La Nueva España de Siero

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De Vega de Poja al mundo: la cerámica del Rayo se expone en el Pueblu d'Asturies

El Muséu gijonés pone en valor, en la exposición “El amor a lo bello. Arte rural de Asturias”, la loza que en su día compitió con la de Talavera

Xuacu López, director del Muséu del Pueblu d'Asturies y Miguel Barredo, director de la Fundación Municipal de Cultura, en la exposición, delante de las cerámicas y otros objetos cotidianos. Ángel González

El Muséu del Pueblu d’Asturies ha rebuscado en sus depósitos en busca de piezas del arte rural asturiano. Esas, explican, con las que en las casas humildes de Asturias se embellecían las labores domésticas.

A esa exposición, titulada “El amor a lo bello. Arte rural de Asturias 1780-1980”, han llevado el recuerdo de la cerámica sierense El Rayu. Con dos piezas incluidas en la muestra, en concreto un plato y una jarra, han desempolvado en el principal museo etnográfico asturiano la historia del desaparecido alfar de El Rayu (Siero). Se trata de una cerámica “que tuvo gran difusión en la región, exportándose a otras provincias y a las colonias americanas. Compitió con la cerámica de Talavera en esta región, de tal manera que incluso se llegó a conocer por este nombre, al igual que uno de los barrios de Vega de Poja, donde se elaboraba”, explican desde el museo.

La "xarra" de El Rayu que se expone en Gijón.

Los orígenes de esta cerámica, recuerdan, se remontan al siglo XVIII, cuando la familia Cónsul, de origen francés, creó una fábrica de cerámica en el Palacio de Villar (Pola de Siero). “Fueron sus fundadores Juan Nepomuceno Cónsul y Requejo y Antonio López Dóriga. Trataron de hacer una loza fina, que compitiera con las lozas españolas y europeas, que por esos tiempos se comercializaban en el norte de España. La experiencia fabril del Palacio de Villar duró poco tiempo. Desaparecida la fábrica, los empleados comenzaron a trabajar en sus casas, formando pequeños talleres, realizando las mismas piezas que habían hecho en la fábrica”, relatan los grandes conocedores de la etnografía regional.

Detalle de la exposición, con la loza expuesta.

Esta loza preindustrial asturiana, que muchos recordarán por su característica decoración en tono azul, “pervivió durante un siglo y medio entre las clases rurales, siendo la vajilla de lujo utilizada sólo en ocasiones especiales. Dejó de fabricarse en el primer tercio del siglo XX”, cuentan desde el Museo.

Precisamente, con el ánimo de no dejar morir ese recuerdo, hace años que el matrimonio formado por Florentino Iglesias y Elvira López, ceramistas ambos, se esfuerza en la recuperación de esa cerámica, piezas de loza con un baño de estaño que les da un característico color blanco, y decoradas con trazos azul cobalto.

En esa recuperación tuvieron mucho que ver los miembros de la asociación «El Ventolín», que contactaron en 1997 con los artesanos para proponerles recuperar esa técnica tradicional, lo que hicieron aunque con ligeras modificaciones para darle más durabilidad a las piezas. En su día los artesanos explicaron a LA NUEVA ESPAÑA que “originalmente, las piezas se horneaban a unos 1.000 grados, pero nosotros hemos elevado esa temperatura de cocción hasta casi los 1.200 grados», explica Iglesias, para evitar esa tendencia que tenían las cerámicas de El Rayu a descascarillarse.

El platu de El Rayu que se muestra en el museo, en detalle.

El resto del proceso se mantiene fiel al método tradicional, como también se respetan los modelos decorativos.

La exposición "El amor a lo bello. Arte rural en Asturias, 1780-1980" además de incluir piezas de loza de El Rayu, incluye otras de cerámica de Miranda de Avilés, Llamas del Mouru (Cangas del Narcea) y Faro (Oviedo / Uviéu), y muchas más piezas de madera y otros materiales. La muestra puede visitarse hasta la primavera del año próximo.

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