La vida de Marisol Fernández Uría es un ir y venir a diario entre su lugar de residencia, en Posada de Llanera, y donde ejerce como peluquera desde hace ocho años: Proaza. “Yo siempre supe lo que quería hacer. Estudié durante tres años en Oviedo y enseguida me puse a trabajar. Primero en peluquerías de Oviedo y también en Pola de Siero. Un día empecé a trabajar en Posada y la dueña me habló de una peluquería que tenía en Proaza, donde tenía dos empleadas. Cuando una se puso mala empecé a ir yo a sustituirla y cuando la dueña decidió que no quería continuar con ella, yo le dije que la quería llevar yo. Y hasta hoy. Aquí llevo trabajando como peluquera hace ochos años ya”, explica esta profesional.
El concejo, que junto con Santo Adriano, Quirós y Teverga forma parte los que atraviesa la Senda del Oso, es uno de los grandes destinos turísticos en la zona central de Asturias, lo que sin duda le lleva algo más de público a esta profesional que, sin embargo, deja claro que ese número es anecdótico pues su clientela real es la de cada día, la de los vecinos y vecinas no sólo de Proaza sino, como ella explica, también de “Serandi, Villamejín, de Santo Adriano, de Quirós e incluso de Trubia".
"La mayor parte de mi clientela es gente mayor, pero también viene gente joven, aunque esta última no sea tan asidua como los primeros. Yo siempre aposté por ejercer mi oficio en el pueblo porque la gente de los pueblos, igual que las de la ciudad, necesitan arreglarse el pelo, cortarlo, cuidarse. Y si tienen la peluquería aquí no tienen que pensar en ir a la ciudad. Además, con el tiempo, vas haciendo una clientela fiel que, si salen contentos, te traen otra. Aquí lo que funciona realmente es el boca a boca”, señala ella que, además, está presente en las redes sociales con el nombre de su peluquería, donde muestra algunos de sus trabajos y las novedades que llegan a su establecimiento.
Al frente de su peluquería Estilistas Uría, abre su local cada día en una plaza luminosa, al interior del centro del pueblo, y muy cercana a un paisaje que da gusto mirar mientras ella se aplica en peinar a una nueva cliente.
Marisol Fernández no cambia hoy ni su local ni su clientela por ninguna ciudad o villa. “Estoy encantada trabajando a aquí, estoy superorgullosa de mi peluquería. Me va bien, me da para vivir, no me quejo, pero tampoco es que me vaya a hacer rica, vaya. Yo me considero una persona afortunada por poder vivir de mi profesión y hacerlo aquí, en un pueblo. Es evidente que no voy a facturar como en la ciudad, pero estoy satisfecha con lo que logro cada día y de atender a mis clientes en mi peluquería”, recuerda quien, a renglón seguido, destaca que los días que tiene más clientes “son los lunes, que es cuando es el día de mercado en Proaza luego el resto de la semana es muy variable”, dice.
Como emprendedora en un oficio que no tiene nada que ver con el sector primario, Marisol Fernández cree que su profesión tiene presente y futuro en la zona rural de Asturias, aunque matiza: “Tienes que saber donde abres porque no vale todo. Yo aconsejaría abrir una peluquería en una zona donde tengas varios pueblos más alrededor, como es mi caso, para hacer una clientela fija. Mi experiencia no puede ser más positiva, ahora bien, depende de lo que uno espere de su negocio, de lo que ambicione. A mi me da para vivir y ya está, aún a pesar de ese 21% de IVA que estamos sufriendo y no hay forma de que nos lo bajen al sector de la peluquería”, señala con preocupación.
También pide más ayuda al emprendimiento rural desde las administraciones: “Si quieren que la gente venga a los pueblos habrá que ayudarles. Aquí por ejemplo sólo hay servicio de autobús por la mañana y otro por la tarde. Yo no tengo problema porque tengo coche”.
En su tiempo disfruta de hacer deporte, algo que le gusta mucho, tanto en el medio natural, como en el gimnasio, donde suele acudir siempre que puede. “Todo es cuestión de organizarse”, apostilla.