Las tumbas, en los cementerios del concejo, empiezan a lucir más lustrosas que nunca. Los accesos a los cementerios también están limpios, de eso se está encargando el Ayuntamiento. Se aproxima Todos los Santos, la hora de honrar a los muertos, a los que se fueron. Este año será sin restricciones de movilidad entre concejos, ni aforos en los recintos –porque, la dispersión geográfica sierense también afecta a los cementerios–. Siero se viste de gala para homenajear a los Difuntos y donde se puede estar notando es en las floristerías. 

“Recogemos encargos hasta el martes 26 de octubre”, dice un cartel en la puerta de la floristería “Arco Iris”, de Pola de Siero. Aunque lo cierto es que es un plazo “un poco flexible”: siempre quedan los rezagados, los clientes de toda la vida, que llegan a última hora y no les pueden decir que no. Los preparativos comienzan bastante antes. “Las perspectivas son buenas. Nosotros, en Siero, no notamos tanto el bajón como en las grandes ciudades, pero estamos volviendo a cifras de la época prepandemia”, cuenta Avelino Vallina, el dueño de la floristería que lleva más de 30 años operando en la capital del concejo. 

Cuenta que del covid sacaron algo bueno: la organización. El año pasado alquilaron un local contiguo y, respetando las normas sanitarias y los aforos, atendieron a los clientes en fila, con distancias, para que fueran recogiendo sus pedidos que estaban depositados de manera ordenada en unas estanterías al fondo del establecimiento. De momento permanecen vacías, porque para cuidar bien los claveles, que otro año más son la flor estrella –sobre todo, los rojos– es mejor que les entre la mínima luz posible. “Yo creo que son los favoritos, por tradición”, afirma Avelino Vallina, mientras ordena otros ramos de flores, donde se entremezclan lirios y margaritas. 

El teléfono tampoco para de sonar en Lugones, en “Joycar”. El ritmo de trabajo, dice Rocío Negrete, su dueña, irá en aumento en los próximos días hasta casi la extenuación. Ayer empezaban ya el turno de noches, para preparar los ramos. Y eso podía significar cerrar a las doce de la noche o a las cinco de la mañana. “Y, al día siguiente, abrimos a las nueve, aunque estemos medio dormidas. No paramos; es la fecha”. 

El año pasado, como tenían servicio a cementerio, valoran que sus ventas “no fueron malas”. Y este tampoco van por mal camino. Por lo pronto, ya han dejado de recoger pedidos de “flores de tela”, en las que están especializadas. “Ya los cerré todos; más de 300 jardineras. Cada año vendemos más. Yo creo que lo encargan porque aguanta todo el año en el cementerio y porque es muy difícil encontrar en otra época tanta variedad. La gente las compra ahora, pero no sabe cuándo las van a llevar”, cuenta. 

“Cuanto más jóvenes, más variada es la flor que eligen”, apunta la florista, que heredó el negocio y la pasión por las plantas de su madre, aunque no le quiso enseñar el oficio “por miedo a que cogiera sus vicios”. Notan también que los clientes de este año “no tienen restricciones económica y lo que más piden es que les preparen los ramos”. “Desde las siete de la mañana había cola”, cuenta Bruno Noval, compañero de oficio que tiene su establecimiento en La Carrera. Ellos no cogen encargos, por eso perciben que, cuanto más cercana está la fecha, más personas llegan a su puerta. “Hay mucha demanda, como antes del covid”, concluye. Y rápidamente se despide: tiene que seguir cogiendo pedidos.