–Quién iba a pensar que, con 103 años, iba a estar aquí, junto a la sepultura de mi hermano.

Ángeles Flórez Peón, “Maricuela”, la última miliciana viva, nacida durante la gripe española del 1918, que estuvo en la cárcel y sufrió el exilio, habla sentada desde su silla de ruedas en el cementerio de Carbayín con un tono de voz bajo, pero muy claro. Dice sepultura, pero se refiere al monumento donde se homenajea a los 24 jóvenes que, durante la Revolución de Octubre del 1934 y por causas diversas –había mineros, socialistas, cedistas e incluso guardias urbanos– fueron sacados de sus casas y asesinados de manera brutal. Los enterraron en dos zanjas, en La Curuxona y en las cercanías del pozo Mosquitera.

El público, que vuelve a los actos oficiales tras la pandemia, atiende a las palabras de la miliciana. Son pocas y las dice después de las intervenciones de los representantes de quienes organizan, año tras año, el homenaje –el PCE, Izquierda Unida y PSOE– y del presidente del Ateneo Republicano, Alejandro Villa: “Esos crímenes no pueden repetirse. Yo admiro a los jóvenes que organizan esto y pelean por sus derechos. Hay que unirse, y luchar por una España libre”.

Dentro de esa lucha, como recordó Villa, está también hacer “justicia”, con la Ley de Memoria Democrática, que se plasma, en Asturias, en el reglamento actualmente en elaboración. “No puede haber reparación para las víctimas. Pero lo mínimo es pedir que se investiguen las fosas. No puede ser que España sea el segundo país con mayor número, después de Camboya”, resaltó, mencionando la recién descubierta de Belchite.

Recordó también el presidente ateneísta que lo ocurrido en Carbayín con los 24 “mártires” ayer homenajeados, había sido un preludio de lo que ocurriría después. El nombre de todos ellos, entre los que se encuentra el hermano de “Maricuela”, permanece grabado en piedra. Allí reposan sus huesos. Pero su memoria la recupera Carbayín cada año, a base de relatar lo ocurrido, de escuchar a la miliciana centenaria y de pedir que no se vuelva a repetir nunca tal tragedia.