libertad que allí, en República, no tenían”, cuenta. No quiere recordar momentos tristes, solo los buenos momentos que le ha dado ese país, pero cuando su hija mayor, María, tenía un año y la segunda en su barriga, en 1959, se montó en un barco huyendo de Trujillo. Y, con el miedo metido en el cuerpo de que su marido pereciera en esa guerra, dio a luz en La Espina a Montserrat: “Le mandamos un telegrama para decirle el nombre y que todo había salido bien”, indica.

Allí, vivían “como en una burbuja”. Su centro neurálgico era la Casa de España, donde celebraban fiestas y actividades, conformándose como una pequeña familia. Y, mientras que María Luisa sigue viviendo en la República Dominicana, sus hijos y nietos se han desperdigado, y su hija mayor se ha comprado una casa en La Fresneda, donde su padre eligió que sería el lugar de reunión de toda la familia.