La Nueva España de Siero

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La “Xentiquina” encoge pero resiste

La escuela de Lieres llegó a tener 300 niños y ahora son 91: “Fue traumático ver cómo perdíamos alumnos con el fin de la minería”

El coro de “Xentiquina” (junto a Nacho Fonseca, en la mesa) del curso 87-88, que fue cuando comenzaron. | R. I. G.

En la entrada del colegio “Xentiquina”, en Lieres, hay una planta que casi tiene la misma edad que el centro: cuarenta años, cumplidos al inicio de este curso escolar. Por sus paredes está el recuerdo de los hijos de mineros que se mudaron para trabajar para la empresa de Solvay, cuya actividad cesó en el 2001. También toda la música que abarcó: el nombre de la escuela se debe, de hecho, a una agrupación coral que fundó Nacho Fonseca. Año tras año, esa formación musical iba cambiando de componentes, porque siempre eran alumnos del propio centro que iban dejando las aulas. Grabaron más de una veintena de discos, que llenaron las casas de toda una generación de niños asturianos.

Por la izquierda, Sonia Rodríguez e Inés Estrada, junto a la planta de la entrada al colegio, en Lieres. | I. G.

A Inés Estrada, la actual directora (desde este curso), lo primero que le llamó la atención al cruzar la puerta de “Xentiquina” fue que la planta que veía cuando era una niña y estudiaba en el colegio siguiera viva. Cuenta que su afición por la música –estudió la carrera de piano en el Conservatorio Superior de Música de Oviedo– viene gracias a Nacho Fonseca, que les hacía cantar en clase. Ahora la planta está enferma, y no saben que tiene, pero esperan que se recupere.

La clase de los niños de 3 años. | I. G.

El tiempo también ha hecho mella en un colegio que tiene “todo lo bueno de uno de ciudad, y de uno de pueblo”, en palabras de su anterior directora, Sonia Rodríguez. Cuando Nacho Fonseca aún era profesor –estuvo desde el año 1987 hasta el 2011– tenían alrededor de 300 alumnos y los cursos eran de “segunda línea”. Es decir, que se desplegaban en dos clases. Ahora, hay 91, y algunos de ellos son hijos de quienes allí estudiaron, que siguen yendo aunque se hayan ido del valle.

“Fue traumático ver como el colegio perdía alumnos porque vino aparejado al fin de la actividad minera. Hubo muchas familias que se quedaron sin trabajo y muchos establecimientos del pueblo que tuvieron que cerrar”, señala Nacho Fonseca, que era profesor de música y de asturiano en aquella época. Recuerda que la escuela y las minas estaban muy “vinculadas”, y que organizaban marchas de solidaridad para ver a los trabajadores que participaban en los encierros.

Cuando Fonseca se jubiló por todo lo alto en 2011 –le organizaron una fiesta multitudinaria en el Auditorio Príncipe Felipe, con más de 1.000 personas, donde los grupos de cabecera de Asturias versionaron sus canciones–, cambiaron el nombre del colegio a “Xentiquina”, por acuerdo de la comunidad educativa y los vecinos de Lieres. “Ya había perdido a muchos críos”, pero la fama del centro había trascendido en la región, asegura.

“Yo elegí expresamente venir a Lieres, porque lo que se contaba de él era que tenía lo bueno de un colegio rural, pero con los recursos de uno de ciudad. Y eso me encontré cuando llegué”, cuenta Sonia Rodríguez, mientras coloca un enorme huevo de Pascua decorado en la entrada, junto a la famosa planta, que “regala una sonrisa”. Sonia llegó al colegio hace seis años, y durante los dos últimos ejerció la dirección del centro. Inés Estrada le cogió el relevo este curso. Y entre ambas, como al entrar por la puerta de “Xentiquina”, se respira armonía.

Precisamente, uno de los proyectos de los que más orgullosa está Inés Estrada de mostrar es el aula de la naturaleza, que fue idea de su predecesora. Es lo que ellos llaman “la Viesquina”, donde, en el espacio exterior, los niños y niñas salen para aprender del entorno. “Cuando yo era una niña, solo se podía jugar en el patio. En esa zona no. Ahora es una clase”, relata. Y este año trabajarán sobre el pasado minero de Lieres, su presente y hacia donde avanza, por su cuarenta aniversario.

Quizá sea eso lo que representa la planta de la entrada: presente, pasado y futuro. Un testigo mudo del tiempo, que nadie sabe del todo que especie es y se mantiene ahí, firme a ver el paso de los hijos de mineros, a los nietos de mineros e, incluso, a los que ya no tienen que ver con mineros. Y, sobre todo, sigue rodeada de color; aunque todo en su entorno cambie, no pierde nunca del todo la alegría y esencia de ese colegio que tiene nombre de un coro que recorrió Asturias y llenó de música las casas de la región, “Xentiquina”.

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