La Nueva España de Siero

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Historia de cabezas en la Pola

Una exposición recoge la colección de sombreros y tocados de la familia Nosti Vallespín, con piezas que van desde 1840 hasta mediados del siglo XX

María Ángeles Nosti con un tocado. | L. P.

Varias generaciones de la familia polesa Nosti Vallespín, desde finales del siglo XIX hasta mediados del siglo XX, han lucido los sombreros, tocados, mantillas, boinas y hasta salacots que se ha ido transmitiendo a lo largo de los años esta extensa saga poblada por comandantes, coroneles y una alta sociedad cuya memoria permanece intacta en muchas de las piezas que durante estos días se pueden admirar en los escaparates de la Librería San Vicente de La Pola. Un local que permanece sin actividad desde hace tiempo, pero que se ha reconvertido en sala de exposiciones esporádicas gracias al empeño de María Ángeles Nosti Vallespín, animada a organizar este tipo de muestras después de que Ceferino Corujo le pidiera poder hacer una exposición de grabados en el mismo escenario.

De María Ángeles Nosti ha sido la idea de mostrar parte de las piezas que se conservan primorosamente en la casona familiar de la Pola, que alberga un importante archivo sobre la historia de sus miembros y en el que destacan, además de numerosos documentos históricos (relativos por ejemplo al comandante Vallespín y sus predecesores), numerosos objetos de una vida cotidiana que con el paso de los tiempos ha ido quedando relegada al recuerdo.

“Mi abuela no podía salir a la calle con la cabeza descubierta ni sin abanico”, relata, como ejemplo, María Ángeles Nosti Vallespín. De ahí que el número de piezas que se hayan ido acumulando sea extenso. Sólo en la exposición se muestran una treintena de tocados y sombreros, y aún quedan más en la casa. La singularidad de la colección radica, además, en que casi todas las piezas están documentadas gráficamente. Y es que junto a a cada sombrero se expone también una fotografía de la persona que lo usó en su día.

Detalle de otra pieza.

Todo un tesoro en el que se puede ver a bisabuelas de niñas acompañadas de sus ayas, ambas tocadas con primorosos gorros de puntillas que se conservan como recién elaborados; tatarabuelos de paseo por El Retiro de Madrid, abuelos y tíos abuelos tocados con sombreros de copa; una mantilla negra para las grandes ocasiones (bodas y procesiones solemnes de Semana Santa); tocados de fiesta con plumas, lentejuelas y adornos que hablan de veladas de otro tiempo; un tocado especial para un encuentro con el hoy rey Felipe VI cuando aún era Príncipe de Asturias; una pamela que luce una tía abuela en la playa de Colunga, o un salacot de caza y un canotier de los hombres de la familia.

El abanico es amplio. Desde 1840 hasta los años cincuenta del siglo pasado, cuando el uso de los tocados dejó de ser tan frecuente. En el caso de María Ángeles Nosti Vallespín, “me los pondría a diario, me parecen una maravilla y es una pena que se pierdan”. Lo asegura mientras se prueba alguna de las piezas expuestas. También se muestran algunas sombrereras, entre las que destaca la de una tienda lisboeta en la que se guarda el sombrero de copa, uno de los objetos más antiguos de la exposición.

Toda una invitación a viajar a otro tiempo que, además, podría tener continuación, porque los recuerdos y objetos que atesora la familia son muchos: desde cajitas de lata de diversos tipos y con diversas finalidades hasta menaje del hogar testigo de cenas a la luz de los candelabros, cuando el tiempo transcurría más pausado y la etiqueta marcaba las citas importantes. En definitiva, retazos de un pasado que vuelve al presente para disfrute de todos los polesos.

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