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De Kiev a Siero: dos policías acogen de urgencia a una niña ucraniana

Dos policías nacionales de Siero traen a su niña ucraniana de acogida ante la amenaza rusa: “Lo decidimos tras una declaración de Putin”

Lorena Escobio, Ania Romanenko y Rubén Estúñiga, en Pola de Siero. | Inés Gago

–No me gustaría ser rusa. Ni tampoco entrar en guerra. Estamos bastante cansados del conflicto, y lo que nos gustaría es ser europeos.

Ania Romanenko habla desde una cafetería de Pola de Siero. Está tranquila. A sus 14 años ha convivido la mitad de su existencia con el conflicto con Rusia. Es de procedencia ucraniana, una de las llamadas “niñas de Chernóbil”. Por esa razón, y a través de una asociación del País Vasco “Chernobileko Umeak” , lleva viniendo en verano y Navidades a España desde los seis años con la familia de dos miembros de la Policía Nacional, Lorena Escobio y Rubén Estúñiga. Y, viendo la escalada del conflicto y la posibilidad de invasión inminente, sus padres de acogida temporal decidieron ir a buscarla a Kiev.

Fue a contrarreloj. Putin anunció que invadiría el 16 de febrero Ucrania y Rubén Estúñiga estaba montándose en un avión el viernes 11, con previsión de regresar el 12 de la mano de Ania. Pero los vuelos estaban agotados, y tuvo que conformarse con viajar de domingo. “Tuve miedo porque el sábado hubo compañías que cancelaron las conexiones y no me quería quedar ahí. Decidimos ir a por ella tras la declaración del Kremlin. Contactamos con la asociación para hacerlo pero era imposible traer a todos los niños. Entonces, hicimos nosotros los trámites”, cuenta Estúñiga.

A prisa y corriendo, los padres de Ania tuvieron que autorizar ante un notario de Kiev el viaje. También se necesitó un seguro médico y una carta de invitación como turista. “Tuvimos mucho apoyo de nuestros compañeros”, cuenta Escobio. Y resalta al jefe de la Comisaría de la Pola, Manuel Alberto Aragón, y el agente de la Brigada de Extranjería, al que llaman “Sabio”.

Sin embargo, cuando Estúñiga aterrizó en Kiev se llevó una sorpresa: frente a las alarmantes noticias que se leían en España, la población estaba tranquila. Porque, desde su percepción, en los ocho años de conflicto dormido pero latente, Putin no se había atrevido a invadir Ucrania y no tienen la sensación de que vaya a hacerlo ahora. “Para ellos es un poco como el cuento de Pedro y el lobo”, explica Escobio.

Sin embargo, lo tienen muy presente en el día a día. Por ejemplo, cuenta Ania, en su colegio hay una fotografía de un hombre que participó en la Guerra del Donbás, del año 2014, y murió. Y, según las noticias que le llegan de sus amigas, las clases continúan con normalidad pero se están empezando a hacer simulacros en caso de invasión: “Suena una alarma y bajan al metro pero creo que no hacen nada más”.

También nota que la gente se está yendo del país y que ahora el servicio militar es obligatorio también para las chicas: en caso de guerra, todos tendrían que ir a luchar. “Dicen que hay menos gente pero todo funcionaba normal. Yo vi los comercios abiertos”, afirma Estúñiga. Aunque Ania conoce casos de personas que han sacado su dinero del banco y se han marchado a zonas más cercanas a Polonia.

En la frontera, sin embargo, sí que se percibe más tensión. Ania lo sabe porque pasó dos semanas en Makarivka, que es donde viven sus abuelos. Vivió allí desde los cinco hasta los siete años, aunque nació en Rusaky, un pueblo muy cercano y más grande, que está a media hora en coche de Chernóbil. “Pasaban coches militares por la zona”, cuenta. Sin embargo, ahora mismo, en la Pola está tranquila por su familia: “Estaba más nerviosa antes de irme, pensando que los dejaba ahí”.

Mantienen el contacto a diario y, de momento, cuenta Ania, no tienen una sensación de inseguridad generalizada. Aunque ayer el Kremlin anunció que el máximo mandatario ruso, Vladimir Putin, supervisará hoy maniobras militares, entre las que se incluirá el lanzamiento de misiles balísticos y de crucero (que pueden transportar ojivas nucleares). “La invitación para turistas es de 90 días. Esperemos que antes haya una solución”, cuenta Estúñiga.

Porque Ania, que está en noveno (lo que equivaldría a tercero de la ESO en España), sigue el curso vía “online” y tiene uno de los exámenes más importantes de su etapa escolar a finales de curso. Y, de momento, en su cabeza no está el escenario de que haya guerra. Aunque nunca se sabe.

La excepción

Los dos miembros de la Policía Nacional, Estúñiga y Escobio, estaban destinados en el País Vasco cuando conocieron la asociación “Chernobileko Umeak”. Cuentan que al principio, cuando Ania llegó a los seis años, le tuvieron que hacer varios chequeos médicos y revisiones en el dentista y en el oculista. Aunque la agrupación es para personas con escasos recursos, y muchos con problemas ligados al alcohol, el caso de Ania es una excepción porque siempre ha tenido sus necesidades cubiertas.

A Ania, que habla cuatro idiomas a la perfección y está estudiando el quinto le gustaría, sin embargo, vivir en Asturias. Se lleva “de maravilla” con Mateo, el hijo de Lorena y Rubén, que es como su hermano y le encantaría ser azafata. “Tenemos ganas de ser europeos, y que Rusia nos deje en paz. Además, habrá mejor futuro para los jóvenes”, afirma rotunda.

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