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La emoción de la familia del cura "Tito"": "Era una persona buena que ayudó a quien pudo"

La iglesia de San Pedro se llenó en el funeral de despedida oficiado por el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes

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Emocionado funeral en Pola de Siero por el cura "Tito"

El templo parroquial de Pola de Siero se llenó para dar el último adiós al cura Tito, Eustasio Sánchez Fonseca, el sacerdote que se volcó en su ayuda a los toxicómanos y contra la droga, fallecido el pasado martes de un ataque al corazón, a los 63 años. En la iglesia no cabía ni un alfiler, algo difícil en tiempos de pandemia y de temores al contagio del covid, pero pocos querían dejar pasar la oportunidad de mostrar sus respetos al difunto y su apoyo a la familia de Eustasio Sánchez.

“Era un hombre de inmensa bondad y un pastor entregado. Tuvo sus altibajos, como todos, pero salvados en la bondad y la entrega de un cura que quiso vivir su ministerio”, señaló el arzobispo Jesús Sanz Montes, que fue el encargado de oficiar la ceremonia. La misa fue concelebrada por una treintena de párrocos, entre los que se encontraban compañeros del seminario y, sobre todo, amigos. En el centro del templo, el féretro, con un libro sagrado abierto, una casulla y su estola.

“Cuando los vecinos veían el coche de Tito en la puerta de la iglesia siempre venían preguntando por él, sobre todo, los más desfavorecidos. Ayudaba a todo el mundo, le daba igual quien fuera. Siempre trabajó en la frontera, con la mirada puesta en las necesidades de los demás. Coincidimos en el seminario, él era tres años mayor que yo. Cuando nos ordenamos yo decidí hacer misión fuera y él en el interior”, contaba Fermín Riaño, misionero de la Pola, a la entrada del templo, antes de que el féretro fuera acompañado hasta el cementerio. 

Al lado de Riaño estaba el hermano menor del fallecido, Emilio, recibiendo el pésame de todas las personas que se acercaron a dar el último adiós a un cura que “luchó contra la marginación y la droga”. “No tengo palabras para definirle. Era buena persona, y lo daba todo por ayudar a los demás”, indicaba el hermano, el siguiente en la línea de descendencia de la familia Sánchez Fonseca y quien fue una de las personas con las que Tito más tiempo pasó. 

Acompañándole estaba una amiga muy cercana de la familia, Maite Fernández, que también aportaba al recuerdo del cura Tito una frase: “Era grande, en todos los aspectos”. 

Eustasio Sánchez Fonseca, Tito, nació en la Pola hace 63 años. Su infancia transcurrió en la calle de la Soledad, en el centro de la capital del concejo. “Nos criamos juntos, mi familia lo conocía desde que era un niño. Nunca contó todo lo que había sufrido, todo lo que había visto. No tenía absolutamente nada, porque todo se lo daba a los demás”, cuenta Andrés Fernández Díaz, el párroco de San Juan XXIII en Gijón, que tiene doce años menos que el fallecido. Precisamente, el primer artículo que escribió en la revista parroquial del seminario hablaba de la vocación de Tito. 

Recuerdos de la época anterior a que fuera párroco también se le venían a la mente a la polesa y exconcejala popular Pilar Domínguez, que fue su profesora cuando Tito era un crío: “Yo lo tuve en el colegio. Era lo más parecido a Jesucristo que había en la tierra, porque nunca tuvo nada; todo lo daba. Prefería dar de comer a otros, antes de comer él”. Después, trabajó unos años en lo que encontraba, también se puso enfermo y, finalmente, se decidió a ingresar en el Seminario. 

Su hermano Emilio fue quien le llevó en coche a su primer día de Seminario, según recordaba ayer mismo. El 15 de mayo del año 1988 fue cuando se ordenó como sacerdote. Su primer destino, como diácono, lo tuvo en la iglesia de San Nicolás de Bari, en Gijón. Al año siguiente, ya siendo cura, le nombraron vicario parroquial en Santa María Magdalena, de Cangas del Narcea, donde estuvo hasta 1991. 

El siguiente destino fue en Caso, donde regentó un centro de rehabilitación para toxicómanos. Estuvo hasta 1988 y fue un periodo que no estuvo exento de polémicas. “Era muy bueno y ayudó a mucha gente a salir de la droga”, insistía su hermano.

La bonhomía del fallecido párroco también fue objeto del discurso de su hermana María José Sánchez Fonseca, en el templo poleso: “No voy a hacer una semblanza de mi hermano, solo quiero agradecer a todos los que estáis aquí el apoyo y pedir que esté en manos de Jesús”, decía la mayor de la familia al auditorio, con emoción contenida.  

En su última etapa, Tito Sánchez Fonseca regresó a Siero. Fue a partir del año 2000, después de pasar como religioso por el centro penitenciario de Villabona. Hasta su repentino fallecimiento estuvo adscrito a la Unidad Pastoral del lugar donde nació y donde decidió que quería cambiar su vida y la del resto. Y también, donde se ganó el cariño de muchos, como ayer quedó de manifiesto.

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