La Nueva España de Siero

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Lotería de Navidad 2021

Molleo, el pueblo del Gordo, quedó sin pan el día de la Lotería

El núcleo sierense que celebró 219 millones en 2007 vivió con tristeza el sorteo por el cierre de su panificadora

Vecinos de Molleo, celebrando el Gordo de 2007 con sidra y cava. | Luisma Murias

Hace catorce años, Molleo, un núcleo rural de Siero que apenas suma medio centenar de vecinos, vivía la mayor fiesta de su historia. No era para menos. El Gordo de la lotería dejaba 219 millones de euros gracias a los 730 décimos del número 6.381 repartidos por la Asociación Cultural San Fernando en participaciones de 5 euros con un euro de recargo. El jolgorio de aquel 22 de diciembre de 2007, en el que la sidra y las lágrimas de emoción corrieron a raudales, contrasta con la imagen que ofrecía este miércoles Molleo a la misma hora en la que los niños de San Ildefonso cumplían con su letanía anual de números y premios. Apenas se veían vecinos por las calles del pueblo y los que hablaron con LA NUEVA ESPAÑA no escondían su frustración por el inesperado revés que les llegó la víspera de un sorteo de lotería muy especial para ellos. En lugar de millones, este año les ha dejado el cierre de la Panificadora de Siero y Noreña, la empresa que les llevaba el pan y la prensa a domicilio a primera hora de la mañana.

“Esto parece la isla Perejil”, sostiene con cierta mezcla de sorna e indignación Agustina Castro, alcaldesa de barrio, quien lamenta especialmente el trastorno que esta situación conlleva para los vecinos de edad avanzada y para aquellos que no disponen de vehículo para desplazarse a las principales localidades del concejo a por una barra de pan o el periódico.

“He sondeado a otras empresas y parece que ninguna está dispuesta a hacerse cargo de traer el pan a Molleo, seguro que si nos hubiese tocado la lotería otra vez no tendríamos este problema”, afirma Castro, que tiene bien presente en la memoria aquella jornada de 2007 en la que una lluvia de 219 millones de euros anegó el pueblo de felicidad. “Yo estaba empaquetando un xatu en Hevia cuando me lo contaron y apenas me lo podía creer. Cuando llegué a Molleo estaba todo el mundo en la calle, los coches pasaban pitando y vinieron periodistas de todos los medios de comunicación”, rememora. Las consecuencias de aquel Gordo son visibles en un pueblo en el que, gracias al premio, se levantaron varias casas y se llevaron a cabo importantes reformas en otras. Hubo vecinos que emplearon parte del dinero en una vacaciones a todo tren que, para muchos, fueron las primeras de su vida.

Berto Suárez, en Molleo, mientras se celebraba el sorteo de Navidad. | J. A. O.

Ahora, y pese a esa situación de “abandono” que siente, Agustina Castro no piensa dar por perdida la “guerra” del pan. Su intención es implicar al Ayuntamiento de Siero en la búsqueda de una solución. Por cierto, en su condición de presidenta de la Asociación Los Hórreos de Molleo, esta mujer ya está inmersa en la organización de las campanadas de fin de año en la capilla de la localidad. En lugar de a medianoche, serán a mediodía y están invitados todos los vecinos y cuantos quieran acompañarlos.

Pila Díaz, de Gijón, está empleando ahora parte de aquel premio en rehabilitar “la casa de los abuelos” de Molleo. Este miércoles, en plena labor, se sumaba a las voces de quienes consideran “una faena” que la panificadora que venía dando servicio a la zona desde hace décadas eche el cierre y abandone a su suerte a numerosos núcleos rurales de la comarca en los que, según apunta, “hay mucha gente mayor que, sin ese reparto, tiene muy complicado comprar el pan o el periódico fuera de aquí”.

Pilar Díaz, vecina de Molleo.

Rubén Suárez, que atiende a unos cuantos animales que tiene en pleno centro de Molleo, no estuvo entre los agraciados por el Gordo de 2007. Sin embargo, reconoce que aquellos millones de euros fueron importantes para la localidad. “Que caiga tanto dinero siempre es bueno, aquí o en cualquier sitio”, apunta. Este vecino también está al tanto de la situación de la panificadora, que deja en Molleo una sensación radicalmente contraria a la que se vivió aquel inolvidable 22 diciembre de hace catorce años.

“ Yo no paso sin LA NUEVA ESPAÑA. Tendré que ir a buscarla a pie a El Berrón”, dice Berto Suárez

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“Ahora, después de cincuenta años de un reparto a domicilio que empezó a caballo, hay que ir a buscar el pan a El Berrón y no tengo muy claro cómo se solucionará la cosa. Es un palo gordo para los vecinos”, subraya Suárez.

Agustina Castro, en Molleo.

Por su lado, Berto Suárez lamenta que se haya dejado de recibir el pan a domicilio, pero le disgusta aún más que, con ello, ya no reciba la prensa a primera hora de la mañana. “Soy un vicioso de LA NUEVA ESPAÑA, no puedo pasar sin ella, así que si es necesario empezaré a bajar andando a por ella a El Berrón. Ya hice la cuenta y es una hora para ir y otra para volver”, señala este vecino de 68 años, esperanzado en que las gestiones para dar con una nueva panificadora culminen con éxito. “Parece ser que hay posibilidades con una de Infiesto”, señala Suárez, disgustado porque el reparto se suspendiera sin previo aviso y con una mirada nostálgica hacia aquel mágico día del Gordo de 2007: “Aquello fue como estar en una nube, ni nos creíamos lo que pasaba, y resulta que ahora hasta quedamos sin pan”, resume con cierta resignación.

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