En asturiano y “sin argumento”. El poeta y escritor sierense Pidal Montes acabó al fin su novela. Una suerte de compilación de historias inspiradas en un poema mexicano y en las propias vivencias del peculiar autor, criado en Carbayín y ahora residente en Noreña, que fue Policía Nacional hasta su prejubilación.

Camiseta de Los Ramones, gorra beisbolera, gafas redondas y bigote y patillas asemejadas a la de los zapatistas. Le pega un trago a un refresco y habla. “En Carbayín es difícil no ver el realismo mágico”, espeta Pidal Montes hablando de la novela que acaba de escribir y se publicará en próximas fechas. Explica el autor que, “como la vida no tiene argumento, algo que nos demostró más que nunca esta historia de la pandemia”, su novela tampoco debía tenerlo. La coció a fuego lento, más de tres años de escritura y revisión para un trabajo que es su debut en prosa. A él le gusta lo que ha salido, “aunque los gustos son como los culos, cada uno tiene uno distinto”.

Parte en esta obra de un poema que leyó en una antología “de jóvenes poetas mexicanos que compré una vez en Barcelona”. “Decía que su ‘güela’ siempre guardaba la sonrisa debajo de la piedra de un río, para mantenerla fresca. Al verlo pensé que tenía que ser el comienzo de algo”, añade.

Que carezca de un argumento principal como tal “no significa que no cuente muchas cosas”. Según relata el autor, “es lo leído, lo oído o lo vivido”. Dice incluso que hay cosas que llegó a no saber “si eran verdad o mentira”.

Su hija y la editorial noreñense La Semeya le ayudaron en la elaboración “al no estar yo escolarizado en asturiano”. También se valió de su propia experiencia, especialmente la relativa a Carbayín, donde pasó buena parte de su vida.

“Siempre tiro de ello. Hay incluso personajes reales, pintorescos y muy mágicos. Hablas con gente de antes, ya de generaciones anteriores y ves que siempre hubo mucha magia en su modo de expresarse”. Uno de los personajes que incluye en las historias de la novela es un buen amigo suyo. “Curraba en un bar de La Felguera y dijo que había llegado tarde porque se cruzó una boa en La Gargantada. ¿Quién sabe si es verdad? Te hace dudar”, cuenta el escritor.

El resultado es francamente satisfactorio para Pidal Montes, que no duda en apuntar que su obra “tiene una cualidad: que lo abras por donde lo abras te cuenta una historia”. Tanto le gusta que no duda en dedicárselo “a todos los abuelos y abuelas, porque son los que te dejan la vida explicada”, señala.

Ahora mientras espera a que impriman el libro y salga a la venta, ya empieza a pensar en futuros proyectos. Cuenta que no se ve para escribir poesía, porque acaba de tener “tres pérdidas importantes en un año” y le resultaría difícil poder escribir. Por tanto, no descarta la posibilidad “de continuar en el mundillo de la novela”.

Apura su refresco y se va a casa a cocinar, “a hacer algo curiosino”. Le ha cogido gusto a los fogones durante la pandemia. Además, echaba de menos poder recitar y dice que irá a una sala de Oviedo, por la tarde, con su libro en mano. “Hay un micrófono abierto” allí, explica.

Sigue así la vida de Pidal Montes, en la que pasan muchas cosas, algunas mágicas, aunque no tenga argumento.